TSIPRAS ACABA CON LA GRECIA LIBERAL Y DE ECONOMÍA DE MERCADO
Por HERMANN TERTSCHEnviado Especial a Atenas
ABC Jueves, 09.07.15
Se agota el tiempo para Grecia La decepción
El primer ministro griego se apoya cada vez más en la
juventud urbana y cultiva un discurso nacionalcomunista
Contra el chantaje de la UE «Estoy preocupada,
pero no aguanto más por dignidad. Mejor pobres que esclavos, estaremos mejor
con nuestra moneda», dice una joven ateniense
En momentos tan
dramáticos y angustiosos, tan trascendentes como los que atraviesa la sociedad
griega estos días, las realidades y las fabulaciones se confunden con opiniones
y sentimientos hasta generar una cacofonía en la que casi nadie sabe ya qué
pensar. En Atenas había ayer gente que decía tener confianza en que habría un
acuerdo entre Grecia y el Eurogrupo. En realidad es puro voluntarismo. Nadie
quiere creer que la pesadilla es posible. Nadie quiere pensar que ya es hasta
probable, al menos para las agencias calificadoras y observadores exteriores,
que el lunes Grecia inicie su andadura fuera del euro. Tampoco lo quieren creer
los que aún vierten su indignación contra Europa y ya se sienten irritados
hasta al ver a periodistas extranjeros por el centro de Atenas. Ya no es
infrecuente escuchar proclamas a viva voz de desprecio a Europa y deseos de que
se hunda.
El discurso populista
ha arraigado. Pero sus mitos no pueden con la terca realidad y los bancos
seguían ayer cerrados y lo estarán ya hasta el lunes próximo al menos, pese a
todas las rimbombantes promesas del primer ministro Alexis Tsipras y su dimitido
ministro Yanis Varufakis. Y dicen que la semana próxima ya no se podrá sacar
más que 60 euros a la semana y no al día como hasta ahora. Hoy saldrán a la
calle los derrotados del domingo, todos los que creen que la salvación de
Grecia está dentro de la Unión Europea y que todos los sacrificios necesarios
merecen la pena porque toda alternativa es terrible. Las trincheras entre unos
y otros, entre un miedo y el otro, se comenzaron a cavar antes del referéndum.
Cada vez son más profundas.
Medidas más concretas
El primer ministro
anunció en Atenas que ya estaba en Bruselas su solicitud oficial de un tercer
rescate para Grecia. Y que en ella expresa su disposición a medidas fiscales y
reformas reales y sostenibles, como reza su lenguaje habitual. Siempre para
diferenciar sus medidas de las de la denostada «austeridad», palabra maldita.
Aunque nadie informado ignora que las medidas de Tsipras tendrán que ser muy
parecidas a las que ha rechazado consistentemente. Hasta llevar a su país en
cinco meses adonde nadie creía que habría de llegar. Mañana llegarán a Bruselas
esas propuestas, que habrán de ser mucho más concretas de lo habido hasta
ahora. Porque lo que la desgraciada cumbre del martes sí ha logrado es generar
una certeza de que Grecia está ante el inmediato desenlace del drama que ya se
prolonga un lustro.
El anuncio fue bien
claro. El viernes se esperan las propuestas del Gobierno griego. Si el domingo
el Consejo Europeo no las considera satisfactorias, el lunes comenzará a
aplicarse el escenario preparado para la salida de Grecia del euro. Las
consecuencias e implicaciones de este desastre para el proceso de unión en
Europa aún no están claras para nadie. Pero los devastadores efectos sobre la
economía, la sociedad y la vida en Grecia son tan previsibles como terribles.
Muchos griegos están profundamente angustiados y atemorizados ante el futuro. Y
sin embargo, son muchos lo griegos que se cierran a esta evidencia.
La joven Katerina
ante el supermercado dice que prefiere salirse del euro para demostrar a los
alemanes que los griegos no se doblegan. Una mujer, Sotiria, pregunta si
alguien cree que puede ser peor que lo vivido en estos pasados cinco años. Y
nadie le dice que, por supuesto, será muchísimo peor. Pero si algo ha
conseguido el populismo de extrema izquierda en este hasta ahora su principal
campo de experimentación y éxito en Europa es convencer a la gente de que no
tienen nada que perder. Han conseguido que la palabra austeridad sea maldita y
en el otrora muy burgués barrio de Exargia, del que radicales y autónomos han
expulsado a los vecinos que tenían dinero para irse y no soportar la permanente
agitación callejera y acosos ideológicos, no se encuentra a ningún joven que
prefiera un plan racional de reformas y reestructuración de acuerdo con la
instituciones europeas. Panos: «Yo trabajo en un café. Estaremos mejor fuera
del euro, seremos más competitivos». María: «Estoy preocupada pero no aguanto
más por dignidad. Mejor pobres que esclavos». Nikos: «Si nos chantajea la UE no
queremos pertenecer a ella». Fotis: «Con nuestra propia moneda empezaremos de
cero y seremos amos de lo nuestro». Los jóvenes que no iban habitualmente a
votar acudieron en masa al referéndum del domingo para mostrar su rabia, su
desprecio a Europa y a sus reglas. Pero también su plena identificación con un
profundo nacionalismo desde la extrema izquierda que viene a ser un
nacionalcomunismo firmemente instalado en la juventud urbana.
Una pareja contempla el atardecer ateniense desde la colina Licabeto
Frente a esta
juventud radicalizada, los griegos moderados que aspiran a mantener una sociedad
abierta, liberal y con economía de mercado cada vez más desarrollada e
integrada en Europa, ven como se hunden todos sus sueños. Y cada vez se hace
más posible lo que para ellos es la pesadilla de una Grecia aislada con un
régimen izquierdista resentido, hostil a Europa, colectivista y restrictivo en
las libertades individuales.
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