GRASS Y MITSCHERLICH
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 14.04.15
La literatura fue decisiva como «terapia» colectiva en la
superación de la incapacidad del luto y de la mentira del pasado
A finales de los años sesenta, publicada ya la trilogía de
Danzig, Günter Grass ya era la estrella más rutilante en el firmamento
literario de Alemania. Eran unos años de profunda transformación. Por primera
vez no solo en el paisaje y la economía. También en las cabezas y los
corazones. Tras años de implacable e inagotable trabajo en la reconstrucción,
pasada la urgencia, pasado el hambre, había llegado el momento de la
introspección, de las preguntas, de la reflexión y del luto. Alexander y
Margarethe von Mitscherlich publicaron en 1967 un libro clave, «La incapacidad
para el luto» (Die Unfähigkeit zu trauern). Era un ensayo para el
tratamiento moral y sentimental de la historia reciente alemana. Establecían
los Mitscherlich que las masas en la sociedad moderna pierden en el siglo XX la
referencia del padre y entran en una volatilidad de emociones y voluntad que
implica inmensas amenazas como el propio nacionalsocialismo había demostrado. Y
que frente a ello solo sirve una permanente ilustración de esas mismas masas.
La capacidad del luto se genera haciendo posible que los individuos trabajen
colectivamente con los conceptos de la culpa y el luto, la responsabilidad
individual y colectiva y el crimen y la percepción del peligro de la
repetición. Concluye que no hay posibilidad de construir una sociedad sana,
constructiva, creativa y honrada si se ocultan los crímenes y no se vive el
proceso de luto por las víctimas. Las víctimas han de estar siempre presentes.
Pero en el caso del mayor crimen del nazismo, el Holocausto, las víctimas
tienen una terrible peculiaridad: no hay rastro de ellas. No hay tumbas. Desaparecieron
en el humo sobre los campos de exterminio. Por eso hay que crear un sistema de
monumentos y de símbolos y ante todo una educación contra la educación
manipuladora. Es un entrenamiento contra el adoctrinamiento que dominan los
planes de estudio. Y la literatura es un elemento clave en ello.
En mi libro «Días de ira», que se publica este mes, relato cómo fue aquello en mi infancia y en mi casa. En casa de un periodista exdiplomático que fue nazi primero y prisionero de los nazis después. También reflexiono de lo bien que vendría a España una mayor honradez y menos falacias sobre el antifranquismo que han hecho de la sociedad española, como auguraban los Mitscherlich, una prisionera de sus mentiras.
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