The Unending Gift

martes, mayo 12, 2015

DE TECHOS Y SUELOS

Por HERMANN TERTSCH
  ABC Viernes, 08.05.15 


Muchos simpatizantes de Podemos han entendido que se trata de un proyecto comunista dispuesto a destruir el marco constitucional y de libertades

«SE hunde Podemos». Prolifera ese titular después de conocerse ayer la encuesta del CIS. Ya se decía en estos meses que había tocado techo. Ahora ha perdido cinco puntos desde la anterior consulta del Estado. Podemos baja y Ciudadanos sube. Ambos en picado. Los casos de obvias trampas, irregularidades contables y abierta corrupción han hecho mucho daño al proyecto ultraizquierdista. La certeza de que tienen tantas debilidades, cuando apenas han tocado el poder, ha abierto muchos ojos. A Pablo Iglesias se le conoce mejor. Lo que destruye la imagen falsa y edulcorada, la gran impostura que le habían ayudado a crear las televisiones. También es cierto que la tragedia de Venezuela y su conflicto con España le han abierto una inmensa vía de agua en su armazón argumental. Al fin y al cabo, es el país en el que casi toda la dirección de Podemos ha trabajado y cobrado por asesorar. El estado calamitoso del asesorado plantea obvias dudas sobre el asesor. También está Grecia, ese otro ejemplo del callejón sin otra salida que la catástrofe que ofrece ese partido «hermano» que es Syriza. Y muchos españoles en principio simpatizantes, aunque les haya costado, dado el enorme ejército mediático al servicio de Podemos y de todo lo que haga daño a las instituciones y al Gobierno, han entendido que se trata de un proyecto comunista dispuesto a destruir el marco constitucional y de libertades.
Pero –me permitirán que cite mi libro «Días de ira»– el populismo tiene inmensos recursos. Y cuando ha adquirido masa crítica se instala como una opción siempre presente y seductora por una causa u otra. Por ello siempre es y será peligrosa para la democracia. Aunque tenga altibajos. El NSDAP perdió mucha fuerza en las elecciones del 6 de noviembre de 1932. Fueron más de 4 puntos de caída respecto a las elecciones en julio. Se creyó dentro y fuera de Alemania que los nacionalsocialistas de Adolf Hitler habían tocado techo y ya eran un movimiento en declive. Respiraron aliviados millones que tenían pánico a aquel partido cuyas intenciones estaban en las páginas de Mein Kampf. Parten el corazón las cartas que se escribieron en aquellos días intelectuales alemanes, judíos o no, entusiasmados con el retroceso de los nazis. Augurando ya el principio del fin de aquel siniestro histrión austriaco, cuyo voto y popularidad caería a niveles marginales de nuevo. Y que la República de Weimar se recuperaría en su vigor democrático para afrontar con energía la represión del radicalismo y la restauración del imperio de la ley y el Estado de Derecho. Creían que la pesadilla había pasado. Pobres ilusos. Cuatro meses después, en nuevas elecciones anticipadas, el NSDAP lograba el 43,9% de los votos. Con ese resultado la suerte estaba echada. Hitler era canciller. Y la tragedia estaba en marcha. En situaciones tan fluidas como aquella y como la que se avecina en España, es tan peligroso poner techos a movimientos populistas y sentimentales como poner suelo a los partidos tradicionales. Nadie crea que una encuesta o una convocatoria fallida van a acabar con el peligro totalitario que ha surgido en España para quedarse. Eso con una izquierda socialista tan errática, de vocación revanchista y fobia a la derecha, con liderazgos tan livianos como el de Pedro Sánchez. Nadie sabe qué tipo de partidos tendrá la izquierda en un futuro en el que son probables mayorías parlamentarias efímeras y elecciones mucho más frecuentes de lo deseado. Pero también la derecha habrá de retirar a quienes todavía la dirigen. E ir a una refundación que restablezca un proyecto con credibilidad y probidad suficiente para hacer frente a esa amenaza totalitaria que ya siempre va a tener la democracia española.

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