The Unending Gift

viernes, mayo 23, 2014

TIEMPOS QUE NO VOLVERÁN

Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 23.05.14


Rusia tiene que volver a entender que hay tiempos que nunca volverán. Por mucho que los invoque

EL presidente Vladimir Putin no puede ocupar por la fuerza un país de la extensión de Ucrania. Puede hacer mucho daño. Pero no puede ya arrollar y merendarse al país entero como ha hecho con Crimea. No tiene la fuerza para ello. Y su régimen, medianamente sólido hoy gracias a la represión y a su discurso nacionalista, no ha olvidado los sobresaltos que tuvo hace tres años. Podría volver a tambalearse en no mucho tiempo. El Kremlin creía que podría hacerse con Ucrania por medio de esa operación de imperialismo y anexión pacífica que se dio en llamar Eurasia y que era la reconstrucción de la Unión Soviética por una especie de confederación de estados autocráticos soberanos que dejarían muy pronto de serlo. Para eso necesitaba a Yanukovich igual que a Lukashenko. Tras el desastre de Yanukovich, ni siquiera Lukashenko parece ya dispuesto. Se trataba de llegar por desvíos a la meta final de una reunificación con Moscú como metrópoli. Cuando los ucranianos vieron aquella amenaza, se revolvieron con pavor, decisión y valentía. Sabían que de no reaccionar, una política de hechos consumados los condenaba de nuevo durante generaciones a vivir sojuzgados por un régimen lastrado no ya por una ideología, sino por un estado de ánimo. Esa tragedia que todos los ucranianos, sean demócratas o no, tienen grabada en la memoria o en el relato. Por eso, los ucranianos salieron dispuestos a dar la vida y muchos de ellos la perdieron en el Maidan. Otros la están perdiendo estos días en asaltos, emboscadas y combates para restaurar la soberanía y el control de Kiev sobre los territorios orientales en los que una minoría rusa se presta al juego político del vecino. Es una operación que ya vimos en toda su hipocresía en los Balcanes. Su resultado fue catastrófico. Porque no ofrecía más que terror. Hoy los responsables de aquella aventura criminal de la Gran Serbia, los que quedan vivos tras la muerte prematura de Milosevic, cumplen condenas o están siendo juzgados en el Tribunal sobre Yugoslavia en La Haya. Ucrania quiere salir de esa fatalidad histórica de ser el último rehén de un proyecto imperial hace mucho tiempo fallido. Pero sin Ucrania, Rusia no puede articular ningún proyecto de expansión y poderío totalitario. Por el contrario, un proceso democratizado con éxito en Ucrania se convertiría en la prueba más evidente de que tampoco los rusos están predestinados a un gobierno autocrático, brutal, oscurantista y despótico.

El proceso de gran éxito democratizador y de espectacular aumento de la prosperidad en el corazón de la Europa oriental que fue Polonia desencadenó una inmensa fuerza de atracción hacia la Unión Europea en Ucrania. Ya se había roto el tabú, un tabú insoportable por ofensivo e injusto, de que partes de la URSS no podrían formar parte de las organizaciones occidentales. Si la URSS se rompió y el comunismo se hundió y la democracia venció, fue para que todos estos pueblos pudieran elegir su suerte, sus dirigentes y sus alianzas. Y nadie en el extremo occidental del continente puede decidir vetar el ingreso de un país democrático en una organización occidental si cumple las condiciones. El veto de Rusia no está previsto para ninguna de las decisiones de la UE, de la OTAN ni de ninguna otra asociación de estados libres y soberanos. Son por eso ofensivos para Occidente mismo los intentos de aplacar a Moscú violando o ignorando los derechos de estos pueblos que quieren acceder al progreso y la libertad en la UE y son amenazados por el retorno al pasado oscurantismo de la Rusia de Putin. Rusia tiene que volver a entender que hay tiempos que nunca volverán. Por mucho que los invoque.

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