CAOS MENTAL, CACAO MORAL
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 09.05.14
Los que echan de menos esa URSS lo hacen con el desprecio de
tanto occidental a los valores en los que radica su libertad y dignidad
NO tengo el gusto de conocer a la señora Araceli Mangas,
catedrática de Derecho Internacional y muchas cosas más. Ni osaré debatir con
ella en su campo, a la vista del abrumador currículum que muestra y sin duda
merece. Ni siquiera por su permanente insistencia en lo que creo ese error,
moral y político en todo caso, tan extendido en España, de que el
reconocimiento de Kosovo, tras la derrota de Belgrado en una guerra genocida
iniciada por el régimen de Serbia, es el pecado original europeo tras el cual todos
los demás pueden hacerse de su capa un sayo. Yo creo, por el contrario, que la
creación del Kosovo independiente como la de los demás herederos del disuelto
Estado de la federación yugoslava es una dolorosa pero inevitable consecuencia
de la guerra nacionalista provocada desde el corazón mismo del fenecido Estado
federado. Creo que fue una tragedia tan inevitable como la pérdida de
territorios alemanes en 1945, provocada por otro agresor ultranacionalista que
se lanzó a una aventura de similares características, aunque de mayores
dimensiones, allá por 1939. O como la implosión del imperio austro-húngaro y el
surgimiento de los nuevos estados artificiales. Acusar a la OTAN de invadir
Serbia «igual que Rusia ha invadido Ucrania», como hace Mangas, es comparar la
entrada de las tropas aliadas en la Alemania hitleriana en 1944 con la invasión
hitleriana de Polonia en 1939. Lo dicho, la señora catedrática tendrá
argumentos jurídicos para sostener lo contrario.
Para lo que dudo que tenga muchas razones la eminente
jurista es para una frase suya aparecida en otro periódico nacional. Que rezaba
textualmente: «Quizá fue un error acabar con la Unión Soviética». Cuando dice
que pudo ser un error sugiere que fue una opción deliberada y que había otras.
Nos tiene primero que decir quién fue quien destruyó la Unión Soviética,
pudiendo haberla mantenido vivita, coleando y aplastando a sus súbditos y a sus
vecinos como hasta entonces. Tendría que explicarnos por qué y para quién
podría considerarse como afortunada y conveniente la supervivencia de un Estado
gobernado desde el terror y la ausencia total de ley y derechos. ¿Quizá para
los rusos? ¿Para sus vecinos europeos sojuzgados? ¿Para las repúblicas
soviéticas no rusas?
Me atrevo a adivinar que cuando la señora Mangas sugiere que
habría sido mejor contar en el siglo XXI con la URSS lo hace pensando en Europa
occidental, en España, en ella misma. No piensa en los rusos. Ni en los vecinos
que gracias al hundimiento de la URSS hoy viven en países con libertades y
derechos como la señora Mangas. Nadie acabó con la URSS salvo ella misma. ¿O
tenemos conspiración al canto que urdió el naufragio de aquella «fuerza de
estabilidad» que añora Mangas? Putin dijo que la caída de la URSS fue la peor
tragedia del siglo XX. Más que el Holocausto. Millones de muertos en la cheka.
Los que echan de menos como Putin, quizá como Mangas, esa URSS, lo hacen con el
desprecio de tanto occidental a los valores en los que radica su libertad y
dignidad. La URSS no puede ser conveniente, como no puede serlo un campo de
tortura o de exterminio.
Me temo que tan eminente jurista no ha sentido ni un poco de
vergüenza al leer esa frase suya sobre la conveniencia del mal ajeno. Que
revela un serio cacao moral de la académica de Ciencias Morales y Políticas. Porque,
en el fondo, es una sentencia del nivel moral de las que se felicitan de que
exista la dictadura en Cuba, esa pequeña Unión Soviética, porque la
prostitución de menores prolifera y es barata.
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