The Unending Gift

viernes, diciembre 18, 2015

EL EXTREMISMO DE LA VERDAD

 Por HERMANN TERTSCH
  ABC  Viernes, 18.12.15


 Otra vez resuena rotunda la orden de la omnipresente izquierda mediática de que «no pasa nada»

AL final serán muy poquitos otra vez los que defiendan en España la verdad evidente. Y otra vez serán ellos los tachados de extremistas. No los que hacen permanente apología de la agresión. Los que han adoctrinado ya camadas enteras de jóvenes violentos. No los que aplauden desde ayuntamientos de Madrid y Barcelona a delincuentes agresores condenados como Alfon, héroe antifascista para Pablo Iglesias. Ni los que expresan admiración por los etarras condenados o fugados. Ni los que, con pingües beneficios, han asesorado a regímenes criminales en la agresión contra sus pueblos en América. Ni quienes llenaban las redes sociales con mensajes que exigían la muerte o la tortura de políticos del PP y hoy tienen cargos públicos. No. Los extremistas serán los que se atrevan a recordar y denunciar lo que ha sucedido en España estos años con la banalización y aceptación de la violencia por gran parte de la izquierda. Los que denuncien a quienes llaman a acosar parlamentos, a vapulear a policías y a «escrachear» hasta a sus domicilios a políticos y ciudadanos. Serán tachados de extremistas quienes se atrevan a recordar que, desde el sábado 13 de marzo de 2004, en la izquierda se ha celebrado y considerado una y otra vez como un arma legítima el asedio a las sedes del Partido Popular. Un arma utilizada con rotundo éxito en aquella aventura golpista. Allí estaban gentes como Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Iñaki Gabilondo y Antonio Ferreras y tantos otros fontaneros que ahora caminan juntos otra vez en una nueva operación de intimidación de media España. No serán tachados de extremistas quienes han convertido cadenas de televisión nacionales, de un duopolio que existe gracias al PP, en permanentes altavoces de un mensaje que criminaliza, deshumaniza y ridiculiza a todos los españoles que defiendan posiciones que no sean de izquierdas. De un mensaje que pretende despojar de derechos a esa media España que no piensa como ellos con el pretexto de que son los herederos del franquismo. Que defiende que todo mal que suceda a esos «fascistas» es mera justicia histórica. Que proclama la hora de la revancha guerracivilista de Zapatero, clave del retorno de España a la total anomalía política y cultural en Europa.
Otra vez resuena rotunda la orden de la omnipresente izquierda mediática de que «no pasa nada», porque un niño le pegue un manotazo al presidente. El eco de los demás, con la gran comunidad pastueña de la derecha a la cabeza, se conoce: «A la orden». «Dejémonos de líos». Con prisa y obsequiosidad ha negado la verdad el propio agredido. Tenía la oportunidad y obligación de advertir sobre el peligro de la trivialización permanente de la violencia que hace la izquierda extrema de Podemos y que acepta la izquierda menos extrema del PSOE. Tenía que haber denunciado al agresor en los tribunales, en ejemplo de actitud cívica. Para combatir una impunidad que fomenta la violencia y nos pone a todos en peligro. Pues no. Rajoy niega lo evidente para agradar al enemigo. A quienes quieren destruir, no ya a él personalmente, sino a lo que representa o representó. Ha dicho que la agresión no es política. Y que es anécdota. Le aplauden los políticos y las televisiones que adoctrinan a los jóvenes para que piensen precisamente como el chico que le asestó el puñetazo. La verdad es extremista y solo crispa. Aplaude la izquierda a Rajoy a tres días de las elecciones. La que más, la extrema. Mientras se ríe de lo «poco político» que es el niñito monstruoso gallego. Que en realidad es el prototipo del modelo de joven extremista y militante en el odio que crían desde hace tres lustros como soldadesca para su guerra contra la democracia.

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