GUARDIOLA EN BAVIERA
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 25.06.13
Las
verdades y las reglas son las que han hecho de aquel inmenso páramo cubierto de
cadáveres que era la Alemania de 1945 una gran nación libre y próspera
JOSEP
Guardiola ya ha desembarcado en Múnich. Lo ha hecho con la inteligencia que le
caracteriza. Al presentarse con su avanzado aprendizaje de alemán ya se ha
granjeado las simpatías hasta de las abuelitas que no saben de fútbol y de los
hooligans de los equipos rivales. Ese esfuerzo y ese respeto se valoran y
agradecen en Alemania. Tan propia de Guardiola es esa inteligencia como su
siempre impostada modestia, en la que volvió a demostrar ser un virtuoso al
lamentar su pobre alemán, decir que mejorará día a día y considerar un capítulo
cerrado todo lo hecho en el Barcelona. Porque, de momento, sus glorias son
aquellas. Guardiola llega a otro equipo y otra ciudad y otra región con fuerte
identidad. Que a veces también parecen creerse el centro del universo. Pero con
guasa. En Baviera, el catalán Guardiola aprenderá a ver a los bávaros como
fieramente bayuvaros y, sin embargo, entusiastas alemanes. Desde Alemania verá,
a poco que estudie, vea y lea algo más que gramática, el peso de España y su
historia, tantas veces oculto en Cataluña tras las cataratas de manipulación
histórica y desafecto artificial. Guardiola, nacido en 1971, ha crecido y se ha
educado en esa imagen de España permanentemente distorsionada por el
nacionalismo catalán. Pero además Guardiola verá algo que no vio en su juvenil
experiencia en Italia y por supuesto no en el cortijo totalitario de Catar, que
es el respeto a las reglas en el funcionamiento del Estado nación más poderoso
en Europa. Verá cómo la identidad bávara, históricamente enfrentada a la
prusiana, otras veces a la renana o a la sajona, vive y se desarrolla
plenamente, en plena estabilidad definitiva, dentro de este gran Estado nación
alemán. Un Estado nación hoy poderoso como ninguno en el continente, pero que
aun no ha cumplido los 150 años de existencia, frente a los más de 500 de
España. Una Alemania, cuyas regiones sí fueron reinos independientes hasta hace
bien poco, pero que se unieron en 1871, sólo cien años antes de nacer
Guardiola, precisamente para emular a las grandes naciones del continente,
España y Francia. Entonces entenderá que los alemanes, bávaros o no, se tomen a
broma la ridícula obstinación de algunos nacionalistas catalanes o vascos de
pretenderse no españoles. Las verdades y las reglas son las que han hecho de
aquel inmenso páramo cubierto de escombros y cadáveres que era la Alemania de
1945, una gran nación libre y próspera. Las verdades impuestas en la permanente
lucha contra los mitos y la mentira histórica.
En
Alemania en 1949 había millones aun marcados por educación y propaganda
nacionalista que habrían votado a un partido nazi si hubieran podido. No
pudieron. Las reglas no lo permitían. Con buen motivo. La Alemania de hoy nada
tiene que ver con aquel paisaje de ruinas dividido para su control por cuatro
fuerzas extranjeras. Pero es un país surgido, definido y marcado por las
reglas. Los sentimientos ya habían jugado su papel pirómano e incendiado todo
el continente. El nacionalismo; el victimismo, el mito histórico; el echar la
culpa al prójimo de los males propios; el sentimentalismo chantajista; en todo
esto que hoy podría parecer un muestrario de aficiones de gran parte de la
sociedad catalana, Alemania fue campeona mundial. Enfermó de todo ello porque
todo ello emponzoña. Millones de muertos después sufrió una cura despiadada.
Guardiola verá que allí se aprendió la lección. Y se impuso a sí misma el
respeto a las reglas. El respeto que ahora España necesita imponer y los
nacionalismos desafían. Alemania le debe su grandeza a ese respeto. Y también
Baviera, como orgulloso miembro de la nación alemana.
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