OFENSA, IMPUNIDAD Y RESPETO
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 15.05.15
Me resisto a creer que Felipe VI y el Gobierno vayan a
tolerar sin más que esa final se convierta en un inmenso aquelarre
LA Junta Electoral Central ha exigido la retirada de todas
las banderas señeras estrelladas, es decir, separatistas, que ondean en
numerosos ayuntamientos en Cataluña y en algunas regiones limítrofes. La
decisión responde a una denuncia de la Sociedad Civil Catalana (SCC) que había
alegado «falta de neutralidad» a los municipios que tuvieran izada la enseña
separatista. La SCC, un grupo muy meritorio de catalanes hartos de la
permanente cantinela tribal, y los demás catalanes no nacionalistas se han
mostrado muy satisfechos. Los nacionalistas, por supuesto muy enfadados,
recurren como siempre a la letanía victimista y piden a la gente que ponga sus
«esteladas» en sus balcones. Esos gestos de «heroica resistencia» en favor de
la autoridad simpatizante son siempre muy vistosos y conmovedores. Sobre todo
cuando, como en Cataluña, las acciones que pueden acarrear represalias son las
que se hacen en favor de la Constitución y nunca las que se cometen en contra.
Todo lo que sea ir con el poder regional contra las leyes y las instituciones
es agradecido, gratificante, muchas veces gratificado. Nunca tiene
inconveniente alguno. Para que lo hubiera tendría que estar allí la autoridad
central para hacer respetar la legalidad y los derechos de todos los españoles.
Eso nunca sucede. Ayer, grupos de partidos nacionalistas pudieron organizar con
impunidad un pogromo contra una familia en un colegio de Mataró porque había
osado reclamar su derecho de recibir unas clases, un mísero 25% de las clases,
en castellano. Allá llegaron adultos y niños a acosar a los afectados. Acoso
ruidoso. Otros pogromos se producen a diario en silencio. Nadie los denuncia
porque todo lo pueden el miedo y la resignación. Y la certeza de que muchos
derechos se han abolido porque el Gobierno no quiere líos. Así llevan siempre
la iniciativa los peores, esos que no quieren parecerse a los nazis pero bien
que los imitan a diario.
Ahora dirán que funcionan las instituciones porque la Junta
Electoral Central ha decidido que la bandera separatista viola la neutralidad.
Por supuesto que la viola. Pero no es la JEC sino el Gobierno el que tenía que
haber impedido desde el principio que la bandera separatista ondeara en 323
ayuntamientos. Y esa enseña ha comenzado a ondear en los ayuntamientos de forma
masiva desde que está en marcha el plan sedicioso de Artur Mas. Que es un plan
de destrucción del Estado y la Nación que supone un golpe de Estado. Que se
lleva a cabo con obscena transparencia desde principios de esta legislatura,
bajo la mayoría absoluta del Partido Popular. Y al que se ha respondido con una
indolencia oficial ofensiva para quienes han de ser defendidos. Y esa bandera
no debe estar permitida en las instituciones porque es un símbolo de agresión a
España y el Estado. En todos los países civilizados se persiguen las agresiones
a la Constitución, las leyes y al Estado. La impunidad de las ofensas a la
nación, que desde hace tantos años es costumbre aquí, ha hecho crecer a
generaciones en la convicción de que es normal y está bien visto el despreciar,
insultar, agredir y perjudicar a España, sus símbolos y sus instituciones. El
Gobierno actual, como todos los anteriores, no ha hecho nada por desmentirlo.
Ahora nos enfrentamos a la Final de la Copa del Rey en Barcelona. Me resisto a
creer que Felipe VI y el Gobierno vayan a tolerar sin más que esa final se
convierta en un inmenso aquelarre de agresión a España. Que se vaya a permitir
que se lleve la ofensa al paroxismo. Los demás, que somos muchos, y estaremos
allí representados por el Monarca, exigimos respeto. A quien lo amenaza y a
quien tiene el deber de imponerlo.
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