LUMPEN ASUSTA A DAMISELA
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 01.11.16
Suerte hemos tenido de que Pedro Sánchez sea lo que es, un
desasistido como solo unas primarias pueden encontrar
TIPPI Hedren nos acaba de informar de que Alfred Hitchcock
era un peligro público. A sus 86 años y 36 años después de morir don Alfredo,
la señora Hedren, que rodó a sus órdenes la célebre película de «Los pájaros»,
da la voz de alarma. Revela que el maestro del «suspense» era un pervertido
sexual que acosaba a sus actrices más allá de la molestia y muy cerca del
terror tan presente en su cine. Ya no importa nada a nadie. La denuncia de
Hedren me ha sonado tan a destiempo como las voces escandalizadas que suenan
desde el sábado entre columnistas y políticos del ultracentrismo y aledaños en
relación a la conducta de cierta gentuza, elegida por la gente para el Congreso
de Diputados. Pero la denuncia llega como la de Tippi, tarde. Hay que recordar
a los escandalizados, que todo ese elenco de figuras extravagantes del lumpen político
está allí y en otras instituciones gracias a ellos. Gracias a los separatistas,
gracias a los socialistas y gracias a los populares. Gracias a la prensa
biempensante, a unas elites inexistentes por falta de coraje cívico y a una
sociedad siempre dispuesta a tolerar lo intolerable para no correr el mínimo
peligro de ser tachado de intolerante. O hasta de franquista. ¡Uy, qué miedo!
Los separatistas han logrado que la mayor parte de la
izquierda adopte el odio antiespañol como fuerza de movilización, cohesión y
autoestima. Los socialistas, con excepciones, lejos de combatir ese odio, lo
asumieron y promovieron desde los zapateriles comienzos del Pacto del Tinell y
desde entonces no han dejado de aupar a lo peor a las instituciones. La única
condición parecía ser odiar lo suficiente al Partido Popular y al Águila de San
Juan. Y una incansable voluntad de ofender. Como eso lo consigue hasta el
último desecho de feria de la extrema izquierda, ahí tienen al Rufián para
confirmar que Iglesias solo era el comienzo del descenso a los bajos fondos.
Los socialistas han considerado tan moderno el odio que, ahora que este se
vuelve contra ellos, reaccionan como damiselas ofendidas, incapaces de parar
los pies a las camadas rojipardas de Zapatero. Y acabar con todos sus gobiernos
locales. Porque son las criaturas del que fuera su caudillo incontestado las
que atacan, desprecian y quieren destruir a los socialistas. Y los que se han
infiltrado hasta la secretaría general como se vio el domingo. Suerte hemos
tenido todos de que Pedro Sánchez sea lo que es, un desasistido como solo unas
primarias pueden encontrar.
Pero nada de lo que disfrutamos ahora en la Carrera de San
Jerónimo habría sido posible sin este PP, el extremo centro de la nada, cuya
obsesión de estar en el gobierno le quita el tiempo de pensar para qué. Su
política de comunicación ha logrado que el fracaso estrepitoso de Zapatero
cuando perdió el poder se convirtiera en los cinco años de Rajoy en el triunfo
apoteósico de todas las tesis ideológicas tóxicas del híbrido leonés de Atila y
Quisling. Solo el profundo desprecio a la política y a los valores de sus
electores explican cómo el PP ha utilizado todos los medios a su alcance para
promocionar a los enemigos del Estado que ahora ocupan un tercio del Parlamento.
Ahora han conseguido su único objetivo estratégico de los 12 pasados meses: que
Rajoy tenga gobierno. Sería el momento de un golpe de timón que animara a todas
las fuerzas políticas decentes a ver la gravedad de la peste y unirse para
acabar con el rufianismo comunista y separatista. Bastaría con la voluntad, eso
sí, firme e incondicional, de hacer cumplir toda la ley en toda España. Cumplir
la ley, una revolución.
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