OTRO PREMIO A JOHN LENNON
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Sábado, 07.10.17
Este año se vuelve a un premio a las buenas intenciones con
objetivos inalcanzables
El Premio Nobel de la Paz es desde hace tiempo un indicador
de las prioridades del zeitgeist, la moda humanitaria y los intereses del
mundialismo socialdemócrata y su corrección política. Algunas veces
escandalosos como en 2016 con el galardón al presidente colombiano, Juan Manuel
Santos, por imponer un plan cubano de empoderamiento del narcoterrorismo de las
FARC contra la voluntad expresa de su pueblo. Este año se vuelve a la pureza
absoluta con un premio a buenas intenciones con objetivos inalcanzables, por
tanto especialmente nobles.
El Comité Noruego del Nobel ha premiado a la «Campaña
Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares», (ICAN) una juvenil
iniciativa de pacifistas liderados por una joven sueca, Beatrice Fihn, que
dedica su tiempo y las subvenciones a buscar organizaciones cooperantes, ya son
450, para convencer al mundo de que hay que prohibir las armas nucleares.
Su gran éxito ha sido lograr que 50 países firmen esa
prohibición. Son países que no tienen ese arma ni la tendrán. Los que la tienen
se ríen de la iniciativa. Pero ellos, gracias al Nobel, tendrán además del
dinero del premio más subvenciones para recabar más firmas y movilizar más
sentimientos antinucleares. Que siempre servirán al menos para insultar a
Donald Trump.
El pacifismo ha tenido buen cartel incluso cuando no era
inocente. Este es solo como nuestras sociedades desarrolladas, infantil. El
problema de las armas nucleares no es que las tengan los grandes. Solo se han
usado una vez y fue para acortar una guerra y salvar vidas. El problema está en
que desde que fueron inventadas ya no deja de ser posible que alguien las haga.
Cualquier físico mediocre con la tecnología, el combustible y el dinero
suficiente se apaña. Aunque todos destruyeran las suyas, y de repente sería el
jefe, los demás correrían a hacer las suyas de nuevo.
El Nobel no se da a nadie que asegure la paz, sino a quien
canta «Imagine» de John Lennon, canción, por cierto, de nefastas consecuencias
culturales.
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