LA VUELTA DE LOS COMUNISTAS
Por HERMANN TERTSCHEnviado Especial a Berlín
ABC Viernes, 07.11.14
La caída del Muro. Veinticinco años después
Inquieta en Alemania que un izquierdista se haga con la
presidencia de Turingia
Son estos
unos días en los que todo el mundo vuelve a poner su mirada en Berlín. Se
evocan o ven de nuevo aquellas imágenes que hicieron temblar y llorar de
emoción a medio mundo. Hace medio siglo que cayó el muro que dividía la ciudad
alemana, uno de los peores símbolos del poder comunista soviético en media
Europa. Nunca más nazismo, nunca más comunismo: era el mensaje que recorría
Europa para el gozo de los muchos millones que habían sufrido bajo ambos. Que
precisamente en estas fechas se confirme que Alemania tendrá al primer
presidente de un estado federado, Turingia, del partido paracomunista Die
Linke, no ha sentado nada bien a muchos alemanes.
AFP
Una mujer coloca flores en el
trozo del Muro de Berlín que queda en pie
Entre ellos a Angela
Merkel, que gobierna en Berlín con los socialdemócratas del SPD, precisamente
quienes van a aupar al poder a Bodo Remelow. El partido de Remelow es una
organización controvertida. En sus filas milita –en la zona occidental y en
Berlín– la extrema izquierda. Pero en los estados federados del Este su
composición es más compleja. Está saturada de antiguos miembros del partido de
Honecker, de la Stasi y de viejos funcionarios comunistas que se niegan a condenar
la dictadura y las atrocidades comunistas a lo largo de la historia. En este
sentido, Merkel, que también es del Este y conoce bien a Die Linke, ha
condenado la alianza del SPD como un «revés moral».
Lo cierto es que hay
serias presiones en el SPD para aceptar con relativismo moral que olvide todo
lo que Die Linke se niega a hacer para convertirse en un partido democrático
más.
La opción impensable
Es cierto que la
mayor parte de los comunistas más implicados en el régimen y que ingresaron hoy
ya han muerto. Es cierto que en el trato y actitud de muchos jóvenes de la
extrema izquierda que aceptan las leyes y las reglas del juego no hay ya ningún
problema para gobernar en ayuntamientos e incluso en estados federados. Como se
apresuró a decir el presidente del SPD, el vicecanciller Sigmar Gabriel, lo que
es impensable y lo será mucho tiempo es la posibilidad de gobernar Alemania en
esa coalición que desde diciembre gobernará Turingia. Es decir, una coalición
de Die Linke, el SPD y los Verdes.
Y es que, con las
cifras en la mano de los comicios de hace algo más de un año, Angela Merkel
gobierna porque el SPD considera inadmisible gobernar con comunistas. SPD,
Verdes y Die Linke habrían tenido los escaños para gobernar y dejar a Merkel en
la oposición. Y no se hizo por principios. Merkel arrasó y estuvo a punto de
conseguir la mayoría absoluta, pero se quedó a unos escaños. Y tras la
espectacular desaparición de los liberales del Bundestag Merkel no tenía
aliados fuera del SPD y los Verdes. En el SPD aumentan las voces que quieren
salirse en algún momento de la sombra de Merkel y dirigir ellos un gobierno.
Para poder hacerlo tendrán que contar con Die Linke. Porque, pese a lo que se
pensaba entonces de que este partido iría feneciendo con los viejos aparatchiks
del SED, no ha sido así.
Conflicto histórico
La relación de los
socialistas con los comunistas es un dilema y conflicto desde que existen
ambos. Y una cuestión muy especialmente cruenta en Alemania. Han actuado juntos
en muchas batallas, pero han sido muchas veces enemigos de muerte. Los
comunistas han matado a socialdemócratas con tanto o más entusiasmo que los
nazis. Y los grandes socialdemócratas alemanes eran orgullosos anticomunistas
como Schumacher, Reuter o Schmidt y también el Brandt adulto. La historia
propia, el trauma de la unificación forzosa en la RDA, es decir, la
fagocitación por los comunistas, ordenada desde Moscú pesa mucho. La caída del
Muro parecía zanjar este dilema. Y la socialdemocracia emergía como la única
opción de la izquierda. Aquel 9 de noviembre los pueblos centroeuropeos habían
ganado la batalla. Y todos ellos se convirtieron en democracias, dando prueba
así de la inmensa mentira de todos aquellos en Moscú y en Europa occidental que
pretendían que los regímenes respondían a una voluntad popular. El grado de
cinismo del Kremlin era lógico por ser parte de la defensa de sus intereses
geopolíticos. Repugnante es en especial el cinismo de los comunistas
occidentales, tantas veces financiados por aquellos gobiernos que apenas tenían
para darles de comer a sus poblaciones. Lo cierto es que hace 25 años el mundo
desarrollado parecía convencido de que el hundimiento del comunismo era
definitivo. Que tras un siglo XX cuajado de sangre y terror por comunistas y
nazis, el totalitarismo acababa con el hundimiento de la URSS. Se apostaba por
que China entraría en un proceso muy lento, pero con una dirección clara hacia
mayores libertades. Y se daba por hecho que los pocos regímenes comunistas que
quedaban irían uno tras otro al basurero de la historia cuando murieran sus
diversos caudillos dinosaurios.
Obcecación
Como el hombre es el único animal no que repite, sino que se
obceca en el mismo error, se ven fenómenos muy preocupantes en la evolución
política de diversos países. En Latinoamérica ha sido el nuevo siglo un avance
permanente de ideologías populistas de estética y contenido más o menos
comunista. Las libertades han estado permanentemente en retroceso en el
subcontinente. En España ya ven. Los socialdemócratas alemanes en el SPD son
firmes y por razones obvias no tienen esa complicidad con los comunistas que se
ve en España en el PSOE. Precisamente por eso, el paso dado en Erfurt, capital
de Turingia, ha asustado a algunos. Ha habido manifestaciones en ciudades del
Estado como Jena y Weimar, de miembros del SPD en contra de la alianza. Pero lo
cierto es que han estado en clara minoría frente a los partidarios de darle a
Bodo Remelow la presidencia.
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