LA SOBRIA CELEBRACIÓN DEL ÉXITO
Por HERMANN TERTSCHEnviado Especial a Berlín
ABC Miércoles, 05.11.14
Alemania ya sabe reflexionar sobre sus pasadas tragedias con
un patriotismo desenfadado y libre de chovinismo
Será un
largo fin de semana de fiestas y celebraciones este próximo. Berlín volverá a
ser la capital del mundo. Y lo será para conmemorar un hecho que simboliza
muchos a un tiempo, todos de capital importancia para Alemania, pero también
para Europa y el mundo. El domingo se cumplen 25 años de que, el 9 de noviembre
de 1989, cayera el Muro de Berlín. Por un malentendido final que aceleró lo
inevitable. Aquel día se abrían las últimas puertas de una gran prisión
comunista en Europa central y oriental que se erigió cuatro
décadas antes y llevaba muchos años en quiebra y en ruina. En aquella jornada
inconcebible, con la demolición del último gran símbolo de la división de
Europa, se podía dar por concluidos los últimos efectos geopolíticos, no ya
solo de la terrible Segunda Guerra Mundial con su Holocausto partido de suelo
alemán, sino de lo que muchos historiadores consideran una larguísima guerra
civil que comenzó hace exactamente cien años con el atentado de Sarajevo y la
Primera Guerra Mundial. El cuarto de siglo es quizás el aniversario ideal para
celebrar un acontecimiento feliz. La mayoría de los que lo presenciaron están
aun con vida y una mayoría de los celebrantes tienen aquella experiencia en la
memoria. Nadie que viviera conscientemente aquel momento puede olvidarlo.
Porque muy pocas veces se producen en la historia cataclismos de ventura,
tsunamis de felicidad como los que se vieron aquel día, aquella larga noche
feliz que siguió, en que cientos de miles de alemanes orientales inundaron el
oeste de la ciudad para experimentar, la mayoría por primera vez en su vida, la
libertad.
Con Gorbachov y
Walesa
La conmemoración
de un hecho de semejante importancia histórica plantea dificultades y riesgos.
Que los organizadores en Berlín parecen haber evitado con sobriedad y eficacia.
No hay jefes de Estado ni de Gobierno invitados. Los actos oficiales serán la
inauguración por Angela Merkel de un centro de documentación sobre el muro y la
represión en la RDA, un acto solemne en el Konzerthaus en la Plaza del Mercado
de la Gendarmería y la gran fiesta y concierto en la puerta de Brandenburgo.
Como invitados extranjeros estarán viejas personalidades protagonistas de
aquellos años, entre ellos dos de los responsables de que aquello pasara como
pasó, el ruso Mijail Gorbachov y el polaco Lech Walesa.
Pero más allá de los
actos oficiales y festejos que se extienden por todo Berlín y Alemania, esta
fecha da la ocasión a Alemania de presentarse ante sí misma con el balance de
estos 25 años que son 24 de patria reunificada. Un balance en el que nadie
puede negar el éxito. El análisis y la reflexión, junto a la memoria de
aquellos hechos inolvidables, están omnipresentes en las televisiones estos
días. Da auténtica envidia ver televisiones públicas y privadas con programas
de calidad, seriedad y altura sobre la historia, el terrible siglo XX, las
ideologías criminales y sobre la nueva república unida en Europa.
Sin nacionalismo
Y resulta reconfortante y admirable cómo Alemania ya sabe celebrar su propia fortuna y reflexionar sobre sus pasadas tragedias, con un patriotismo desenfadado, libre de chovinismo y nacionalismo y ese sano orgullo del que carecieron las pasadas generaciones. Las ansias de los alemanes de ser ciudadanos de un país «normal» no se cumplirán porque su tamaño y su fuerza lo impiden. Pero lo que sí ha logrado ya Alemania es salir de la traumática «anomalía» que la acompañó todo un siglo desde Versalles. La pequeña pero exquisita exposición en el Museo de Historia de Berlín sobre la Primera Guerra Mundial es una prueba de ese esfuerzo por ver la historia propia desde la lúcida crudeza del escarmentado y ante todo del compromiso con la verdad como respeto a sí mismo. Berlín celebra con gratitud y alegría su resurrección hace 25 años, tras un siglo de tragedias.
Y resulta reconfortante y admirable cómo Alemania ya sabe celebrar su propia fortuna y reflexionar sobre sus pasadas tragedias, con un patriotismo desenfadado, libre de chovinismo y nacionalismo y ese sano orgullo del que carecieron las pasadas generaciones. Las ansias de los alemanes de ser ciudadanos de un país «normal» no se cumplirán porque su tamaño y su fuerza lo impiden. Pero lo que sí ha logrado ya Alemania es salir de la traumática «anomalía» que la acompañó todo un siglo desde Versalles. La pequeña pero exquisita exposición en el Museo de Historia de Berlín sobre la Primera Guerra Mundial es una prueba de ese esfuerzo por ver la historia propia desde la lúcida crudeza del escarmentado y ante todo del compromiso con la verdad como respeto a sí mismo. Berlín celebra con gratitud y alegría su resurrección hace 25 años, tras un siglo de tragedias.
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