The Unending Gift

viernes, diciembre 26, 2014

UN CUARTO DE SIGLO

Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 26.12.14


Solo un cambio de actitud de Putin puede evitar que prosiga el deterioro interno de Rusia

HACE exactamente un cuarto de siglo, unos compañeros y yo contábamos los muertos que, en silencio absoluto, eran enterrados en uno de los parques de Bucarest. Era una escena que se repetía por toda la geografía rumana. Eran tumbas improvisadas y poco profundas, cavadas en la hierba helada o en las tierras más sueltas de los setos. Con su cruz y la foto del muerto, muchos jóvenes, a veces un hombre de mediana edad, también mujeres. Habían muerto todos en los tres días precedentes. Pero seguían muriendo. Los francotiradores sembraban el terror en todo el país. Habíamos llegado en un convoy de Médicos sin Fronteras. Nos habían dejado pasar por la frontera del puente sobre el Danubio que une la ciudad búlgara de Ruse con la rumana Giurgiu. Está en la ruta de la muerte. Por allí llegaron muchas desgracias en siglos. Llegaron los turcos y el vasallaje. Y los fanariotas a cobrar tributos. Por Ruse –Ruskuc bajo el imperio otomano cuando en 1905 nacía allí aquel sefardí convertido en vienés que fue Elías Canetti–, entramos los testigos a ver hundirse aquel régimen miserable. Era un golpe final del terremoto de libertad que sacudió a Europa hace un cuarto de siglo. El régimen de Nicolae Ceausescu fue el único en caer con violencia de todos los miembros del Pacto de Varsovia. Con poca violencia y muy mala organización de unos aparatos comunistas ya en plena descomposición. Aunque existieran planes en otros países como en la RDA y los preparativos para una represión sangrienta masiva –como la de Tiananmen en China en junio de aquel año– estuvieran muy avanzados allí.

Los Balcanes occidentales, Serbia, Montenegro, Kosovo, Albania, sufren aún la catástrofe del nacionalismo y la bárbara guerra. Por lo que hacen aún cola para entrar en la UE. Pero todos los miembros en 1989 del Pacto de Varsovia son hoy socios en la Unión Europea. En la que también están las tres repúblicas bálticas exsoviéticas. Todos han evolucionado hacia la sociedad libre de mercado, muchos con inmensas dificultades. Pero todos se sienten mejor dentro de las organizaciones occidentales que fuera de ellas. Todos entraron voluntariamente en la Unión Europea y en la OTAN. Y lo hicieron ejerciendo su derecho soberano. Nadie lo hizo para cercar a nadie, y mucho menos a Rusia. Por eso, si Ucrania ejerce su legítimo derecho como estado soberano de solicitar su ingreso en la UE y en la OTAN, se debe analizar esa solicitud desde los criterios aplicados a todos los demás antes. No subordinarlos a supuestas sensibilidades de terceros. Es cierto que Rusia teme este ingreso, pero no por los motivos que aduce. Jamás han tocado la OTAN ni la UE un centímetro de territorio o soberanía rusos. Lo que teme el Kremlin, que no Rusia, es que Ucrania tenga una democracia con éxito que demuestre que también allí se pueden compatibilizar libertad, orden y bienestar. Los rusos verían que no es designio divino que tengan un zar con poderes despóticos, aunque organice elecciones amañadas. Solo un cambio de actitud de Putin puede evitar que prosiga el deterioro interno de Rusia. Y sus dificultades exteriores. Lo revela también la rebelión que protagonizan ahora sus dos aliados, Bielorrusia y Kasajstan. Estas dos autocracias se niegan a la plena sumisión que les exige Putin al quererles imponer que cumplan sus represalias de respuesta a las sanciones. El problema no está en el ejercicio de su soberanía de los demás, sino en la inadmisible amenaza de Moscú de no tolerar esa soberanía. Que hace más necesario que nunca que las democracias disuadan juntas y aliadas a quien en Crimea y Ucrania oriental ha demostrado su vocación expansionista.

0 comment(s):

Post a comment

<< Home