HUNGRÍA VOTARÁ CONTRA LA CUOTA DE REFUGIADOS IMPUESTA POR BRUSELAS
Por HERMANN TERTSCHEnviado Especial a Budapest
ABC Viernes, 30.09.16
Las encuestas auguran un «no» rotundo en la consulta que se
celebrará el domingo
El próximo domingo los húngaros acudirán a las urnas en
referéndum para decir «sí» o «no» a la siguiente frase: «Quiere usted que la
Unión Europea imponga la residencia en Hungría de ciudadanos no húngaros
incluso sin permiso del Parlamento (húngaro)». Es muy probable que en muchos países
europeos el resultado de una encuesta con esa pregunta fuera tan rotundo como
se espera lo será aquí. La única duda está en la participación. La oposición,
incapaz de hacer campaña en favor de la inmigración, ha optado por la
abstención. A favor de esta juega la certeza del resultado favorable a las
tesis del gobierno. Carreteras y ciudades están jalonadas por carteles que
llaman a dejarle claro a Bruselas que a Hungría llegarán los inmigrantes que
los húngaros y solo los húngaros quieran. Todos saben que estos serán pocos,
serán occidentales y desde luego no musulmanes. Orban quiere parar de raíz el
intento de imponer a Hungría cuotas para repartir inmigrantes.
EFE
Residentes húngaros en Rumanía votaron ayer en su
consulado
El primer ministro húngaro ya avisó hace años de que la
lucha contra el multiculturalismo y la inmigración no europea era más que una
prioridad, el eje de su política. El referéndum es una pieza clave en esta
política. Basta con evocar el Brexit para entender el nerviosismo cuando alguien
consulta al electorado sobre cuestiones relacionadas con la Unión.
Guerra cultural
Lo cierto es que no solo Viktor Orban considera que Europa
es escenario ya de una guerra cultural en la que se dirime la supervivencia de
la sociedad abierta. Las reservas y los temores ante el imparable avance de la
presencia musulmana en los espacios públicos en Europa occidental no dejan de
aumentar y se han intensificado en los últimos tiempos tanto por los flujos
masivos de inmigrantes como por el debate cultural y político que ha dinamitado
escenarios políticos de larga tradición. Países que por razones históricas han
llegado al siglo XXI con homogeneidad cultural y son testigos de los inmensos
problemas de las sociedades europeas occidentales con gran inmigración como el
Reino Unido, Francia, Bélgica o Alemania, han decidido hacer lo posible por no
correr la misma suerte.
La inmigración es el fenómeno político más poderoso y
profundo en Europa. El hecho de que la inmigración al territorio Schengen
estuviera durante meses de control ha tenido unos efectos políticos colosales
que determinarán en gran medida el futuro de la UE. Ninguna crisis financiera
ni de otro tipo había puesto tan en evidencia el peligro del fracaso del
proyecto común. Cuando centenares de miles de refugiados tomaron al asalto las
fronteras exteriores europeas ante la impotencia general todos se alarmaron.
La decisión de Merkel
Pero cuando Angela Merkel, líder del país más poderoso de la
Unión, decidió ante la situación dramática creada en la Ruta de los Balcanes
olvidarse de las leyes, del Tratado de Dublín en concreto, y aceptar sin límite
a los refugiados en Alemania, solo hubo una voz que advirtió sobre la
ilegalidad y sus consecuencias. Era la de Orban. Aunque la decisión de Merkel
le beneficiaba porque vaciaba Hungría de refugiados. Entonces Hungría se alzó
contra el espectáculo, jaleado por medios de todo el mundo, del asalto de
fronteras que destruía toda legalidad y soberanía y anunció que construía una
valla. Las acusaciones contra Orban fueron terribles. Pero a lo largo del año
todos los demás países, tan críticos con Hungría, la imitaron. La restauración
de la ley y del control de las fronteras era necesario para evitar situaciones
de descontrol y riesgo como demostraron después los zarpazos del terrorismo
islamista.
Contrarios a la inmigración musulmana
Si ya las cuotas que se establecieron para un reparto único
despertaron el rechazo de Hungría, la idea después expuesta de que se
establecieran unas cuotas que automáticamente repartirían por los países los
inmigrantes que entraran despertó tanta indignación como pánico también en
otros países. A principios de año, Budapest se decidió a convocar este
referéndum con el visto bueno del Tribunal Supremo. Hungría volvía a ponerse
así en cabeza del grupo de Visegrado –Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia–.
Todos ellos contrarios a las cuotas y a la inmigración musulmana en sí. Pero
conscientes de que cuentan con simpatías en países europeos occidentales.
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