The Unending Gift

sábado, marzo 26, 2016

CONSUELO EN UN PANORAMA TENEBROSO

Por HERMANN TERTSCH
ABC  Viernes, 25.03.16


Es un alivio reparador comprobar que los grandes asesinos nacional-comunistas serbios morirán en la cárcel

RADOVAN Karadzic ha sido condenado a 40 años de cárcel. El Tribunal de La Haya ha dictado la sentencia de culpabilidad más que previsible por la impresionante montaña de pruebas que señalaban al psiquiatra y poeta serbio de Bosnia como el principal responsable de la matanza habida en Srebrenica y de los muertos del largo asedio de Sarajevo. La ejecución en Srebrenica de todos los hombres en edad de procrear capturados, unos 8.000, revelan la intención de interrumpir la supervivencia de un pueblo. Aquel fue un genocidio real. Con Slobodan Milosevic muerto en La Haya, el general Tolimir, mano derecha de Ratko Mladic, condenado a perpetua, y el propio Mladic preso, han quedado desmentidos aquellos que auguraban impunidad para la cabeza de aquella bárbara apuesta nacional-comunista con la que los citados lanzaron su guerra de exterminio en los Balcanes.
Armados de su peculiar «memoria histórica» de revancha por agravios cercanos y remotos y el odio nacionalista como fuerza movilizadora, Milosevic, Karadzic y los demás lograron crear el primer gran fenómeno populista de la Europa de la posguerra cuando se procedía al sepelio de la Guerra Fría. En Centroeuropa y los Balcanes orientales, los regímenes comunistas caían exangües y sin apenas resistencia dado el beneplácito de Moscú. Pero en Yugoslavia, la independencia de la URSS impedía toda presión reformista desde Moscú. El aparato comunista serbio quería perpetuarse por medio del nacionalismo como ideología sustitutoria en la legitimación del aparato y su poder absoluto.
El primer populismo europeo después de la Segunda Guerra Mundial acabó con una terrible lección para Europa que hoy, cuando apenas han pasado veinte años, ya parece olvidada de nuevo. Porque la debilidad de Europa, su falta de criterio y desunión a la hora de identificar causas y responsabilidades y sus esfuerzos apaciguadores contribuyeron a la escalada bélica, al colapso del derecho en la región y a centenares de miles de muertos. Fue Washington quien tuvo que intervenir tanto en Bosnia como en el delirio criminal final de Milosevic en Kosovo. Por tercera vez en el Siglo XX llegaban los norteamericanos con su máquina de guerra al viejo continente a salvar a los europeos de ellos mismos. La falta de cultura histórica y la frivolidad de los políticos, de los medios y de las sociedades actuales en general llevaron pronto a considerar la guerra balcánica como una excentricidad de pueblos subdesarrollados y radicales que jamás podría darse en otras partes de Europa.

Los principales responsables de la deriva hacia la guerra ultranacionalista y las prácticas racistas criminales procedían de la izquierda comunista y usaban una retórica leninista además de la nacionalista. Eso explica en gran parte las simpatías que tuvieron por ejemplo en España los peores carniceros en torno a Milosevic. La izquierda comunista española no dudó en defender una política de limpieza étnica, odio y crimen racial y religioso, mucho más propio de movimientos tribales o del nazismo. Lo cierto es que España –con su integridad y su legalidad acosadas por los nacionalismos y el totalitarismo neocomunista– es hoy ya uno de los eslabones débiles de la paz, estabilidad y convivencia en Europa. Y hay muchos otros que se degradan en ese sentido o se reactivan como focos de tensión ante la debilidad de la UE. En este panorama tan tenebroso e incierto es un alivio reparador esta señal de legalidad y firmeza de una condena incontestable que garantiza que los grandes asesinos nacional-comunistas serbios morirán en la cárcel.

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