AMORDAZADOS EN CASA
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 05.09.14
En el escándalo de las niñas de Rotherham no hay detenidos
NIÑAS de once años violadas por media docena de adultos.
Menores alquiladas y canjeadas como esclavas sexuales. Palizas sin fin.
Sesiones bárbaras con grupos de adultos aplicando torturas y sevicias de todo
tipo a niñas indefensas. Criaturas de doce dando alaridos de desesperación ante
el dolor y el miedo. Criaturas bañadas en gasolina y amenazadas con ser
quemadas vivas. Y no eran unas pocas desgraciadas caídas en manos de un par de
psicópatas. Ha sido un fenómeno masivo. Continuado. Y conocido. Protagonizado
por adultos conocidos por todos. Y son hasta 1.400 las menores víctimas de esta
inmensa red de depredadores sexuales. Todo esto ha sucedido en la ciudad de
Rotherham. Los testimonios son el horror absoluto. Una pesadilla. Pero ha sido
la realidad en pleno corazón de Inglaterra. Realidad conocida durante casi
quince años por las autoridades. Tres informes se elaboraron en pasados años
sobre varias denuncias y en todos surgieron con mayor o menor detalle estas
prácticas monstruosas. Pero policía, ayuntamiento y servicios sociales
prefirieron mirar a otro lado. Cientos de funcionarios prefirieron ignorar los
tormentos de estas niñas indefensas, procedentes de familias rotas y
desestructuradas. Ha sido en Rotherham, en el norte pobre y desindustrializado
de Inglaterra.
Llegado aquí el lector no entenderá cómo es posible que este
horrendo crimen continuado haya sido posible tanto tiempo. No lo entiende
porque yo le he sustraído un dato fundamental de la noticia. Y ese dato es que
todos los violadores y torturadores de niñas inglesas blancas son miembros de
la comunidad paquistaní de la región de Rotherham. Los autores eran musulmanes
y las víctimas eran blancas. Y es un hecho, denunciado con indignación y horror
por voces como los filósofos Roger Scruton o Slavoy Zizek, que durante más de
una década la policía y los servicios sociales han callado el horror por miedo
a ser tachados de racistas. Por temor a verse envueltos en una caza de brujas
del antirracismo oficial y extraoficial que en la administración británica
amenaza siempre con concluir en la pérdida del empleo del acusado. Es milagro
que un funcionario blanco sobreviva profesionalmente a una acusación de racismo
de un grupo de presión, con la terrible agravante de «islamofobia». Nadie dude
de que, si los canallas implicados en las violaciones y torturas hubieran sido
blancos, ya el primer informe habría tenido drásticas consecuencias y habría
saltado a la prensa. Pero denunciar por tales horrores a paquistaníes
musulmanes es algo a lo que nadie en Rotherham se atrevió hasta el último y
dramático informe. En el que también se pasa de puntillas sobre el hecho.
Aunque sea ese dato el que explica el trato colectivo de los depredadores a
1.400 niñas como despreciable carne de mujer blanca infiel. Se ha callado y
tolerado todo por no poner en peligro eso que llaman comunidad multicultural,
ese fantasmal saco de convenciones mentirosas en el Reino Unido, como en toda
Europa y EE.UU. La corrección política, impuesta por izquierdas y minorías
militantes, ha derrotado a la verdad en Occidente. Amordazados en nuestra casa,
hemos asumido mil falacias y ficciones para evitar conflictos que ya hemos
perdido, con nuestra cultura en permanente retirada y rendición. Esa nuestra
cultura que, con su éxito al compaginar libertad y orden, creó las sociedades
más democráticas y prósperas de la historia. Son estas sociedades abiertas las
que han atraído a quienes vienen de unos estados fracasados debido a unas culturas del fracaso que son las que pretenden algunos imponernos. Este grotesco
y trágico sinsentido lo hemos asumido sin apenas réplica. Hasta cuando la
realidad más brutal devora literalmente a nuestras hijas, callamos. Se me
olvidaba: en el escándalo de las niñas de Rotherham no hay detenidos.
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