CONFUNDIRSE DE ENEMIGO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Domingo,
01.10.17
Desacreditar como fascista la adhesión a España es una
vileza extendida
POR supuesto que los encontraron en Cibeles, los sabuesos de
«La Vanguardia», ese diario propiedad de un pequeño conde que
incomprensiblemente es aún Grande de España. Pese a vivir de denigrar y agredir
a España. Sus periodistas sabían a lo que iban. A buscar entre el mar de miles
de manifestantes a la docena de chavalitos que dieran la nota con la bandera
del Águila de San Juan y cánticos falangistas. Para dejar otra vez claro que el
patriotismo español es fascista, «facha», franquista. No es «La Vanguardia» el
único medio que practica esta «caza del aguilucho» para difamar toda expresión
de amor a España. Da igual si la pieza a cobrar acude por su cuenta o
incentivada. La mala intención busca desacreditar toda adhesión a la Nación
Española. Mientras se exalta y promueve la agitación nacionalista de
invenciones decimonónicas creadas precisamente para destruir la secular nación
común. Las imágenes son eficaces. Disuaden de la adhesión y confirman
prejuicios y desinformación.
Cierto es que esa enseña que los ignorantes llaman
falsamente anticonstitucional presidió el proceso constitucional, encabeza la
Constitución Española y fue bandera y escudo oficial hasta el 5 de octubre de
1981. Y es más honrosa que todas las que exhiben los separatistas y la
izquierda. Lejos quedan los tiempos en que Carrillo imponía la bandera
rojigualda en los mítines del PCE. Hoy la hispanofobia de la izquierda es
general. Y salvo guiños oportunistas, en sus manifestaciones jamás se ve una
bandera nacional. Las hay separatistas, alguna de aquella II República que
hundieron, otras con Lenin, Stalin o el Che sobre fondo rojo, el cupo de asesinos
idolatrados. Ahora que se cumple un siglo de la Revolución Bolchevique, los
comunistas españoles, en Podemos e IU, celebran los cien años y callan los cien
millones de inocentes asesinados en aras de un paraíso que siempre les sale mal
por diferente causa. Pero siempre con el mismo precio de mentira y dolor,
muerte y horror. Y siempre hay nuevos arrogantes adanistas que creen que si
fracasó antes es porque no estaban ellos.
Ayer salieron a la calle muchos españoles. Porque temen por
España en una Cataluña agredida en sus derechos y libertad por una minoría
fanática, totalitaria y antiespañola. Sabían que serían insultados por los
medios y boicoteados por los ayuntamientos comunistas. Lo que no esperaban era
el implacable boicot del PP y del Gobierno. Que se reflejó en el silencio de
las televisiones y radios cuyo control se reparte el PP con la extrema
izquierda. Y un mezquino esfuerzo por desacreditar como «ultras» las
concentraciones. El veto a la difusión de la convocatoria se impuso con un celo
que ya se habría querido ver en la lucha contra el separatismo. En pleno golpe
de Estado, este Gobierno parece tenerle más miedo a los defensores de la
Constitución que a los golpistas. Tengan la certeza de que vendrán días peores.
Y no se confunda el Gobierno de enemigo si está decidido a imponer la ley.
Nadie quiere pensar que tenga otras intenciones.
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