PEDOFILIA "PROGRESISTA"
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 13.08.13
Como culto a la transgresión y mitificación del
totalitarismo exterior, el sesentayochismo tuvo efectos nefastos en la sociedad
ANTE las elecciones
federales que se celebran en Alemania el 22 de septiembre, ciertas fuerzas de
izquierdas intentan aun hoy desesperadamente convertir en gran cuestión
electoral el espionaje del amigo americano. Con las últimas revelaciones del
analista informático de la NSA Edward Snowden que afectan sobre todo a Alemania,
se intenta influir en estas elecciones. Además de generar una brecha entre
Berlín y Washington, objetivo siempre prioritario de esos oscuros movimientos
como Wikileaks de Julian Assange. En Alemania sus efectos son menores. Por
mucho que en España se exageren sin cesar. La opinión pública alemana se
escandaliza poco por los eventuales abusos de unos sistemas de vigilancia
informática que, todos reconocen, son de vital importancia para la seguridad
común y la lucha antiterrorista.
Y ahora, de repente,
estalla una controversia muy distinta, que cautiva el interés y genera una
inmensa conmoción. Por el poder que tiene esta otra visita del pasado en
Alemania. Un pasado más reciente. Pero también con enorme fuerza traumática.
Porque nos recuerda muchos errores y crímenes en las sociedades avanzadas en el
nombre sagrado de la libertad. Que estamos pagando. Y porque afecta a una de
las cuestiones que más angustian a la sociedad, que es la seguridad de los
niños y las agresiones contra ellos. Ciertas investigaciones comenzadas hace
años en la Universidad de Gotinga con objeto sociológico y científico se han
convertido en una bomba política. Se trataba de estudiar la evolución y efectos
del debate radical sobre libertad sexual que comenzó en Alemania Occidental
dentro del movimiento del sesentaiocho y que se prolongó, en la ola
sociocultural antiautoritaria, ecopacifista y de los Verdes, hasta
prácticamente la unificación. En ese debate que surge del culto al «amor libre»
y del desprestigio de todo límite a la sexualidad, se defendieron en aquellos
años unas causas que la mayoría de sus protagonistas entonces hoy no quieren
recordar. Entre ellas, y esta es la clave, la apología y defensa de la
pederastia. Espantada leyó la candidata al Bundestag por el liberal FDP, Dagmar
Döring, sus propias afirmaciones vanagloriándose de practicar la pederastia
como forma suprema de libertad sexual. Hoy dice que todo fue una pose política,
que le repugna su posición de entonces cuando era una socialista radical. Pero
ya se ha convertido en víctima de esta visita del pasado. Ha renunciado a la
candidatura. Ya hay muchos otros que conmocionados por sus propias actitudes
pasadas. Ahí está el flamante europarlamentario verde y líder del mayo
parisino, Daniel Cohn Bendit, y tantos otros protagonistas e ídolos del
movimiento antiautoritario, pacifista, enalteciendo la pederastia como un
derecho. El Partido los Verdes demandó oficialmente su legalización hasta 1993.
Cómo es posible que tantos defendieran tales aberraciones, preguntan muchos ahora.
También se defendían otras. Como a la banda terrorista de Baader y Meinhof. O
un muro y alambre de espino para que no pudieran huir de sus «benefactores»
cientos de millones de europeos.
Esta
visita del pasado nos revela cuán lejos se llegó en el sesentaiochismo en
desafiar al sentido común y en agredir a los cánones y principios
civilizatorios. Ni Dios, ni padres ni orden. Prohibido prohibir. Todo sin
limites. Mensajes letales para la inteligencia y la convivencia. El
sesentaiochismo tuvo un efecto acelerador en el proceso de liberación
individual en marcha en las democracias occidentales. Pero como culto a la
transgresión en Occidente y mitificación del totalitarismo exterior tuvo
efectos nefastos en la sociedad. Y produjo monstruos. Su portadora fue una
izquierda que hoy queda estupefacta cuando se le recuerdan algunas de estas
aberraciones. Pero se niegan a ver muchas otras que perviven en ella.
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