JUGAR LA CARTA GEOESTRATÉGICA
Por HERMANN TERTSCHABC Sábado, 17.08.13
En su
afán por distinguirse en todo de su antecesor, George W. Bush, que reaccionó
tan rápida y drásticamente tras el atentado del 11 de septiembre, el presidente
Barack Obama parece tener especial celo en mostrar parsimonia ante la crisis en
El Cairo. Pero ya parece que hasta a colaboradores suyos les parece excesivo
que, mientras Egipto arde y los muertos se cuentan por centenares, el
presidente parezca concentrarse sólo en mejorar su «drive» en Martha’s
Vineyard. Disfrutando de los insuperables campos de golf del enclave más
exclusivo de multimillonarios que existe en el mundo. Otros se lo toman más en
serio. Como el presidente ruso Vladimir Putin que podría haber visto una gran
oportunidad de ampliar la influencia rusa en el mundo árabe. Y especialmente en
Egipto, que estuvo en la órbita soviética hasta la presidencia de Anwar el
Sadat.
El
Kremlin ha apoyado al Ejército egipcio. No se ha limitado como Obama a hacer
por boca de portavoces una condena superficial de las muertes de los
manifestantes. Sin pararse en razones más profundas. Y sin dedicar un minuto a
los muertos de las fuerzas de seguridad que son los representantes y defensores
del que aún es, al menos sobre el papel, el principal país aliado de EE.UU. en
el mundo árabe. Sobre el papel y todavía. Porque se siente traicionado el
ejército egipcio, que intervino el 4 de julio a solicitud de grandes masas de
egipcios que pedían protección contra la deriva golpista del islamismo de
Mursi. Se siente traicionado porque entre hoyo y hoyo de golf, Obama hizo
anunciar que se suspendían las maniobras conjuntas egipcio-norteamericanas a
celebrar ahora. Con lo que todas las fuerzas islamistas decididas a ir a la
guerra contra el Ejército tienen un apoyo psicológico más. Y los defensores del
Estado aún aliado de EE.UU. un apoyo menos. El presidente ruso Vladimir Putin,
anunció en un medio en inglés, «Independent Egypt», muy respetado por sus
fuentes, habría ofrecido su plena disposición a sustituir a las tropas
norteamericanas con fuerzas rusas en esas maniobras.
Y desde el Kremlin sólo se oyeron palabras de respeto al
Ejército egipcio que estaría luchando por evitar el colapso del orden y la
seguridad. Rusia ha demostrado de forma brutal su lealtad a su aliado sirio.
Obama no ha sido leal a nadie. Y no lo está siendo ahora. Tan sólo pensar que
Egipto pudiera volver a una órbita rusa después de 35 años de leal aliado de
Washington produce escalofríos en el sistema de seguridad occidental en todo el
mundo. Con Siria, amplia presencia en el Mediterráneo y con Suez, la puerta al
Gofo. Si al final, Obama concluye su presidencia con la pérdida total de la
influencia norteamericana en Egipto, habrá competido con éxito con el más
desgraciado y nefasto presidente norteamericano que se recuerda, el también
demócrata Jimmy Carter.
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