The Unending Gift

martes, mayo 12, 2015

UCRANIA, LA GUERRA DE AYER Y LA DE HOY

Por HERMANN TERTSCH
  Enviado Especial a Kiev
  ABC  Domingo, 10.05.15

70 años del fin de la II Guerra Mundial
Desde Kiev

Junto a los veteranos de la lucha contra los nazis desfilaron los soldados que combaten a los prorrusos en el Donetsk

Vendrán otras guerras peores
En Kiev se conmemoraba una contienda lejana en el tiempo, pero todos en la capital ucraniana tenían en la conciencia la guerra de hoy, que temen que será peor

Cooperación con Hitler
En el nuevo cómputo ucraniano de la II Guerra Mundial se han añadido dos años: el bienio de 1939 a 1941, en el que la URSS cooperó con Hitler  

Modestia y preocupación, expresadas en una discreta parada militar ante el presidente Poroshenko, fueron características principales de las celebraciones en Kiev. Todo en el parque bajo del inmenso monumento a la Gran Guerra Patria, que ya no se llama así en Ucrania. Ahora se llama la Segunda Guerra Mundial. Y tiene dos años más, desde 1939 hasta 1945, el bienio que la URSS antes y Rusia ahora ignoran, el de la amistad y criminal cooperación entre Hitler y Stalin entre 1939 y 1941. En Kiev estaba ayer el sol tan radiante como en Moscú. Es quizá la única similitud entre las dos conmemoraciones. El delirio megalómano de Vladimir Putin convirtió la ceremonia de Moscú en un alarde de poder militar cargado de arrogancia y mentira en su ostentosidad. En Kiev era un acto pequeño que pronto fue mucho más una romería con música en las faldas del parque que cae sobre el río Dniepr. Con otro acto en el Marinski Park, junto al legendario arsenal, se concentraba así en todo el bello monte urbano en torno al milenario monasterio de Pecherska Lavra la inmensa multitud de ciudadanos de Kiev y pueblos cercanos que había acudido ayer a esta celebración tan distinta.

                                  EFE
Poroshenko, junto a la Tumba al Soldado Desconocido, ayer en Kiev

Pero en Kiev estaba quizá la más genuina de las conmemoraciones de todo el mundo habidas estos días. Porque a los pocos veteranos que aún viven de aquella guerra se unieron ayer los que combaten ahora. Allí había uniformes de época y también los actuales muy modernos y recién llegados del frente. Y había más triste actualidad. Porque fuera y dentro del inmenso monasterio de Lavra, una de las cunas de la evangelización del Rus, había ayer viudas de guerra muy jóvenes. Que habían dejado en sus pueblos y barrios tumbas muy recientes. Y en las calles cercanas cantaban y pedían mutilados de guerra que no han cumplido los treinta. Un ciego de combate, ayudado por compañeros, recitaba poemas en demanda del óbolo que guardaba en una pequeña caja de cartón con un icono y una bandera nacional. Tremenda la guerra de entonces, por cuya victoria todos han felicitado a sus abuelos estos días. Pero la peor guerra es siempre la más cercana. Y esta guerra era ayer, hoy y mañana aquí en Ucrania. El país está invadido como hace setenta años y los ucranianos mueren en el frente, todos los días, también con alto el fuego.
En Moscú se celebraba ayer la guerra y muchos creen que se anunciaban otras nuevas. En Kiev se conmemoraba la guerra lejana en el tiempo, pero todos pensaban con lamento en la de hoy y en la de mañana, que todos temen que será peor. Todos interpretaban ayer los actos de Moscú, sus 16.000 soldados y toda su cacharrería bélica, las arengas y mensajes televisivos, como prueba de que Putin ha perdido ya todo sentido de mesura y racionalidad. Dicen que ni a sus aliados poderosos del régimen, que necesitan relaciones razonables con los países occidentales donde tienen su dinero, les ha gustado este delirio de poder. Ni toda la simbología del comunismo, con Lenin y hasta Stalin ya de nuevo como referentes. Y permanentes desprecios en los medios a un Occidente decadente –Gayropa, han comenzado a llamar al continente medios dependientes del Kremlin–. Cuando todo el mundo está atento, las sanciones han de ser renovadas y la situación del país es más que precaria. Y Ucrania ha estado presente de forma obsesiva en las celebraciones rusas. Se han hecho paralelismos demenciales entre la Wehrmacht alemana y el ejército ucraniano que intenta restablecer la integridad territorial frente a un enemigo infinitamente superior. Y resulta evidente que la escalada de la retórica belicista alcanza niveles difíciles de revertir. En plenas fanfarrias de victoria sobre Hitler, la proclamación oficial por parte de Putin del enemigo actual, Ucrania, como nazi, no permite adivinar ninguna intención de negociación ulterior. Con los nazis no se negocia. Se les destruye. Para Kiev lo sucedido en Moscú solo confirma los peores augurios.

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