EL DISLATE MIGRATORIO
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 07.08.15
El reparto de cuotas no sirve sino para brindar un penoso
espectáculo de mezquindad
OTRA vez se llenan
las pantallas de televisión en Europa de lo que más nos desagrada. De imágenes
de muertos y medio muertos recogidos en alta mar por la Armada italiana o por
barcos de organizaciones humanitarias. Duele e irrita ver las imágenes. Todos
se sienten un poco mal. Todos dicen que es intolerable. Pero salvo los
artistas, periodistas y presentadores estrella de la izquierda española que
aseguran alojar todos ellos a muchos inmigrantes del Tercer Mundo en sus
lujosos hogares, nadie parece muy dispuesto a abrirles la puerta de su casa, ni
siquiera de su barrio o su pueblo. Huidos de Asia, África y Oriente Medio que,
por muchos y diversos motivos, han decidido que por llegar al bienestar europeo
bien vale la pena arriesgar la vida. Y están convencidos de que una vez en
Europa nadie los echará atrás. Los traficantes ya se ocupan de hacer esa publicidad
y contar las bienaventuranzas de Europa. Algunos de los cebos son hasta
ciertos. En muchos países apenas se repatría a nadie. En algunos, véase
Alemania, el dinero «de bolsillo» que reciben desde el primer día y ya para
siempre es mucho más que lo que jamás ganarían en sus países de origen. Unos
huyen por tanto de la guerra, otros de los estados fallidos y su miseria, y
otros quieren una vida mejor. Unos tienen derecho en Europa a asilo, y otros
no. Pero todos tienen motivos lógicos y legítimos para querer prosperar lejos
de sus países de origen. Esta nueva oleada de inmigración que se ha puesto en
marcha hacia Europa tiene una peculiaridad peligrosa. A nadie se le ocurre ya
la llegada a Europa por vías legales. Y Europa ha fomentado esta deriva hacia
la ilegalidad absoluta al convertir esta llegada, como describía un miembro de
una organización de ayuda, en una yincana en la que las autoridades ponen
obstáculos sin cesar, pero prometen que, si se superan ilegalmente todos, se
obtiene el premio de la permanente estancia – legal o ilegal, da igual–. Eso
sí, hay que jugarse la vida. Y miles o decenas de miles la pierden todos los
años. Con el hundimiento de Libia en el caos de banderías y piratas, los
traficantes tienen por primera vez centenares de kilómetros de costa como
puerto y playa propia al Mediterráneo. Mientras Libia siga así, la insoportable
situación no tiene remedio. Se iba a hacer hace meses. No se hizo nada.
El reparto de cuotas
entre los países europeos no sirve sino para brindar un penoso espectáculo de
mezquindad. En el que siempre es Alemania la que con muchísima diferencia más
inmigrantes acoge. Para ver después cómo en otros países mezquinos al máximo
como España se montan manipulaciones para presentar a Merkel como una cruel
bruja que disfruta haciendo llorar a las niñas del Tercer Mundo. La crisis de
la inmigración puede dinamitar la unidad europea tanto como el drama no
resuelto del euro. Todo es cortoplacismo e hipocresía y nadie tiene el coraje
de explicar que es necesaria una política común con financiación masiva. No
solo para intervenir en Libia. También para crear un sistema unificado de
tramitación que lleve realmente a una repatriación rápida de todo el que no
cumpla los criterios. Para quebrar así en los países de origen el efecto
llamada, causado por la política europea mantenida hasta ahora y por la
publicidad de los traficantes. Pero como nadie en Europa tendrá coraje para
imponer esta política, lo más probable es que sigan llegando sin control y de
forma masiva, aumenten las tensiones con la población autóctona, surja el
racismo real y los conflictos urbanos y las formas autoritarias. Y así las
sociedades ansiadas por estos inmigrantes se irán lentamente pareciendo cada
vez más a las sociedades de las que huyeron.
0 comment(s):
Post a comment
<< Home