DEBATE ENTRE SOCIOS PROBABLES
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 03.09.13
La negativa por principios a una coalición con un partido de
ideología totalitaria es una proclamación de decencia
SE conocen muy bien los dos candidatos que se enfrentaban el
domingo en su único debate en esta campaña electoral alemana. No sólo porque
son dos políticos en primera línea política desde hace ya veinte años. También
porque han compartido ni más ni menos que Consejo de Ministros. En un Gobierno
presidido por ella, la canciller Ángela Merkel, en el que él, Peer Steinbrück,
jugó un papel capital, como ministro de Finanzas. Ahora se enfrentan
directamente, se disputan el cargo y el poder y sus diferencias son considerables
en algunas cuestiones. Y sin embargo, resulta manifiesto el respeto mutuo y las
coincidencias que no son pocas. Esto último perjudica obviamente al aspirante
frente a una jefa de Gobierno que goza de los éxitos indudables y parte por
ello como gran favorita. Pero en el debate del domingo, los dos candidatos no
han rehuido estas coincidencias. Y el debate dejó muy claro que no hay
obstáculos reales a una gran coalición que, eso dicen las encuestas, es el
gobierno que quiere ahora la mayoría de los alemanes. Merkel elogió a su
antecesor socialdemócrata Gerhard Schröder. Y ponderó la labor del propio
Steinbrück y el SPD que, «por convicción sincera» había trabajado en la
coalición por el bien de todos. El candidato socialdemócrata además dejó claro
su contundente rechazo a cualquier posible alianza con los comunistas de Die
Linke. En realidad Steinbrück merma así muy significativamente sus
posibilidades de llegar a la cancillería, incluso en el caso de un descalabro
de Merkel o de sus aliados preferidos, que son los liberales del FDP. Pero la
negativa por principios a una coalición con un partido de ideología totalitaria
es una proclamación de decencia. Algo que en España, por supuesto, nadie puede
esperar de unos socialistas que no saben si están en el siglo XXI o en el
Frente de Teruel. Sólo hay que ver el espectáculo de Andalucía, donde los
partidos de la coalición gobernante compiten en nostalgia del frentepopulismo.
En Alemania, los comunistas pueden contar con el rechazo de todo el espectro político
democrático.
Toda una legislatura, desde el 22 de noviembre de 2005 hasta
el 28 de octubre de 2009, Merkel y Steinbrück hicieron política juntos y por el
bien de una política y un Gobierno común. Que asumió la responsabilidad de
continuar unas reformas iniciadas por el Gobierno anterior, presidido por el
socialdemócrata Gerhard Schröder. Todas ellas, las reformas, en una misma
dirección de ahorro, austeridad, flexibilidad y desregulación. Fue una
legislatura de gran éxito. Porque muchas de aquellas reformas necesitaban el
acuerdo de los dos grandes en una Grosse Koalition. Se tocaba la sustancia del
llamado Estado del bienestar. Con recortes muy considerables a prestaciones que
muchos alemanes ya creían poco menos que derecho natural. Y la canciller Merkel,
con Steinbrück, también con los otros socialdemócratas Müntefering y Steinmeier
y el democristiano Schäuble, gobernó una legislatura de éxito y eficacia que
supuso la culminación de aquella agenda 2010 de Schröder. Un lustro después
Alemania recuerda como un trauma lejano aquella angustia posterior a la
reunificación, que la había convertido durante unos años en el «enfermo de
Europa». Fue un equipo de éxito el Gobierno de Merkel con Steinbrück. Los
resultados de las elecciones después de aquella legislatura ya permitieron a la
canciller formar un Gobierno con los liberales del FDP, con un programa más
afín. Pero la legislatura de la gran coalición, como ya sucedió en los años
sesenta, fue una buena experiencia de la que se acuerdan los alemanes. Y que
vuelven a preferir a otros gobiernos. Una Grosse Koalition, sin grandes
aspavientos, para años de profundas reformas en Alemania y Europa.
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