LA TASCA SUPREMA
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 24.07.15
Rajoy y Sarkozy parecen hacer planes creyendo que Europa
tiene todo el tiempo del mundo para sus planes personales
NICOLAS Sarkozy
estuvo hace poco en Madrid invitado por Mariano Rajoy. Una de las principales
razones de este viaje debió de ser ir juntos a comer a la Tasca Suprema en la
calle Argensola. Allí en la última mesa, el soriano Fernando y su hijo José los
tratarían, estamos seguros, de miedo. A Rajoy lo tratan tan bien allí desde que
era jefe de la oposición. Acudía muy asiduamente con su jefa de prensa y su
escudero mochilero y hacían larga sobremesa, puro va, puro viene. ¡Qué tiempos!
Nunca ha tenido prisas ni agobios nuestro presidente, ya célebre por declararse
«cómodo y tranquilo» hasta el pasado 25 de mayo, el día en que miles de
miembros de su partido habían perdido el cargo y el trabajo. Y escuchaban sin
dar crédito a su jefe, embargados todos ellos por un miedo existencial que
pronto contagiaron a millones de españoles. Porque aquel fue también el día en
que la mayoría de las ciudades de España habían caído en manos de una marabunta
bárbara de comunistas, radicales e iluminados que, como era previsible, ya ha
lanzado las primeras oleadas de agresiones contra todos los españoles que no
comparten ni aplauden sus delirios. Cuando tantos datos económicos nos dicen
que España podría consolidar un periodo de crecimiento para solventar algunos
de sus principales problemas, todo apunta a que el desprecio a la política de
Rajoy se vengará en los españoles. La política irracional que se anuncia
triunfante abortará nuestra recuperación y dará un gravísimo golpe, quién sabe
si de gracia, al proceso de unidad europea y al euro. Soberbia, inanidad e
indolencia han abierto las puertas a los nuevos bárbaros que, si se imponen,
sacarán definitivamente a Europa de sus cuadernas. Y el norte se irá con
Alemania y el sur se desperdigará, fracasado, precario y peligroso.
Algunos no parecen
ver los peligros. O creen que tienen toda una vida por delante. Algunos
malvados pensarían en que el expresidente francés vino a Madrid a explicarle a
Rajoy cómo sobrevive uno a una catástrofe electoral de las de verdad, de las
que afectan a uno mismo, personalmente, no de las que liquidan a los pringaos
de los ayuntamientos y a los barones. Quizás, habrán dicho, Rajoy esté
preparando ya, con ayuda de Sarkozy, su retorno como candidato del PP para el
año 2020. Tras cuatro años de oposición. O quizás no le importe perder esas
también y espere al 2024. Sin prisa. Porque sería un chiste que Rajoy sueñe con
gobernar él la próxima legislatura. Aunque lo pueda hacer el PP en milagrosa
coalición con Ciudadanos. Sarkozy salió muy por la puerta de atrás del Elíseo
en el 2012. Tras una presidencia de la República que perdió rotunda y
merecidamente después de un mandato sin cumplir nada de lo prometido ni haber
hecho nada de lo necesario. Sarkozy no tiene planes para Francia, un país
esclerótico que ha fracasado ya en la apuesta de mantener un tándem con
Alemania como núcleo duro del euro y de la UE. Tiene el plan de echar a
Hollande y ponerse él. Su principal apuesta ideológica ha sido cambiar el
nombre de su partido, de UMP a Republicanos, y dejar que sus dirigentes viajen
a Crimea para celebrar a Putin. Y disputar a Le Pen algunos de los millones que
el Kremlin reparte entre partidos en Francia y el resto de Europa. Con esos
mimbres políticos e ideológicos, es decir ningunos, Rajoy y Sarkozy parecen
hacer planes creyendo que Europa tiene todo el tiempo del mundo para sus planes
personales. Como una sobremesa en la Tasca Suprema. Y lo cierto es que España y
Francia están en periodo de descuento. Como lo está Europa entera.
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