UNA GRIETA DE MIEDO
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 11.07.14
El antiamericanismo alemán, durante décadas silenciado por
razones de peso, vuelve a pisar moqueta
EL Gobierno alemán anunciaba ayer que ha invitado al máximo
representante oficial de la CIA en la embajada norteamericana en Berlín a
abandonar el país en los próximas días. Esta noticia, de que Alemania expulsa
al jefe de la CIA en su territorio, es un mazazo sin precedentes a las
relaciones bilaterales. Este tipo de trato público de afrentas por espionaje
solo se había dado con países de gobiernos totalitarios y marginales. Hasta con
los enemigos en guerra fría, véase URSS o sus satélites, se intentaban encontrar
fórmulas menos traumáticas y llamativas. Es este el último capítulo, de
momento, de la escalada de la tensión por la revelaciones del espionaje
norteamericano en Alemania. Si todo comenzó con las filtraciones de Eduard
Snowden sobre las actividades de la NSA, la detención de dos espías, captados
por la CIA dentro de los servicios secretos «hermanos» del BND, han
desencadenado esta catástrofe para las relaciones. Por desgracia no estamos
ante un conflicto puntual, más o menos grave, entre Berlín y Washington. Hace
veinte todo habría sido diferente. La limitación de daños habría tenido máxima
prioridad sobre cualquier forma de enfrentamiento o represalia pública.
Estamos
en otra época y hay cambios esenciales en la percepción de estas relaciones en todo
caso a este lado del Atlántico. Es significativo que Merkel se haya creído
obligada a esta decisión tan drástica. Le habría gustado impedirlo. Pero su
instinto político le ha dictado la necesidad de semejante medida. El
antiamericanismo alemán, durante décadas silenciado por razones de peso, vuelve
a pisar moqueta. Ha vuelto a salir del reducto de los neonazis y la
ultraizquierda. donde estuvo enclaustrado desde el cerco soviético a Berlín de
1949. Y más grave aun, con la crisis financiera y económica de la UE también ha
crecido el neutralismo alemán. Esto se ha puesto terriblemente en evidencia en
los sondeos tras la invasión, ocupación y anexión por Rusia de tierras
ucranianas. Los sondeos de opinión reflejaban unos cantos al alma rusa y
simpatía por Putin que no mermaban por el reconocimiento de la brutalidad de la
invasión y la violación del derecho internacional. Y no son solo los muchos
intereses económicos, especialmente los contratos rusos de la mediana empresa
del Mittelstand o el gas, lo que determina esta actitud. También el
resurgimiento de unos lazos sentimentales con Rusia que siempre ha albergado el
romanticismo alemán. El anclaje a Occidente en la OTAN y la UE no es
cuestionado de momento más que por los izquierdistas radicales de Die Linke,
tan pro-rusos y pro-Putin como la extrema derecha de Le Pen en Francia. Pero el
alma alemana muestra indicios de que vuelve a no estar cómoda en su piel. Y ve
un motivo para indignarse sobre todo por el hecho de que los espías malos en
esta película son los norteamericanos. Cuando la propia hostilidad que se
muestra al espionaje norteamericano quizás otorgue algo de razón a quienes
desde CIA y NSA creen en la necesidad de recabar información por su cuenta.
Merkel ha actuado porque se sabe frágil con opinión pública. Sabe que su
vicecanciller Sigmar Gabriel quiere su puesto cuanto antes y ya piensa en un
gobierno de izquierdas. Incluso si tiene que incluir al partido radical Die
Linke, cuya hostilidad a la OTAN es lo que ha impedido alianzas anteriores. Con
esa hostilidad antiamericana ahora preponderante, Gabriel no pagaría demasiado
precio político por cambiar de alianza. Y podría tener una mayoría para acabar
con Merkel mañana. Pero además, se abriría esa temida fisura a la OTAN en el
corazón de Europa. Y seríamos aun más vulnerables en un mundo en el que se
multiplican las zozobras.
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