The Unending Gift

domingo, agosto 18, 2013

DE EL CAIRO A MARTHA'S VINEYARD

Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 16.08.13

El islamismo ha demostrado ser enemigo de todo compromiso. Y el presidente egipcio depuesto, Mursi, es la prueba de ello

EL jueves 4 de junio del 2009, cinco meses tan sólo después de acceder a la Presidencia de Estados Unidos, Barack Hussein Obama, hacía un encendido discurso programático dirigido al mundo árabe y por extensión a todo el islam. Lo hacía desde el alma mater de la sabiduría sunita, desde la Universidad Islámica de Al-Azhar, en El Cairo. El nuevo presidente norteamericano, que tanto febril entusiasmo había despertado, se aprestaba a extender más allá de Occidente la buena nueva del «cambio moral» en Washington. No con ideas concretas. Sino con un mensaje de sentimental afecto y elogio a todo lo bueno que puede identificarse con el Islam. Y una oferta de complicidad, desde esa postura tan propia de Obama de presentarse, negro y africano de origen, como víctima, al igual que el mundo árabe, de un enemigo común, que serían el imperialismo y el colonialismo.

Obama había llegado a El Cairo a anunciar que el mal había quedado atrás. Y ese mal no era sólo ese lejano imperialismo, sino su propio antecesor en el cargo, el presidente George W. Bush, representante del Gran Satán, iniciador de guerras y símbolo de todo mal para tantos musulmanes. Obama no iba a contradecirles. Al contrario. Se presentó en el perfecto «adanismo» del presidente nuevo y puro de una potencia nueva y purificada por la reciente elección que lo había llevado al cargo. Todo iba a ser mucho mejor a partir de ese mismo momento. En todo. Anunció su visión de un mundo desnuclearizado y, junto a otras promesas, esta que no me resisto a citar: «He prohibido inequívocamente el uso de tortura por Estados Unidos y he ordenado que se clausure la prisión en la bahía de Guantánamo para comienzos del próximo año» (año 2010).

Pero más allá de promesas después incumplidas o siempre incumplibles, más allá de «buenismos», de juicios morales y proclamación de pulcritud de intenciones, el discurso de El Cairo no le granjeó a Washington una sola simpatía que no tuviera antes, ni un enemigo menos. Por el contrario debilitó a las fuerzas aliadas de Washington en todos estos países, muchas de ellas enormemente expuestas durante décadas con diferentes presidentes. Y de repente puestos en evidencia por un presidente norteamericano que prometía hacer todo de otra forma y no ocultaba que su país consideraba errores o algo peor conductas previas de Washington. Además de dar a entender que había tenido aliados insoportables y odiosos que ya no gozarían de su favor. Es difícil saber cuánto tuvo que ver aquel discurso de Obama en El Cairo con lo que pasó y pasa.

Las vanguardias urbanas que iniciaron las revueltas árabes vieron posibilidad de derribar a sus tiranos. Y las fuerzas que mantenían estos regímenes, en especial el de Hosni Mubarak, quedaron debilitadas. Siempre será discutible que fueran inicialmente buenas o no las revoluciones celebradas como «primaveras». O estuvieran condenadas desde un principio como algunos creían entonces y muchos creen saber ahora. Lo cierto es que el islamismo ha demostrado una vez más ser enemigo de todo compromiso. Y el presidente egipcio depuesto Mursi es la prueba de ello. Él es el iniciador del golpe permanente en Egipto al que respondió el ejército por clamor popular. Y que ha entrado en una fase prebélica. Pero algunos olvidan que entre los muchos muertos de anteayer había 43 policías. Obama, por ejemplo, que desde su deliciosas vacaciones en el edén de multimillonarios de MarthaŽs Vineyard, castiga al ejército egipcio y olvida todo lo demás. Entre yates, champán y joyas, Obama regaña a los egipcios por no portarse tan educadamente como él recomendó en Al Alzhar. Tolerancia, señores, tolerancia.


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