DE LA PARIDA A LA GUERRA IDEOLÓGICA
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 25.12.15
Convirtiendo la Cabalgata en un sucedáneo de Carnaval se
quiere matar identidad
NO estuvo fina la
jefa de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid al bromear sobre la «ocurrencia»
de Podemos, Ahora Madrid y demás marcas asociadas, de organizar en ciertos
distritos unas Cabalgatas de Reyes Magos con la participación de «reinas magas»
este año. Y con mágicas reinonas el próximo, no lo duden. Esperanza Aguirre
dijo que le «gusta la paridad pero no las paridas». Ingenioso pero
desafortunado juego de palabras. Porque se trata de algo mucho más grave. Se
trata de convertir el acto de tradición religiosa en una bufonada. Y tiene la
misma intención que tenían las profanaciones de tumbas en los conventos
madrileños ya en 1931, la mofa y la ridiculización de las creencias e ideas de
los sectores sociales a destruir. Después se pusieron las cosas peor.
Esto ahora acaba de
empezar. Las faltas de respeto van a llover. También cosas peores. Llueven
desde hace tiempo y se aceptan y toleran como una fatalidad más de las manías
inevitables de una izquierda que necesita reafirmarse en lo mucho que desprecia
y odia al discrepante y las ideas, creencias y tradiciones ajenas. Convirtiendo
la Cabalgata en un sucedáneo de Gay Parade, Carnaval o Halloween se quiere
matar identidad. Como con el veto al recuerdo de todos los escritores no
marxistas del siglo XX, como con la toponimia que pretende que el español jamás
estuvo presente en regiones como la vasca y la catalana. Y la transformación de
lugares históricos, la «memoria histórica» y la cultura religiosa. Se trata de
borrar pasado para inventarlo. Se quiere que las nuevas generaciones no
conozcan nada que ponga en peligro el relato leninista de la historia, la larga
retahíla de mentiras en consignas que forman la «Weltanschauung» que la
izquierda quiere imponer sin rival, contraste ni alternativa. Jamás se habrían
convertido en semejante amenaza sin la campaña mediática en favor del proyecto
extremista totalitario de Podemos. Que fue liderada por la cadena que, mientras
otras se hundían, era salvada de la quiebra gracias a las afinidades electivas
de la vicepresidenta del Gobierno del PP en el siniestro y voraz sanedrín de
ese grupo. El resultado de todo ello es que España se halla ahora en una
situación de peligro extremo para su estabilidad, seguridad y convivencia. Y se
debe en gran medida a que los enemigos del Estado han contado con un apoyo
televisivo para su lanzamiento y lucha política como en Europa solo ha gozado
Silvio Berlusconi.
Este triunfó gracias
a unas televisiones que eran de su propiedad. En España lo ha hecho Podemos con
medios que puso a su disposición el Gobierno del PP. El inmenso daño está hecho
y el proceso golpista de extrema izquierda y separatismo entra ahora en fase
intensa de guerra ideológica. Y que solo puede concluir de dos formas. Una es
que la izquierda rupturista y revanchista, que hoy es la izquierda mayoritaria
en España, entierre la Constitución de 1978 en un proceso constituyente
controlado por ellos, que dejará prácticamente fuera de la ley a todas las
fuerzas consideradas «no progresistas». Ya veremos después adónde nos lleva la
incompatibilidad absoluta de la política nacional con una Unión Europea cada vez
más inestable e incapaz de lidiar con todos los focos internos de conflicto. La
otra es que esa ofensiva golpista sea derrotada por fuerzas democráticas que,
en una reacción de unidad improbable, sofocan esa ruptura hacia el proceso
constituyente de corte chavista. El PSOE tiene el corazón partido. Le gustaría
estar, como siempre, en ambas aventuras, en la legalidad institucional y en el
frenesí revolucionario. En los salones de gobierno y en las brigadas del
amanecer. No se puede. Pero Pedro Sánchez, el hombre de la autoestima
dislocada, lo va a intentar.
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