LA IMPUNIDAD COMO CONDENA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 12.12.17
Los españoles deben imponer el castigo tanto al golpismo
como al terrorismo
EL niño que jamás ha recibido un castigo real tiene muchas
papeletas de conocer la cárcel como adulto. La sociedad que se acostumbra a que
los delitos queden impunes sucumbe lentamente en el caos. La descomposición
puede llegar tan lejos que el enfrentamiento civil o hasta la guerra se hace
inevitable. Se hace trágicamente necesaria para que los humanos vuelvan a
entender el sentido de reglas y leyes y un orden cuerdo de las prioridades. Así
como el valor de la justicia para la paz y defensa de los más débiles. En
España no estamos, de momento, cerca de la guerra. Pero sí lejos del imperio de
la ley. Por las grietas del agravio, de la corrupción y de la injusticia brota
muy fresco el odio, esa mercancía que volvió a cotizarse en la vida política
española cuando un presidente del gobierno, que sigue impune, decidió reabrir
virtualmente la guerra civil española para mayor gloria personal propia. Odio
fresco porque lo ejercen y difunden jóvenes que no conocen nada más allá de su
primitivo adoctrinamiento ideológico y este régimen que compensa con la
impunidad y indiferencia el abandono. Odio surgido de ideologías que liberan al
individuo de su deber con las leyes. Cataluña es un terrible ejemplo de cómo la
impunidad de décadas ha producido masas de ciudadanos confundidos en un
narcisismo tan suicida como criminal.
Con la impunidad lo primero que se elimina es la verdad que
denuncia a los culpables de la brutal injusticia que siempre supone el delito
de proteger al delincuente. Cuando hay impunidad hay intención o miedo por
quien no cumple con su deber de perseguir el delito. El treinta aniversario del
atentado de Zaragoza se celebró ayer como un nuevo trámite en nuestra
paradójica agenda del olvido. Estos actos oficiales en recuerdo de las víctimas
en España son dolorosamente sospechosos. Las autoridades parecen temerlos por
las preguntas que regularmente resurgen y que sus esfuerzos nunca logran apagar
del todo. Por eso no estaban hoy invitados algunos familiares de las niñas
muertas en 1987. Por eso este gobierno ha seguido la política del anterior para
dividir a las víctimas para destruir todo esfuerzo común por forzar
transparencia y verter verdad sobre terribles capítulos del terrorismo que
siguen en la más absoluta oscuridad.
Por eso nadie habla de que quien dio la orden de este
atentado con 11 muertos es ese Josu Ternera que ha estado y está
presumiblemente localizado siempre y no ha sido traído a España porque los
gobernantes no quieren. Porque «pacta sunt servanda». Al menos con los
terroristas. Sucede con esa fecha maldita del 11-M y el tabú implacable de su
inverosímil verdad oficial. Como pasa con todos los atentados de ETA. Porque
también en el recuerdo de estos pesa la «verdad oficial» de una derrota de los
terroristas separatistas que la vida cotidiana en el País Vasco desmiente. La
impunidad nos hace perder hasta la brújula moral. No solo a los delincuentes y
a esas autoridades que delinquen al violar su deber y juramento de perseguir el
delito. La sociedad se sume en un mar de confusión y malentendidos. Las
palabras pasan a significar algo muy distinto a lo que decían antes. Aún hay
remedio si una masa crítica de españoles moviliza a la nación contra la
impunidad. A blandir la palabra con toda su verdad. A exigir castigo para Josu
Ternera por sus crímenes como para todos los responsables del golpe de estado
en Cataluña hoy. Conscientes de que en esa lucha contra estas impunidades y
tantas otras nos jugamos nuestro futuro en paz como nación civilizada.
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