EL «ORGULLO» DE TSIPRAS NO DA DE COMER
Por HERMANN TERTSCHEnviado Especial a Atenas
ABC Miércoles, 08.07.15
Si
no se llega a un acuerdo pronto, Grecia va a necesitar ayuda humanitaria
Cinco meses de
drama Ha llegado el momento en el que Alexis Tsipras debe enfrentarse al
dilema: «O lo tomas o lo dejas y te vas»
Una tarde de angustia
la de ayer para los griegos que casi no se atrevían a escuchar las noticias que
llegaban de Bruselas. Una angustia que previsiblemente continuará hoy. Allí
estaba su primer ministro Alexis Tsipras, al parecer con una oferta con la que
quería llegar a un acuerdo para conseguir ayuda inmediata que evitara el
colapso general de la economía. Las noticias eran todo menos tranquilizadoras
para los griegos. Había muchos nervios y confusión a la hora de interpretar las
palabras y los hechos que llegaban de una capital europea en la que se estaba
dirimiendo el futuro de millones. Todos pendientes porque de las palabras que
lleguen de allí dependen tantísimas cosas para tantísima gente que ayer y hoy
no podía ni puede hacer otra cosa que esperar para ver si hay algún tipo de
salvación, por duro que sea el camino, pero con esperanza. O si realmente se va
a producir ese colapso en el que nadie quería pensar la semana pasada, y que,
de repente, todos ven como inminente, como solo evitable por poco menos que un
milagro.
REUTERS
Un jubilado espera en la puerta
del Banco Nacional de Grecia en Atenas para cobrar su pensión
La alarma había
cundido primero cuando se habló de la estupefacción en el Eurogrupo cuando los
ministros de Finanzas comprobaron que su colega griego, Euclides Tsakalotos,
había llegado a Bruselas con las manos vacías. Después se dijo que sería
Tsipras el que llevaba la oferta. Ayer u hoy, una oferta de Grecia que viene a
ser, dicen, muy parecida a la oferta que se rechazó hace quince días. Entonces,
para qué se preguntan algunos, todo este sufrimiento de estos días. Todos
recuerdan en Grecia que el primer ministro había prometido un acuerdo para el
caso de que, como sucedió, ganara el «no» en el referéndum.
La hora de la verdad
Nadie quiere creer
que no se llegará a ese acuerdo, sea el que fuere, porque ahora ya se percibe
en Atenas una convicción generalizada de que Europa, pero especialmente Grecia,
está ante la hora de la verdad. Ahora ya, cuando se cumplen los diez días con
los bancos cerrados, cuando se ha desvanecido el último entusiasmo de la épica
de resistencia al enemigo exterior que tanto se festejó el domingo, han llegado
los días decisivos, el desenlace de cinco años de drama diario. Ha llegado el
momento en el que el primer ministro Alexis Tsipras, ya sin ningún aliado en
Europa después de su aventura nacionalista del referéndum, con 18 países muy
distintos entre sí – ya todos de acuerdo en que la conducta y actitud del gobierno
griego ha sido inaceptable–, se enfrenta al dilema en sus términos de mayor
crudeza: «O lo tomas o lo dejas y te vas».
Tsipras ha llevado en
cinco meses el drama a este punto en el que, eso sí, lleno de orgullo patrio,
después de trasladar la responsabilidad a la sociedad, tiene que ir a pedir
desesperadamente a Bruselas, a mendigar dicen algunos interlocutores en Atenas,
porque la situación económica ha llegado a un punto tan catastrófico que, si no
hay una solución acordada de urgencia, cada vez más difícil, en cuestión de
días Grecia podría necesitar, no ya un rescate financiero, sino urgente ayuda
humanitaria.
La Unión Europea
prepara de hecho ya planes para una situación de emergencia que se daría si no
se llega a un acuerdo en esos días o si un cúmulo de acontecimientos finalmente
desencadenan una situación no controlada que podría hundir en días a los
principales bancos griegos y llevaría a una situación dramática en la
asistencia alimentaria y sanitaria.
Añadido artificial
Atenas, con el pulso muy
bajo, bajo un calor que ha comenzado a apretar ya en los dos pasados días,
espera acontecimientos lejanos que afectarán a todos los griegos probablemente
para generaciones. En los barrios aun casi ricos, como Kolonaki, tanto en los
pobres, que son ya casi todos los demás, se ha instalado entre la gente en las
terrazas un ambiente de miedo resignado en el que nadie quiere hablar de lo que
cada vez resulta más probable: una salida del euro y así una situación para
muchos de inmensa soledad. Porque por mucho que se haya vilipendiado al resto
de los europeos, y especialmente a los alemanes, los griegos sí se han
considerado todas estas décadas como parte de la Europa occidental
desarrollada, de la que en rigor nunca fueron parte más que como un añadido artificial
por motivos geoestratégicos del siglo XX.
Igual que en el siglo
XIX, ocuparon un lugar privilegiado entre todos los países balcánicos en los
corazones de las potencias de Europa occidental. En estas horas dramáticas, la
Grecia, tanto tiempo mimada por Europa, ha dejado de serlo, se siente frágil,
pobre y herida. Espera aun que no pase lo que hace unos días decía desafiante
que nada le importaba asumir. Y que sin embargo teme porque sabe que aun tiene
mucho que perder.
Impedir el estado fallido
La situación es dramática. El
tercer rescate es absolutamente necesario. Pero Tsipras ha logrado que Europa
se haya dado cuenta de que Grecia es insoportable. El factor que hace que, pese
a ello, persistan las reservas a que salga Grecia del euro es el temor al
estado fallido. Es justificado. Lo subraya Yorgos Kumutsakos, un diplomático,
un liberal de Nueva Democracia, uno de los líderes llamados a tomar el testigo de
la desprestigiada vieja guardia que se va con un Samarás que dimitió después
del referéndum. Kumutsakos recuerda que el presidente Konstantino Karamanlis
siempre habló del anclaje europeo como fuente de prosperidad, de democracia y
seguridad geopolítica y estratégica. Los tres aspectos se ven amenazados. La
OTAN y la UE no podrán gestionar un estado fallido tan cerca de tanto drama,
con Siria en pleno estallido, todo Oriente Medio desestabilizado, un norte de
África amenazante con el islamismo y la inmigración que entra masivamente por
las islas y unos Balcanes en los que retorna el nacionalismo al alejarse la
esperanza europea. Una Grecia estable y alineada en la defensa común ha sido
una joya valorada por Occidente. También eso está en peligro.
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