A VUELTAS CON LA ISLAMOFOBIA
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 25.08.15
Incapaces de tomar decisiones eficaces, solo hay peleas
paralizantes en la UE
LA islamofobia es el
odio a todo lo musulmán por su relación con la religión o la cultura del islam.
Como todo odio a una religión y prejuicio contra seres humanos inocentes por
ser creyentes o miembros de una cultura, la islamofobia, nadie lo duda, es una
aberración, un fenómeno absurdo, injusto y esencialmente malvado. Al margen de
las opiniones sobre el islam como religión o cultura. Nadie lo discute salvo
quienes la padecen. Dicho eso, resulta grotesco que cada vez que se produce un
intento de atentado o una consumada salvajada por parte del islamismo, nos
mortifiquen a los occidentales con la letanía de la islamofobia. Como si fuera
la más grave amenaza sobre nuestras cabezas. La islamofobia, de momento, no
mata. En Europa, desde el asedio de Viena en 1683. Por el contrario son muchos
miles los muertos adjudicables a la cristianofobia, a la judeofobia o
simplemente a la fobia al mundo occidental y a la civilización. Aquí siempre
matan los mismos. Nunca son islamófobos, siempre islamistas. La islamofobia
solo ruge en el seno del islam donde sus corrientes y sectas se matan con tanta
crueldad y entusiasmo como en el medievo. Europa ha acogido a muchos millones
de musulmanes que han encontrado aquí el bienestar, la seguridad y la
esperanza. Han logrado en Europa un profundo respeto a su dignidad como
personas y como comunidades. Todo lo que se les negaba en sus países de origen
que bajo el dominio cultural y religioso del islam son, con muy pocas y
cuestionadas excepciones, unas sociedades subdesarrolladas y estados fracasados
y despóticos.
No se han topado con islamofobia, sino con una inmensa
generosidad que, nadie lo dude, solo son capaces de ofrecer las sociedades de
raíces culturales en la religión cristiana. Como de hecho sucede ahora otra vez
con esta crisis de unos refugiados que, nadie olvide, proceden en su inmensa
mayoría de países musulmanes, ya africanos ya de Oriente Medio o Asia. Muchos
no son conscientes de las dimensiones que han adoptado estos acontecimientos.
En muchos lugares del norte de Europa se producen de un día al otro cambios
colosales en la estructura de población. Pueblos de unos centenares de
habitantes y sin extranjeros amanecen con un 20 por ciento de población de
hombres jóvenes africanos deambulando por calles y plazas. Otros con la plaza
alfombrada con sirios y libios orando de cara a la Meca. Con todos los
servicios asistenciales colapsados. Con peleas de clanes y conflictos entre
refugiados de diversas procedencias. Y quien se irrite o tenga miedo o se
moleste u ofenda, que se aguante. Porque los políticos y las gentes que viven
en los barrios nobles de las ciudades están muy vigilantes y a la menor
protesta tachan a los vecinos de racistas, islamófobos y hasta nazis. Y los
racistas y nazis de verdad, aun muy pocos, intentan pescar en este río de
emociones. Ellos dicen entender los temores, sentimientos de abandono y profunda
rabia. Frente a la arrogante corrección de la clase política democrática. Han
comenzado a arder casas en las que había albergados refugiados. La situación es
alarmante, sí. Y empeorará. Porque la UE no tiene decisión, unidad ni coraje
para las grandes decisiones contra las mafias y estados fallidos o canallas,
refuerzo de fronteras exteriores y ofensiva disuasoria exterior. Porque no se
repatría y se otorga así el mismo derecho a quienes son refugiados y quienes no
lo son. Porque consiguientemente el efecto llamada es inmenso. Incapaces de
tomar decisiones eficaces, solo hay peleas paralizantes en la UE y, eso sí,
mucha consigna contra algo que no ha existido y que solo con su política inane
lograrán convertir en un fenómeno político: la islamofobia. Pero nadie se
engañe; si llega, la islamofobia no llegará sola.
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