The Unending Gift

martes, mayo 06, 2014

FINO GULAG Y TAPITA LUBIANKA

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 06.05.14


Imaginen una caseta de feria con la esvástica a millares y en las camisetas de los sonrientes camareros de gracejo sevillano

POSAN todos en equipo de camareros, como uno más en todos los centenares de casetas que ultiman detalles en vísperas de la apertura de la Feria. Hombres y mujeres, gordos y flacos, sevillanos sonrientes ante los días de fiesta, juerga y alegría decretada que comienzan en la capital andaluza. Es esta una caseta peculiar. Porque todos los camareros posan en camisetas en rojo sangre con la hoz y el martillo en el pecho. Porque la bandera comunista cubre el techo en mil banderines que se alternan con otros de los colores de la bandera republicana. Y porque detrás de la barra hay un inmenso retrato de la Pasionaria, aquella heroína de Stalin, que reza: «Con el ejemplo de la Pasionaria… hacia la III República». Todos los camareros parecen buena gente. Ninguno habrá seguido jamás las instrucciones de la Pasionaria en el trato con los no comunistas. Porque se quedarían sin clientes. Quizás los más jóvenes ya sientan de nuevo ese odio al enemigo de clase que ella cultivaba. Con el que amenazó de muerte en el Congreso a Calvo Sotelo días antes de que este fuera asesinado. Ese odio, el de la revancha, que el PCE tachó de contraproducente y rechazó poco después del XX Congreso del PCUS en 1956 hasta muy después de nuestra transición, ya vuelve a dominar todos los actos y mensajes de este partido. Aunque en realidad fuera un socialista, Rodríguez Zapatero, quien tuviera el despreciable papel protagonista en la reactivación del odio político en la izquierda española.

Cuando aun no se han cumplido los 15 años de aquella funesta irrupción del revanchismo en la política nacional en el Congreso del PSOE en el año 2000, gran parte de la militancia de izquierdas en España hoy ya considera que, de una forma u otra, salda cuentas de la guerra civil con su acción política actual. Y no hay diferencia en ello entre socialistas y comunistas. Para ellos la reconciliación nacional no fue la gran gesta nacional de grandeza y generosidad que tantos españoles creímos y creemos, sino una farsa y un acto de debilidad. Por eso invocan aquí a Pasionaria para la III República que, en realidad sería una emulación de la primera, a los pocos años de fundarse un régimen putrefacto por el totalitarismo y la violencia, abandonado por toda la inteligencia y decencia y ya mero instrumento del Frente Popular para la dictadura del proletariado, es decir de Stalin.

Ahí posan ahora, a la espera de las risas y los bailes, bajo banderas que simbolizan decenas y decenas de millones de muertos por todo el mundo bajo todos los regímenes comunistas habidos. Ni un solo partido comunista que llegara al poder a lo largo de todo un siglo dejó de cumplir su deber criminal de exterminar a parte de la sociedad que dominara. Ese símbolo de la peor trayectoria criminal solo es comparable al de la esvástica. El gran Vaclav Havel pidió a Europa poco antes de morir que tuviera el valor para el acto de justicia histórica de equiparar en el rechazo y condena a comunismo con nazismo y fascismo. No lo hubo. Imaginen una caseta de feria con la esvástica a millares en banderines y en las camisetas de los sonrientes camareros de gracejo sevillano. Imaginen la recepción pública a una caseta simplemente con la bandera nacional con el águila de San Juan, tan preconstitucional como la republicana. Pues aquí tienen, preparados a una «jartá de reí», a los tripulantes de una nave por el tiempo que no evoca sino juicios sumarísimos, tortura, terror, baños de sangre y campos de concentración y trabajo forzoso. Marchando un fino Gulag y una tapita Lubianka.

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