The Unending Gift

domingo, mayo 25, 2014

EL TRIUNFO DEL MAL MENOR EN UCRANIA

Por HERMANN TERTSCH
Enviado especial a Kiev
ABC Domingo, 25.05.14


La celebración, hoy, de elecciones ya es una victoria para quienes ansían el cambio

El favorito Petro Poroshenko es un magnate, pero no tiene vínculos mafiosos ni lealtades sospechosas


     Los ucranianos votarán en mucho mayor número que las sociedades de los países miembros de la Unión Europea. El Gobierno provisional hizo la convocatoria coincidente con las elecciones europeas con tanta intención como tino. Ucrania elige a un presidente del que se espera dirija todos los pasos de la política a acercar a Ucrania a su ansiada pertenencia a ese club de los 28 que vota este domingo.

     El hecho de que se celebren las elecciones ya es un motivo de alivio. Aunque no haya elecciones en Crimea, un territorio que se da por perdido aunque quede como denuncia contra Rusia para el futuro previsible. Y aunque haya pocas posibilidades de votar en algunos distritos de Ucrania oriental y en especial en Donetsk y Lugansk.

     A pesar de la división y la debilidad de los separatistas rusos, queda claro que un número indeterminado de colegios no abrirán sus puertas y un número no cualificado de ucranianos no podrán votar en la región del Donbass. Pero allá en febrero no todos estaban tan seguros de que fueran a celebrarse en absoluto.

     Más allá de la comprensible retórica épica de algunos miembros del Gobierno y de las muy marginales soflamas ultranacionalistas que la propaganda rusa y alguna occidental se empeñan en magnificar, lo cierto es que en Kiev se percibe un amplísimo consenso basado en la aceptación general del mal menor. De todos los males menores que forman la realidad ucraniana tras la caída del régimen de Yanukovich y la invasión y anexión de Crimea por parte de Rusia. Es un mal menor que no pueda votarse en ciertas zonas de Ucrania oriental.

     Es un mal menor que se produzca allí una violencia armada de baja intensidad con un goteo de muertos y una evidente falta de control del gobierno central. Es un mal menor que el presidente de un inmenso país vecino pretenda que Yanukovich sigue siendo presidente de Ucrania. Porque se arroga el poder de decidir quién es el presidente de un país vecino y lo subraya un día antes de que los ucranianos lo elijan libremente. Peor habría sido, se dice todo el mundo, que se hubiera propuesto sabotear las elecciones. Porque lo habría conseguido.

     Es un mal menor también que los oligarcas, a los que el nuevo Gobierno y el Estado tienen que recortar poderes y someter a la ley, sean los únicos que pueden garantizar el orden público y el funcionamiento de los servicios en muchas partes del país. Lo es, porque los oligarcas podrían haber optado por otras lealtades. Y es trágico pero cierto que si el «dueño del Donbass» que es el oligarca más poderoso de Ucrania, Ajmetov, hubiera decidido hacer causa común con el separatismo y no con el gobierno de Kiev como hizo, hoy Ucrania sería otro país.

     Y es un mal menor finalmente que el favorito a ser elegido hoy presidente –quizás incluso lo logre en primera ronda– sea otro multimillonario, Petro Poroshenko, el rey del chocolate de Ucrania. Es un mal menor, porque no es uno de los oligarcas del gas, porque no es de los marcados por sus estructuras mafiosas y porque no parece tener otras obediencias que sus intereses.

Poroshenko y el futuro

     Este Kiev de primavera espectacular, con sus palacios, sus edificios oficiales del zarismo y estalinismo, sus barrios nobles con sus majestuosas avenidas, sus centenarios castaños, tilos y acacias en flor, sus barrios obreros de la estrechez masificada del socialismo real, todos convertidos en inmenso bazar, este Kiev vive en el miedo al futuro, templado por el alivio de no haber visto cumplirse todo lo peor imaginado.

     Pero la situación económica es dramática. Y todos saben que con la llegada del próximo invierno se habrán de tomar decisiones que muchos temen no vaya a poder soportar el tejido social. Las condiciones para las ayudas occidentales será severas. Se espera que el realista Petro Poroshenko haga gestos a todos los afectados por el desgarro nacional. Que confirme la innegociable condición europeísta y a un tiempo intente rebajar los recelos de los sectores prorrusos.

     Se hará con una política de descentralización, pero no de federalización como pretenden unos con mejor intención que otros. Y también hay esperanza en que Poroshenko encuentre, pese a sus ahora limitados poderes, vías para disolver este parlamento y convocar legislativas. Tan general es el deseo de que Poroshenko salga en la primera ronda que casi resulta imposible pensar que no lo consigue.
Nadie quiere en Kiev tres semanas más de precariedad institucional. Todos tienen ansias de pasar página. Aunque teman las siguientes.


Petro Poroshenko se dirige a sus simpatizantes en la ciudad de Cherkasi


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