SABIOS, MONOSABIOS Y EL AUSGLEICH
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 11.08.15
Los sabios del PSOE parecen aprender historia de los
historiadores catalanes Josep Fontana o Jordi Bilbeny
RESULTA que el PSOE
tiene sabios. Nadie lo hubiera dicho viendo cómo le va. Pero sí, los tiene y
han sobresaltado nuestra somnolencia agosteña. Nos dicen los sabios del PSOE
que el problema de Cataluña tiene fácil solución. Porque se debe a que no
hacemos honor y gala a todo lo singulares que son. Resulta que todo este drama
del desafío al Estado de Derecho, de los preparativos avanzados de la sedición,
del gasto de dinero público en generar desafección de la Constitución y a
España, la coordinación entre separatistas y ultraizquierdistas con los cargos
públicos de la Generalidad de Cataluña para un golpe de Estado, todo es un
déficit de atención. Es culpa nuestra. No hacemos caso a Cataluña y así
empujamos a sus representantes al delito y crimen de Estado. A esta conclusión
ha llegado el equipo de sabios socialistas al que pagan por su sesudo
reflexionar.
Los sabios del PSOE
parecen aprender historia de los historiadores catalanes Josep Fontana o Jordi Bilbeny. Representan el delirio actual del proceso nacionalista
catalán. Muy parecido a las ensoñaciones teutónicas del nazismo. Pero lo que
alarma es que los sabios llegan a conclusiones parecidas a los dos mamarrachos.
Y parezcan monosabios, que ayudan a picadores separatistas de mala intención.
Aunque se pronuncien con más pudor y mesura. Los monosabios socialistas han
decidido que los catalanes son especiales en una comunidad de destino muy
especial. No son españoles normales como los andaluces o castellanos, como los
gallegos o asturianos o cántabros, ni siquiera como los vascos. Por eso la
Constitución española no será justa, dicen, mientras no haga mención expresa a
lo muy especiales que son los catalanes y a todos los tratos especiales que
requiere su especial carácter, calidad y naturaleza. Con un añadido sobre lo
agradecidos que están los españoles vulgares de poder compartir al menos esa
vaga techumbre constitucional con gentes tan principales como los catalanes.
Por eso han de tener un estatus especial del desigual. Así tolerarán una laxa
relación con los otros españoles, iguales entre sí en su carácter menor.
Estas federaciones
asimétricas, alego humildemente, son mal asunto. Miren el ejemplo de Hungría en
el Imperio austrohúngaro. Tras el aplastamiento de la revolución de 1848 volvió
el orden, la convivencia y prosperidad a todo el Imperio KuK. Salvo a Hungría,
donde nobles y burgueses, ahítos de chovinismo, no dejaron de presionar a Viena
para lograr un trato y estatus especial en el Imperio. Para sentirse cómodos.
En 1867, Francisco José I cometió el peor error de sus 68 años en el trono, que
fue aceptar el llamado Ausgleich, que convertía a Hungría en un reino
prácticamente autónomo dentro del Imperio. Los efectos fueron devastadores.
Budapest comenzó a aplastar a sus minorías, que habían gozado de la protección
de Viena. Destruyó el respeto mutuo entre la casa austriaca y los pueblos
eslavos. Impuso la inmersión y la supremacía del húngaro y lo húngaro en sus
territorios. Destruido el concepto de igualdad incondicional de todos los
ciudadanos y territorios, se dispararon los enfrentamientos y los agravios y odios
hacia Viena. El desprecio a la ley que consagraba la desigualdad del Ausgleich
se convirtió en desprecio a toda ley emanada de Viena y destruyó la restante
lealtad al Imperio.
Aquí, dar rango constitucional al trato
privilegiado a Cataluña dinamitaría respeto, cohesión y lealtad al Estado,
promovería revisión de fronteras interiores, destruiría la igualdad entre
españoles y acabaría con la democracia. Al final, unas partes se tendrían que
defender frente a otras con apetitos territoriales y minorías que las
sustentan. En pleno caos y colapso. Por la fuerza y con violencia. Nos proponen
1867, pero sería 1914-1918. La desaparición del Imperio del Águila bicéfala,
perdón, de España.
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