The Unending Gift

sábado, mayo 10, 2014

EL CÉSAR Y POTEMKIN

Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 10.05.14


Grandes galas para el César Imperator en un país que pierde definitivamente el tren del desarrollo

En un gran yate blanco, escoltado en larga formación de buques de guerra por la histórica ensenada de Sebastopol, como en los mejores tiempos de los mejores zares. Como antaño, con la población enfervorizada en los muelles fijando en él sus miradas devotas y su gratitud patriota. Pero ahora en el siglo XXI bajo el rugido de sus cazabombarderos. Y para celebrar la « victoria sobre el fascismo » en referencia al nazismo alemán que se rendía el 9 de mayo de hace 69 años, pero también en alusión al actual Gobierno de Ucrania, al que Moscú no deja de difamar como fascista.

Así tomaba ayer posesión de la tierra conquistada el nuevo/viejo emperador de las Rusias, Vladímir Putin. Como Catalina, Nicolás y Alejandro cuando celebraban su grandeza en aquella tierra arrebatada a los tártaros. Una fiesta de comunión entre el Zar y el pueblo. Por la grandeza patria. Espléndida escenografía. Memorable, incluso en dura competencia con la siempre fantástica y colosal ópera que es el desfile militar de la Plaza Roja que se había celebrado horas antes. Allí había mostrado el régimen sus nuevos juguetes bélicos.

Vladímir Putin sabe lo importante que es la apariencia. Por Crimea se inventaron los pueblos de Potemkin, los decorados falsos de escenas de pueblos idílicos puestos en la ruta de la zarina Catalina la Grande para no turbarla con la realidad. El conde Potemkin ocultaba tras esas bucólicas escenas pintadas en bastidores la terrible miseria que se extendía a lo largo del trayecto. Los caudillos comunistas hicieron todos uso de este viejo invento para ocultar realidades.

Ahora toda Rusia podría ser pronto un pueblo Potemkin. Con grandes galas para el César Imperator y un país que pierde definitivamente el tren del desarrollo del siglo XXI, vende materias primas para alimentarse, armarse y pagar a un aparato que imponga el silencio cuando la realidad haya ahogado los últimos vítores y entusiasmos de ahora.

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