AL BAGDADI QUIERE MÁS
Por HERMANN TERTSCHABC Sábado, 16.05.15
El califa Al Bagdadi tiene una agenda propia que ninguna
fuerza mayor ha logrado destruir
El islam
no tiene un sumo sacerdote en la jerarquía equiparable al del Pontífice Romano
en la Iglesia católica. Pero en la larga historia de la expansión del islam,
que siempre hasta el siglo XX se produjo por la fuerza y ahora por emigración,
han sido multitud los caudillos militares o imanes que se arrogaban la
autoridad máxima sobre todos los creyentes. Ahora uno ya ha entrado en la
historia.
Algo que ambicionan
casi tanto como entrar en el paraíso. Es el iraquí Abu Bakar al Bagdadi, el
líder del Estado Islámico (EI). Él ha logrado el poder sobre un ejército
multinacional y plurirracial que supera en decisión, fanatismo y crueldad todo
lo conocido. Ha creado una inmensa legión extranjera terrorista que combate y
gobierna con una brutalidad que genera pasmo hasta en los entornos habituados
al terror más extremo. Ahora Al Bagdadi llama a todos los musulmanes del mundo a
acudir a este califato que controla desde junio de 2014 a ambos lados de la
frontera entre Irak y Siria y con capital en la ciudad de Raqqa. El caudillo
exige que se unan al EI. Para combatir por la expansión del califato «hasta que
en el mundo entero no se adore a nadie más que a Alá».
En el mundo
occidental somos dados a reírnos de estas grandilocuencias. Mal hecho. Desde
hace ya un año, el EI está en guerra con una alianza internacional compuesta
por más de 60 países, entre ellos los más desarrollados y ricos del mundo, que
ataca su capital y a sus tropas. Todos se vanagloriaron del éxito del Ejército
iraquí al tomar Tikrit y expulsar de allí a IS. Sin embargo, ayer el ejército
de fanáticos arrebató a ese ejército la ciudad de Ramadi. Y volvió a demostrar
cómo el fanatismo o la fe y la entrega compensan muchas veces la superioridad
de armas y técnica del enemigo. Y en Siria junto a las ruinas de la antigua
ciudad romana de Palmira, una de las grandes joyas arqueológicas de la región
que promete destruir y saquear como ya hizo con museos en Mosul o la ciudad de
Nimrud.
Ellos saben lo que quieren. Mientras la alianza
está hecha añicos como demostró el patético encuentro de reyes del golfo con
Obama en Camp David. El llamamiento de Al Bagdadi puede deberse a su propia
precariedad. La inmensa mayoría de los musulmanes ignorarán a quien consideran
un loco. Pero otros le escucharán. Y se unirán a ellos allí o aquí. Como no
mata aquí, Occidente parece haber perdido prisa en destruir a EI. Otros no la
tuvieron nunca porque les viene bien. Pero Al Bagdadi tiene una agenda propia
que ninguna fuerza mayor ha logrado destruir. Y su objetivo es destruir la
civilización y su memoria. De momento en Palmira podría lograrlo estos días.
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