OBAMOFOBIA
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 07.11.14
Para quienes creemos en la democracia y en la ley no es
ningún consuelo, sino un drama, que EE.UU. tenga y sufra a Obama
SI no
queremos ser crueles es mejor que no desempolvemos hemerotecas y archivos para
bucear en la literatura que se hizo en televisión, radio y prensa hace ahora
seis años en España cuando llegó a la Casa Blanca un abogado de Chicago con
mucha labia, para entonces ya convertido en santo laico, antes de pisar allí
siquiera el felpudo. El merengue político/sentimental que se vertió a ambos
lados del Atlántico fue tanto, tan intenso y pringoso, que amenazaba con
inmovilizarnos a todos, cuerpos y mentes. Era la obamanía. Y no solo a los
entusiasmados que bendecían este fenómeno, jaleados por todos los enemigos de
EE.UU. y del mundo occidental. Como siempre sucede en estos casos de grandes
consensos emocionales en la sociedad mediática, quien no participe de ellos no
discrepa ni disiente, sino que demuestra que es una mala persona, un canalla,
un crápula y probablemente un homófobo, borracho y criptomaricón. Y seguro que
le gustan los toros o el boxeo.
No echaré toda la
culpa a Obama de que nos llamen todo eso a algunos desde el coro de la Secta de
la Bondad Eterna que son los izquierdistas mediáticos de moda y sus jaurías
multiuso. Pero sí es cierto que, por si fuera pequeño el caos que ha sabido
provocar en medio mundo este negro de León, su llegada tuvo el dramático efecto
de conferir un impulso a los enemigos de Occidente en el Estado Islámico como
en los barrios de Madrid o Barcelona. El merengue tóxico nutre a más brutales y
faltos de escrúpulos de las sentinas de nuestra sociedad.
Quienes creemos en el
sistema americano y lamentamos todos y cada uno de sus errores, nos preocupamos
ya entonces por estas alianzas peculiares. Sabemos que les gusta veranear en
Miami u «on the road» en la 64 a los representantes de esa subcultura de la
mentira y la violencia que nos hace el único país europeo, con Grecia, claro,
que está a punto de llevar la marginalidad totalitaria al Gobierno. Esa
marginalidad totalitaria es la que también llegó al poder en Alemania. Solo
porque se tuvo la maldita idea, en la Academia de Arte de Viena, de no aceptar
en la misma al pequeño pintor de Braunau. Mucho nos habría ahorrado si se
hubiera podido dedicar a pintar a los magnates vieneses y señoras. Y pagar sus
facturas en la pensión de la Mariahilfer. La espuma social radical, que nutre
su disposición a la violencia del rencor y el agravio real o inventado, es un
fenómeno inevitable en las sociedades occidentales. Pero en España esa espuma,
bien batida por Zapatero en diez años de culto oficial a tal rencor y revancha,
la han convertido en un colosal soufflé pestilente que, descontrolado, ya se ha
metido por las muchas grietas, puertas y ventanas de las instituciones
españolas. No hay que ser Merlín para ver que el que no sea soufflé dependerá
de la mascarilla que compasivamente le presten las nuevas autoridades.
Para
quienes creemos en la democracia y en la ley no es ningún consuelo, sino un
drama, que EE.UU. tenga y sufra a Obama. Y que con su aclamado sectarismo
faldicorto, con un ridículo premio Nobel, dirija a la primera potencia a la
mayor división desde la guerra civil en el interior y al permanente
desistimiento en el exterior. Lo tremendo es que todo indica que la tragedia
americana y la nuestra surgen de la misma enfermedad que aqueja a las
sociedades desarrolladas, cansinas, infantiles y cobardes. Si EE.UU. se lanza a
cultivar las debilidades europeas, va a ser difícil buscar refugio y defensa
ante la peste. Los resultados del Congreso dan ánimo. La obamofobia no solo es
pertinente, es urgente.
0 comment(s):
Post a comment
<< Home