TRUMP Y LOS RUSOS
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 13.12.16
Putin jamás sería la amenaza que es hoy sin ocho años de un
Obama que tanto ha debilitado la seguridad occidental
A estas alturas pocos se acuerdan ya de que Hillary Clinton y
la prensa norteamericana, casi sin excepción aliada con ella en campaña,
advirtieron horrorizados de que Donald Trump podía tener un mal perder. Su mal
talante como millonario inculto, defraudador, misógino, homófobo,
antiecologista, derechista y racista –así sonaba la caricatura completa– podría
llevarle hasta la inmensa bajeza de fomentar protestas y urdir conspiraciones
contra la victoria de Clinton. Incluso llegaron a acusar a Trump de ser capaz
de no reconocer los resultados, de pedir recuentos e intentar deslegitimar a la
nueva presidente Clinton por todos los medios. Resulta que hablaban de sí
mismos.
Desde el 9 de noviembre los perdedores han organizado todo
lo que, según ellos, estaba planeando el furibundo «fascista». Los impecables
demócratas liberales han organizado manifestaciones violentas contra el
resultado, han justificado agresiones a votantes adversarios, han invertido
millones en recuentos baldíos, han coaccionado y amenazado a miembros del
colegio de electores de Trump para que cambien su voto, han llamado a acciones
violentas el 20 de enero, día del relevo en la Casa Blanca. Y hacen lo
imposible e inconfesable por deslegitimar una derrota propia cruel como pocas
en la historia de EE.UU. Le insultan y descalifican sin parar mientras él los
vuelve a ellos locos con unos nombramientos de individuos brillantes, cuyo
denominador común es ser libre y ajeno a toda veleidad izquierdista.
Y después está «lo de los rusos». Ya en la campaña
comenzaron los rumores sobre un hackeo ruso de ordenadores de ambos partidos.
Pronto se centró la información mediática en el hackeo a la campaña del partido
demócrata. Y poco después se quería presentar a Trump como poco menos que un
agente durmiente del espionaje de Vladímir Putin. Que la maniobra no impresionó
mucho al votante lo dejó claro el resultado. Ahora sale la CIA con una peculiar
filtración al Washington Post y New York Times, los grandes enemigos de Trump
que han quedado en un profundo ridículo después de la campaña más sesgada y su
estrepitoso fracaso. Como la de las televisiones de la izquierda liberal. Según
la CIA, más allá de los «hackeos» habituales, existía intencionalidad de la
intervención rusa de beneficiar a Trump. Ahora con el previsible nombramiento
de Rex Tillerson como secretario de Estado se refuerza el ruido y alguna
preocupación sincera. Porque como gran jefe de Exxon Mobil, Tillerson ha hecho
negocios inmensos en todo el mundo y también en Rusia con el propio Putin.
Quien le ha tratado mucho y condecorado. Las palabras de Trump de simpatía
hacia Putin siempre han preocupado.
Más allá de la hipocresía lacerante de los demócratas que
bajo Obama han cedido siempre a Putin y consentido sus tropelías en Ucrania y
Siria. También a gentes cercanas a Trump les preocupa que él pudiera no
entender toda la falta de escrúpulos y el carácter eminentemente criminal de
Putin. Será buena cosa que se investigue bien tanto a Tillerson como los
hackeos. Pero Rusia tiene voluntad de influir en las elecciones en Occidente
desde que Lenin se instaló en Moscú. Y Putin jamás sería la amenaza que es hoy
sin ocho años de un Obama que cedió ante Moscú en 2013 con Siria y que tanto ha
debilitado la seguridad occidental. Si alguien no puede o debe ser algo, el
Congreso se encargará que no lo sea. No mermará a un equipo soberbio de
personalidades, todas mejores que el propio presidente. Lo que demuestra mejor
que nada que estamos ante un proceso extraordinario en la gestación del nuevo
gobierno de EE.UU. Un gobierno de derechas. Todo puede malograrse, cierto. Pero
ni la histeria ni la mala fe de sus enemigos logran eclipsar el espectacular
momento.
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