EL BARRANCO DE LA NIEBLA TÓXICA
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 11.03.16
No todos son igual de culpables ni todos igual de
peligrosos. Pero ninguno tiene la solución en una España en la que crece el
miedo
ALGUNOS sospechamos
lo que harían con sus enemigos políticos las fuerzas integradas en Podemos si
lograran hacerse con el poder. Ahí tenemos los ejemplos del trato a la
disidencia y oposición de sus mentores, patronos y aliados en Caracas y La
Habana para hacernos una idea. Lo que está claro es que lo primero que
necesitarían sería una fase de criminalización generalizada que pusiera bajo
sospecha a todos aquellos opuestos o ya solo ajenos a su Frente Popular. A
todos los que defienden el sistema que quieren destruir. Hay quienes piensan
que esa fase ya está en marcha. Y bastante avanzada. Todo entra, cabe, se
mezcla, multiplica y lanza con el ventilador inmenso que han puesto en marcha
los medios, graciosamente entregados por el Gobierno del PP a unos empresarios
sin escrúpulos que los han puesto al servicio de la extrema izquierda. Ese
ventilador ha hecho cuajar literalmente una putrefacta atmósfera en la que se
juntan y revuelven las acusaciones ciertas con las falsas, las insinuaciones y
los rumores, los hechos probados y las maledicencias puras, los indicios, los
datos incontestables y las leyendas urbanas. Ya estamos ahí y los únicos que se
salvan de momento son esas fuerzas de la extrema izquierda y sus aliados,
gracias a su control de los medios y a su perfecta técnica de ignorar el principio
de contradicción. Sea con los dineros llegados de Venezuela e Irán, en la
inhabilitación de Íñigo Errejón por estafar a la universidad, en los
cambalaches de Tania Sánchez en Rivas o la orgía de nepotismo neocomunista en
Madrid y Barcelona, lo más eficaz es ignorar la pregunta o contestar otra cosa.
Y esperar a que ayuden los periodistas «podemistas», que son una gran mayoría y
están escribiendo páginas grotescas del más ridículo y lacayo periodismo que se
haya practicado jamás en España. Y miren que hay larga experiencia en la
sumisión más obscena en el gremio. Después basta con lanzar a los profesionales
de la cloaca a enturbiarlo todo para que al final nadie parezca ya estar fuera
del censo infinito de corruptos, serviles y definitivamente enfangados. En una
sociedad en la que, por desgracia, se demuestra que la corrupción se da, como
en todos los países más pobres y más atrasados que el nuestro, siempre que hay
ocasión. Y la diferencia fundamental entre los muchos corruptos del Partido
Popular y los muchos de la UGT o el PSOE es que los primeros empiezan a pagar
con cárcel y oprobio. Mientras que los segundos siguen siendo jubilados con
honores en congresos televisados con la presencia de altos cargos
institucionales y la ministra de Trabajo aplaudiendo sus muy cuestionables
logros. Hay actitudes de corrección política y muestras de educación o
consideración que son una ofensa para la decencia.
Lo cierto es que
mientras en el continente pasan cosas terribles que amenazan con hacer zozobrar
todo el proyecto europeo, nosotros estamos todos atascados –por la aritmética
electoral, el odio personal, los robos, la Policía y el Código Penal, la
inquina nacionalista, años de mentiras, mezquindades, y fracasos, consignas
revanchistas y ánimo destructor– en un barranco de niebla tóxica y pestilente,
en el que no hay esperanza de que nos llegue una brisa fresca en meses, no se
sabe cuántos. Arrastrados por la ceguera y soberbia de Mariano Rajoy, la necia
e insegura prepotencia de Pedro Sánchez, el equilibrismo de Albert Rivera y el
matonismo del savonarola de barrio de Pablo Iglesias. No todos son igual de
culpables ni todos igual de peligrosos. Pero ninguno tiene la solución en una
España en la que todo es ya incertidumbre, crece el miedo a un gran desgarro y
cada vez más españoles vuelven a lamentar no tener a sus hijos lejos, pero a
salvo.
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