UNA ALEMANIA UNIDA BAJO LA BATUTA DE MERKEL LIDERA EUROPA Y SE ABRE AL MUNDO
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Lunes, 05.10.15
La canciller intenta siempre consensuar sus decisiones con
los socios europeos
Hace 25 años Se produjo en realidad la absorción de un estado comunista fallido
Preparados Su educación en la memoria permite a Alemania no caer en populismos
Los alemanes, ese
pueblo del medio, una nación sin fronteras y de horizontes; los alemanes, tan
admirados como temidos, nunca queridos como quisieran, han conmovido, han
aterrorizado, espantado, sorprendido y fascinado al mundo desde mucho antes que
se unieron en un solo estado. Los alemanes, el único pueblo que reúne la
profundidad del alma del ruso y el formato y criterio del francés, decía
Friedrich Schiller, uno de los grandes caudillos literarios de una de las ideas
supremas del devenir alemán, el romanticismo, cuna del pensamiento y
sentimiento de mayor calado y consecuencias en la vida de los pueblos europeos
en los últimos siglos. Y fuente inagotable de tragedias. Irrumpió en la
historia como Estado Nación hace muy poco, en 1871, tras humillar a su mortal
enemigo, Francia. Que es su hermano odiado con el que partió la herencia de
Carlomagno a lo largo del Rin. Contra él se batió en mil guerras. En dos tuvo
Francia consigo al resto del mundo y Alemania sufrió sendas derrotas
devastadoras y sucumbió en un infierno hasta su práctica desaparición.
Merkel y el presidente del Parlamento, Norbert Lammert
Y sin embargo ahí
está de nuevo, más fuerte que nunca, más sólida, más abierta, más entera.
Alemania ha determinado el desarrollo del continente europeo en el siglo pasado
como ningún otro pueblo. Ha mostrado facetas que aun muchas décadas después
hielan la sangre. Pero los alemanes de las nuevas generaciones se han ganado el
respeto, la conciliación y la confianza con la labor más digna e implacable de
autocrítica jamás habida, de introspección, lamento y luto por los crímenes
cometidos en su nombre. Siempre serán vistos de forma muy diferente y juzgados
de otra forma que todos los demás pueblos y ellos lo saben. Pero también ellos
mismos se juzgan como ningún pueblo lo hace, en su permanente observación e inquietud
por sí mismos. Como decía el conde Christian von Krockow, historiador gran
experto de Prusia, a los alemanes no les mueve solo el deseo y la ambición, la
ansiedad por mejorar y progresar hacia el futuro, sino también el miedo, la
poca confianza en que lo existente sea duradero. Han ansiado aislamientos.
Imposibles con sus numerosas fronteras y vecinos. Han ansiado siempre armonía.
Muchas veces han querido pasar inadvertidos, lo que no les permiten tamaño,
fuerza, empuje, disciplina y creatividad y éxito. Siempre han vagado entre el
este y el oeste, entre el alma rusa y la razón francesa.
Llegó lo imposible
Hace un cuarto de
siglo sucedió lo que algunos, apenas un año antes, calificaban de un imposible
total, la unificación de Alemania. En realidad lo que produjo aquel 3 de
octubre fue la absorción de un estado alemán oriental, que tras el hundimiento
del régimen comunista había quedado sin razón de existir, por una República
Federal de Alemania occidental que desde 1949 tenía el mandato constitucional
de perseguir esa unidad por mucho que sus habitantes perdieran su fe en ella.
Al crearse la República Federal la unidad alemana perseguida aún incluía todos
los territorios perdidos al este del río Odra que hoy son parte de Rusia y
Polonia. Alemania renunció a revanchas y reconquistas. Asumió todas las
pérdidas como el precio de su propia locura. Y por medio de la introspección,
de la educación en la memoria y el luto y la verdad histórica por cruel que
fuera, ha logrado tener una sociedad con más defensas frente a las grandes
tentaciones políticas de lo fácil, frente al populismo y la autoconmiseración
que alimentan el veneno del nacionalismo.
Europa de la crisis
En la Europa actual
zarandeada por la crisis de la economía, del miedo a la globalización, de las
identidades reactivas, Alemania muestra mayor sosiego y responsabilidad que la
mayoría. También ha sido así con sus gobernantes. La RFA muestra una secuencia
ininterrumpida de cancilleres, cristianodemócratas y socialdemócratas que
siempre estuvieron a la altura de las circunstancias históricas. La actual
canciller Angela Merkel llegó de forma muy discreta y es ya una de las máximas
figuras históricas supremas. Su liderazgo en Alemania y en Europa ha insistido
siempre en evitar aristas y actuaciones solitarias que pudieran hacer temer a
los socios un desprecio a sus intereses. Tan solo ahora en la crisis de la
inmigración ha sorprendido Merkel con una actuación, la de una apuesta
considerada voluntarista por muchos, que ha roto drásticamente con sus hábitos.
Dicen que es una
caída de Merkel en la muy alemana pasión por la épica. Desde la primacía de la
razón en la crisis de Grecia a la supremacía de la pasión en la crisis de la
inmigración. Merkel cae en la tentación alemana de echarse al hombro la historia.
No otra cosa es su deseo de integrar en Europa a todos los refugiados que lo
soliciten.
Rüdiger Safranski en
su libro «Romanticismo, un asunto alemán», recorre el pensamiento alemán, el
romanticismo y el idealismo alemán que tanta emoción y grandeza como peligros
encierra. Que los alemanes vagan aun entre razón e ideal es cierto y explica
muchas de las grandes conquistas de la Alemania democrática. Y algún que otro
disparate. Señalaba Sebastian Haffner, que la Alemania de hoy se aleja con cada
día de la que causaba terror a sus vecinos. Lleva 70 años anclada en Occidente.
Y, sin embargo, ahí sigue, como decía aquel personaje de Schiller, entre la
razón francesa y el alma rusa.
Ambiente de fiesta en Frankfurt para la celebración de la unidad
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