CATARSIS Y PURA FELICIDAD
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 10.10.17
En Barcelona cayó el muro de las mentiras que tenían a
España secuestrada
SE ha escrito ya mucho y se habrá de escribir mucho más
sobre este domingo 8 de octubre que pasará a la historia como una de esas
jornadas luminosas que tan escasamente aparecen en los libros que hablan de
España. El domingo lo recordaremos todos los que tuvimos la inmensa fortuna de
estar allí como el día en que la nación española cumplió con nuestros mejores
sueños. Allí apareció aquella multitud revuelta y variopinta, sin
instrucciones, órdenes ni consignas, sin prisas ni ansiedades, sin miedos ni
rencores para desencadenar, en armonía, en fiesta y buen humor, lo que pronto
fue una inmensa catarsis. Que todos sintieron y todos sabían que estaba
pendiente. Lo necesitábamos. No ya los presentes sino toda España necesitaba
esta experiencia de encontrarse y sentirse tras tantos sinsabores,
humillaciones y silencios, siempre en parte impuestos siempre algo voluntarios
y cobardes y culpables por tanto. De esa conciencia esa emoción. Yo lo había
visto antes. Tantos adultos llorando juntos tanto, de emoción y pura felicidad.
Allá por 1989. Desconocidos abrazados en el llanto, policías con lágrimas bajo
las gafas, mujeres con la cara bañada, parejas de la mano con los ojos
empapados, evocaban en Barcelona el año milagroso en que cayó hecho trizas el
telón de acero de la cárcel de pueblos en Europa oriental. Cuando las
multitudes celebraban en las calles de Varsovia, Praga, Berlín o Bucarest, aún
incrédulas, en la emoción del cambio trascendente, su nueva libertad. Para
Cataluña y para España entera ha caído un muro de mentiras impuestas por unos y
asumidas por la mayoría durante siete lustros. Hubo que reunir a tantísimos
para confirmar todos juntos que ellos no necesitan ni juegos florales o bailes
de tarjetones de colores ni desfiles norcoreanos, ni lemas ni consignas ni
órdenes, ni siquiera un poco de orden para reunirse. Para expresar y sentir una
comunión profunda que no requiere movilizaciones oficiales ni arengas
artificiales. No necesita enemigos porque no es una construcción chovinista de
políticos para la política. Sino eso que muchos pretenden y los españoles
muchas veces olvidan que tienen, una gran nación, con tanta naturalidad de
siglos que a veces se duerme. O se desmaya. Pero también se despierta, como
ahora. Sin histrionismo ni histerismos, sin rabia ni violencia pese a tanta
humillación, tanta injusticia y tanto atropello. Alegre al verse a sí misma otra
vez ahí, despierta y presente. Feliz en su reencuentro consigo misma.
Esta multitud, la nación española, no necesita la falsedad.
Otros sí. Quienes sustentan su emoción y proyecto en mentiras que aumentan sin
cesar para proteger las anteriores viven en la farsa, en la militancia
subvencionada, en el fanatismo con sus mitos y quimeras. Si la falsaria
construcción comienza por hacer del patriota español Casanova un nacionalista
catalán es lógico que acabe jurando que las empresas no huirán de la independencia.
Todo es mentira en el supremacismo nacionalista catalán. La catarsis en
Cataluña y toda España llega impulsada por el otro gran momento luminoso de
estos tormentosos días: el discurso del Rey Felipe VI. Que demostró que esta
vez hay alguien a la altura del reto histórico. También por la proliferación de
manifestaciones en defensa de la Nación que se han extendido por toda la
geografía española como expresión de esa voluntad de unidad, libertad e
igualdad de los españoles. Los españoles pide el fin de la impunidad del
delito. De todos. Como en 1808 con la nación en peligro, demandan una enmienda
general. Esta vez para restablecer la unidad, la dignidad y la probidad en
nuestra democracia. La clase política, gobierno a la cabeza, intenta frenar
estas energías. Esperemos que no pueda. Y que quienes no estén a la altura sean
arrastrados al sumidero del mediocre pasado inmediato.
0 comment(s):
Post a comment
<< Home