MIRAR A ALEMANIA
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 20.08.13
Todos los países europeos y la Unión Europea como tal han de
hacer esos cambios si no quieren sucumbir, juntos y por separado
DENTRO de dos meses llegamos al ecuador de la legislatura.
Han sido dos años terroríficos, por decirlo de algún modo. En su dureza, en su
crudeza, en su crispación y amargura. Hemos estado durante mucho tiempo
convencidos de que nuestro naufragio era poco menos que inevitable. En estos
dos años hemos comprobado que el daño que se ha hecho a España en las
legislaturas pasadas no ha sido sólo económico. Por la conocida voluntad de
engaño que llevó a no acometer reformas y a no tomar las medidas
imprescindibles para evitar los efectos catastróficos que hemos acabado
sufriendo. También en la política y en el mensaje a una nación convulsa,
inquieta y atenazada por las incertidumbres. Nuestra unidad está en peligro, la
territorial, la del consenso básico constitucional y la de nuestra convivencia
pacífica, amenazada por las cada vez más frecuentes descalificaciones totales
del adversario como enemigo. Se han abierto heridas muy serias y graves con las
que antes no había tenido que lidiar ningún Gobierno. Se han cruzado líneas
rojas que jamás se deberían haber traspasado. Ya está hecho.
Los pasados años han de ser vistos como una desgracia más,
una tragedia nacional cuyos efectos todos debemos ayudar a superar. Ahora nos
enfrentamos a dos años de legislatura que habrán de ser muy distintos. Sin
pausa habrá que continuar las reformas que en este país siempre amenazan con
quedar abortadas u olvidadas. Los cambios han de ser radicales. Muchos quizás
mayores que los habidos. Porque hay reformas que la realidad impondrá pese a la
resistencia de los políticos a acometerlas. Cambios que parecen imposibles
habrán de acometerse.
Habría que mirar un poco más a Alemania que ahora se
enfrenta a unas elecciones que con seguridad ganará la canciller Angela Merkel.
Y que también se plantea nuevas y profundas reformas. Porque todos los países
europeos y la Unión Europea como tal han de hacer esos cambios si no quieren
sucumbir, juntos y por separado. Y muchos de los cambios que todavía no se
entienden serán asumidos por las sociedades europeas como lo fueron otros.
Alemania implantó hace ya una década, de forma mucho más consecuente y radical,
las reformas que nosotros estamos haciendo en el peor momento posible. Lo
hicieron con no pocos reveses, con varios intentos, con esfuerzos fallidos y
muchas enmiendas. Porque no había precedentes ni referentes. Hubo por supuesto
muchas protestas porque se estaba desmantelando, cierto, todo un sistema que
había funcionado. Pero que, con éxito se explicó, ya había dejado de ser
viable. Todo intento de preservarlo era un fracaso lastrado por la melancolía.
Así se produjeron los cambios en la economía alemana que permitieron al país
salir de la depresión en que se había hundido tras la unificación. La unidad de
Alemania fue un objetivo histórico al que dedicaron todos sus esfuerzos cuando
se hizo posible con la caída del comunismo. Nosotros que tenemos esa unidad
desde hace 500 años, la estamos dinamitando.
Después llegó la reforma de competencias que trajo consigo
por primera vez la recentralización de ciertos poderes. Parecía imposible. Hoy
todos saben que fue eficaz. Y ya está sobre el tapete otra centralización que
sería la educación. Pensemos en ello. También se debate ya la unificación de
varios estados en uno. Turingia, Sajonia y Sajonia Anhalt podrían ser pronto el
estado unificado de Alemania Central. Son pasos racionales para una mayor
eficacia del país y a la postre un mayor bienestar para todos. Y se harán por
el bien de todos. Aunque intereses egoístas los intenten impedir. Porque un
Gobierno con fuerza y convicción las sabe implantar y explicar. ¿Por qué no
vamos a poder hacer nosotros lo mismos?
0 comment(s):
Post a comment
<< Home