The Unending Gift

lunes, octubre 23, 2017

OTRO PREMIO A JOHN LENNON

Por HERMANN TERTSCH
ABC  Sábado, 07.10.17

Este año se vuelve a un premio a las buenas intenciones con objetivos inalcanzables

El Premio Nobel de la Paz es desde hace tiempo un indicador de las prioridades del zeitgeist, la moda humanitaria y los intereses del mundialismo socialdemócrata y su corrección política. Algunas veces escandalosos como en 2016 con el galardón al presidente colombiano, Juan Manuel Santos, por imponer un plan cubano de empoderamiento del narcoterrorismo de las FARC contra la voluntad expresa de su pueblo. Este año se vuelve a la pureza absoluta con un premio a buenas intenciones con objetivos inalcanzables, por tanto especialmente nobles.
El Comité Noruego del Nobel ha premiado a la «Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares», (ICAN) una juvenil iniciativa de pacifistas liderados por una joven sueca, Beatrice Fihn, que dedica su tiempo y las subvenciones a buscar organizaciones cooperantes, ya son 450, para convencer al mundo de que hay que prohibir las armas nucleares.
Su gran éxito ha sido lograr que 50 países firmen esa prohibición. Son países que no tienen ese arma ni la tendrán. Los que la tienen se ríen de la iniciativa. Pero ellos, gracias al Nobel, tendrán además del dinero del premio más subvenciones para recabar más firmas y movilizar más sentimientos antinucleares. Que siempre servirán al menos para insultar a Donald Trump.
El pacifismo ha tenido buen cartel incluso cuando no era inocente. Este es solo como nuestras sociedades desarrolladas, infantil. El problema de las armas nucleares no es que las tengan los grandes. Solo se han usado una vez y fue para acortar una guerra y salvar vidas. El problema está en que desde que fueron inventadas ya no deja de ser posible que alguien las haga. Cualquier físico mediocre con la tecnología, el combustible y el dinero suficiente se apaña. Aunque todos destruyeran las suyas, y de repente sería el jefe, los demás correrían a hacer las suyas de nuevo.

El Nobel no se da a nadie que asegure la paz, sino a quien canta «Imagine» de John Lennon, canción, por cierto, de nefastas consecuencias culturales.

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