The Unending Gift

lunes, julio 08, 2013

GUARDIOLA EN BAVIERA

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 25.06.13

Las verdades y las reglas son las que han hecho de aquel inmenso páramo cubierto de cadáveres que era la Alemania de 1945 una gran nación libre y próspera
JOSEP Guardiola ya ha desembarcado en Múnich. Lo ha hecho con la inteligencia que le caracteriza. Al presentarse con su avanzado aprendizaje de alemán ya se ha granjeado las simpatías hasta de las abuelitas que no saben de fútbol y de los hooligans de los equipos rivales. Ese esfuerzo y ese respeto se valoran y agradecen en Alemania. Tan propia de Guardiola es esa inteligencia como su siempre impostada modestia, en la que volvió a demostrar ser un virtuoso al lamentar su pobre alemán, decir que mejorará día a día y considerar un capítulo cerrado todo lo hecho en el Barcelona. Porque, de momento, sus glorias son aquellas. Guardiola llega a otro equipo y otra ciudad y otra región con fuerte identidad. Que a veces también parecen creerse el centro del universo. Pero con guasa. En Baviera, el catalán Guardiola aprenderá a ver a los bávaros como fieramente bayuvaros y, sin embargo, entusiastas alemanes. Desde Alemania verá, a poco que estudie, vea y lea algo más que gramática, el peso de España y su historia, tantas veces oculto en Cataluña tras las cataratas de manipulación histórica y desafecto artificial. Guardiola, nacido en 1971, ha crecido y se ha educado en esa imagen de España permanentemente distorsionada por el nacionalismo catalán. Pero además Guardiola verá algo que no vio en su juvenil experiencia en Italia y por supuesto no en el cortijo totalitario de Catar, que es el respeto a las reglas en el funcionamiento del Estado nación más poderoso en Europa. Verá cómo la identidad bávara, históricamente enfrentada a la prusiana, otras veces a la renana o a la sajona, vive y se desarrolla plenamente, en plena estabilidad definitiva, dentro de este gran Estado nación alemán. Un Estado nación hoy poderoso como ninguno en el continente, pero que aun no ha cumplido los 150 años de existencia, frente a los más de 500 de España. Una Alemania, cuyas regiones sí fueron reinos independientes hasta hace bien poco, pero que se unieron en 1871, sólo cien años antes de nacer Guardiola, precisamente para emular a las grandes naciones del continente, España y Francia. Entonces entenderá que los alemanes, bávaros o no, se tomen a broma la ridícula obstinación de algunos nacionalistas catalanes o vascos de pretenderse no españoles. Las verdades y las reglas son las que han hecho de aquel inmenso páramo cubierto de escombros y cadáveres que era la Alemania de 1945, una gran nación libre y próspera. Las verdades impuestas en la permanente lucha contra los mitos y la mentira histórica.
En Alemania en 1949 había millones aun marcados por educación y propaganda nacionalista que habrían votado a un partido nazi si hubieran podido. No pudieron. Las reglas no lo permitían. Con buen motivo. La Alemania de hoy nada tiene que ver con aquel paisaje de ruinas dividido para su control por cuatro fuerzas extranjeras. Pero es un país surgido, definido y marcado por las reglas. Los sentimientos ya habían jugado su papel pirómano e incendiado todo el continente. El nacionalismo; el victimismo, el mito histórico; el echar la culpa al prójimo de los males propios; el sentimentalismo chantajista; en todo esto que hoy podría parecer un muestrario de aficiones de gran parte de la sociedad catalana, Alemania fue campeona mundial. Enfermó de todo ello porque todo ello emponzoña. Millones de muertos después sufrió una cura despiadada. Guardiola verá que allí se aprendió la lección. Y se impuso a sí misma el respeto a las reglas. El respeto que ahora España necesita imponer y los nacionalismos desafían. Alemania le debe su grandeza a ese respeto. Y también Baviera, como orgulloso miembro de la nación alemana.


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