CARMONA COMO SÍNTOMA
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 04.08.15
Con España abocada a perder la estabilidad política e institucional, qué menos que entretenernos con la suerte
de Antonio Miguel Carmona
DESEARLE
a alguien que viva en tiempos interesantes es una vieja maldición china. No hay
interés que supere al que generan acontecimientos en los que se dirimen vida o
muerte, fortuna o miseria, libertad o esclavitud. En Europa, la última época
«aburrida» más larga podemos situarla entre la Guerra Franco-Prusiana de 1871 y
la Primera Guerra Mundial. En aquellos años no hubo sino casi exclusivamente
buenas noticias. Lo que según sabemos no son noticias. Los europeos
occidentales tienden hoy a recordar como buena época sin noticias interesantes
la Guerra Fría. Eso se debe a nuestra piadosa memoria selectiva, que olvida
muchos y graves sobresaltos. En todo caso, hoy estamos otra vez de bruces en
tiempos interesantísimos en los que la amenaza del fin del euro es tan real
como la posibilidad de una descomposición de la Unión Europea y una vuelta a
estados nacionales quizás agresivos y con disputas entre ellos. Son tiempos en
los que nadie puede excluir que a Vladímir Putin se le vaya del todo la pinza y
lleve su política de agresión hasta un extremo en el que la OTAN tenga que
responder. Tiempos en los que a nadie le debería parecer un disparate que la
inmigración descontrolada por mar y tierra puede llegar a tener características
de invasión con el colapso del orden público en regiones enteras. Cuando es
hasta probable que la confusión y las tensiones entre los 28 países europeos
por esta inmigración tan irregularmente repartida lleve a peligrosos
conflictos. Por no hablar de la cada vez más plausible imposición de dos euros
diferentes. O lo más realista, un euro de núcleo duro septentrional y diversos
países meridionales en retorno a su moneda nacional. Esté Francia en un grupo o
en otro, decidirá si se da por muerta o no la idea misma de la Unión Europea.
Por no hablar del desprestigio general de las ideas que confieren la fuerza a
este proyecto europeo. Que son las mismas que sustentan el mantenimiento y la
defensa de las democracias liberales. Frente a estas ideas, por las que cada
vez menos europeos parecen dispuestos a luchar y menos a morir, surgen otras
con brutal energía, otras fuerzas, unas viejas, otras nuevas, como el
populismo, el nacionalismo y el islamismo yihadista. Este hace hervir en todo
el continente a una juventud musulmana que, tan decepcionada como el resto de
sus coetáneos europeos, tiene una alternativa ideológico-religiosa al vacío y
al cinismo. Que está en el sacrificio a la causa del odio en nombre de Alá.
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