EL EJE DEL DELIRIO
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 06.09.13
El discurso del gobierno andaluz, contra el mundo, salvo
Cuba, es tan grotesco como el discurso separatista de la Generalitat
EL presidente Artur Mas tiene un problema. Es el problema
habitual del que promete algo imposible. Se lo ha prometido a mucha gente.
Mucha ha sido la gente que le ha creído. Pero se acercan las fechas en las que
sus socios de Esquerra Republicana le reclamarán a Mas que cumpla. Y él sabe
que no puede. Sabe que sacar urnas a la calle, para pretender que los catalanes
votan su independencia, puede ser tan entretenido y folclórico como esa cadena
humana. Pero al día siguiente no se habría acercado ni un milímetro a la
independencia ni al Estado catalán. Pero él se enfrentaría a cargos que
acabarían en su inhabilitación, incluso antes de que lo manden a paseo los
electores catalanes. Mas intenta por eso alejar hasta el 2016 el amargo cáliz
rebosante de la cicuta de la realidad y legalidad que supondrá su fin político.
Muy optimista se le ve, pretendiendo acabar una legislatura, en la que aun no
ha hecho un presupuesto y en la que sobrevive a expensas de las transferencias
que le hace su enemigo mortal desde la capital mundial de la depravación
explotadora que es Madrit.
El señor Mas tiene el problema de tener que cargar ahora con
el lastre de un mensaje inviable que ni siquiera era suyo y que adoptó por puro
oportunismo. Creía que eran los vientos de la historia y no era más que un
subidón de ego y mil errores de percepción y cálculo. Ahora tiene que prolongar
la farsa. Para sobrevivir. Pero sus plazos son una mala broma. La dinámica de
la agitación separatista, con su frente de odio antiespañol ya plenamente desplegado,
han convertido a Junqueras en su amo. Que lo puede hacer caer en cuanto le
plazca. Por supuesto que el personaje Mas se merece todos estos problemas y
muchos más que le vayan surgiendo. Pero lo cierto es que es un problema de
todos los españoles. El daño que hacen a España, con premeditación y con dinero
español, no permite que sigamos esperando a que Mas se cueza en su propia
miseria política y mezquindad personal. No es ese pobre hombre el único
culpable. Ni el principal siquiera.
La culpa es de muchos, pero los principales responsables son
todos los que permitieron que la idea de España retrocediera permanentemente en
regiones españolas que se entregaron a los nacionalismos. El descarrilamiento
no se ha producido sólo en el País Vasco y Cataluña. Quien siguiera los dos
pasados días la toma de posesión de la nueva presidenta de la Junta de
Andalucía, Susana Díaz, es consciente de que el delirio catalán tiene un
equivalente, igual de irracional y peligroso, en la región más grande y poblada
de España. Andalucía, del tamaño de Portugal, es gobernado por una demencial
coalición de ideólogos semiágrafos que parecen haber extraído su concepción del
mundo de una especie de Pumbi bolchevique. Una coalición de almas simples, muy
redichas pero muy prosaicas, que desde ayer preside una joven de la catequesis
socialista, a la que nadie sensato prestaría jamás nada que apreciara. La pobre
Susana Díaz ha reprimido como ha podido, bajo frases hechas y apelaciones
institucionales de buena fe, su ortodoxia furibunda del marxismo primario. Pero
los portavoces de los dos partidos del Frente Popular andaluz han desparramado
un lenguaje soez por guerracivilista, agresivo, anacrónico y absurdo. El
discurso del gobierno andaluz, contra el capitalismo, contra Europa, contra el
mundo salvo Cuba, cabría decir, es tan grotesco como el discurso separatista de
la Generalitat. Cataluña y Andalucía son dos focos de irracionalidad que todo
lo lastran. Sin pretenderlo ni saberlo han formado un eje del delirio.
Requieren por ello una respuesta urgente, general, contundente, de todos, de
España.
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