The Unending Gift

domingo, julio 26, 2015

LA PUERTA ENTREABIERTA

Por HERMANN TERTSCH
 ABC  Viernes, 17.07.15


Nadie va a cambiar a los griegos que no quieren cambiar y no pueden cumplir unas condiciones cada vez más exigentes

LAS instituciones europeas y los gobiernos de la Eurozona se han movido con prontitud. Con rapidez se han tomado las medidas necesarias para que llegue dinero fresco a Grecia. Los pasos se han dado con enorme diligencia para intentar evitar mayores sufrimientos a la población griega. Sus millones de ciudadanos no merecen sufrir. Por mucho que se hayan esforzado en elegir siempre las peores soluciones. Por seducidos que estén desde la soberbia y autocomplacencia chovinista. Por cómodos que se encuentren en el autoengaño nacionalista y narcisista. Por deshonesto que sea ese victimismo y ventajista. Nadie debe sufrir si se puede evitar. Por mucho que haya colaborado en provocar la situación que causa los sufrimientos. Pero casi dos semanas después del referéndum, y tras los momentos dramáticos de Atenas, Bruselas y Atenas de nuevo, toda la bruma de nervios, las tempestades de declaraciones y la omnipresente confusión no pueden ocultar una sensación muy extendida de que en un mes se ha roto algo en la Unión Europea. Nada va a recomponer algo que ya no está. Que desapareció. De forma definitiva. Irreversible.
No hablamos solo de Alemania, por mucho que allí haya generado especial conmoción lo sucedido. También porque la germanofobia ha alcanzado cotas de disparate inauditas. No ya en Grecia, donde se puede disculpar esa terrible desmesura y ese alarde de odio xenófobo. También en España parece la izquierda decidida a recurrir a los más primitivos mensajes. Y no solo la ultraizquierda homologada a Syriza, los neocomunistas enemigos de la sociedad abierta y libre y por tanto de la Unión Europea. También un PSOE que últimamente vota más en Europa de acuerdo con Le Pen que con el SPD. Los socialdemócratas europeos observan estupefactos la deriva de un Pedro Sánchez llamado todavía, antes de volver a no ser nadie, a hacer más daño del ya causado con la entrega de las grandes ciudades españolas a una muy lograda selección negativa que ha encumbrado al poder a lo peor de España.
En el norte de Europa se ha roto ya el tabú de la salida de Grecia como objetivo deseable. Hoy están en todas partes los que abogan por su salida. Empezando por toda Finlandia y todo el Báltico, más el ministro de Hacienda alemán, Wolfgang Schäuble. Pero también su antecesor, el socialdemócrata Peer Steinbrück, candidato a la cancillería en las pasadas elecciones federales, que lo anunció ayer. En el norte de Europa comienza a extenderse la impresión de que estos últimos años de esfuerzos y miles de millones de ayudas han sido literalmente tirados a la basura. Porque se ha intentado lo imposible, ocultar con ayudas la terrible certeza de que cabe más productividad en un taxi de Múnich que en un estadio en el Pireo. Estas pasadas semanas de sobresalto han impuesto un renovado prestigio de la sobriedad. Y de la modestia. Nadie va a cambiar a los griegos que no quieren cambiar y no pueden cumplir unas condiciones cada vez más exigentes. Grecia está fuera del euro. Ahora se trata de saber qué va a suceder con otros países que quizá tampoco quieran asumir todas las exigencias que plantea la pertenencia a ese euro que se quiere salvar, pero no en todas partes a toda costa ya. Nunca se volverá a repetir con otro país miembro este calvario y alarde de autoengaño que ha sido la gestión de la crisis griega del lustro pasado. No habrá nunca más comprensión y paciencia sin fin para incumplidores en economía ni transgresores en ideología. No se quería dejar ir a Grecia para no crear el precedente. Pero el precedente se dará. Y la puerta de salida quedará entreabierta.

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