UCRANIA, LA CORRUPCIÓN COMO QUINTA COLUMNA
Por HERMANN TERTSCHKiev
ABC Lunes, 18.05.15
Los jóvenes políticos de Kiev luchan contra la amenza rusa y
contra los corruptos que minan la cohesión del Estado
Dos ejemplos distintos Hay jóvenes que venden su coche,
compran armas y luchan por Ucrania; otros trafican y se enriquecen
Es un alarde de patriotismo vender el propio coche para
comprarse un equipo de combate e integrarse en una milicia voluntaria que
combate a mercenarios y soldados del ejército ruso. Ha habido miles de casos en
el pasado año en Ucrania. Muchos de ellos no regresaron. En el otro extremo, es
un alarde de canalla amasar como funcionario una fortuna por los sobornos
recibidos de padres a cambio de liberar a sus hijos de la llamada a filas. Como
lo es traficar con bienes, armamento y combustible de compatriotas que
combaten. Son bastantes los canallas. Aunque la mayoría crea que no son nunca
tantos como los patriotas.
AFP
Varias personas observan el interior de la lujosa mansión
del depuesto presidente Yanukóvich
En Ucrania hay guerra y en todas las guerras se manifiesta
lo mejor y lo peor del ser humano. Entre lo mejor están la inmensa generosidad
y solidaridad y la sorprendente eficacia en su reorganización y autodefensa
ante la agresión rusa que le arrebató Crimea por la fuerza y que ha invadido
sus regiones orientales. Como dice Dmytro Timchuk, teniente coronel y diputado,
«lo logrado es impresionante. Nada tiene que ver el Ejército de hace un año con
el que tiene hoy Ucrania. Y todo lo ha hecho sola». Porque la ayuda occidental,
dice, «es un puro simulacro. Nos mandan chalecos y botiquines, pero no hay
facilidades ni para motores. Ni que decir tiene para las armas necesarias para
una guerra intensa en desgaste».
El país no ha sucumbido en el caos como pretendía Putin y
temían otros. Y no sucumbirá a no ser que Putin se lance en el delirio total a
una guerra mayor. Ya amenazó al presidente Petro Poroshenko con «entrar en Kiev
con los tanques. Y no parar hasta Varsovia». Entonces, en una guerra total,
todo sería posible. Nadie la descarta. Todos coinciden en que sin disuasión suficiente,
Putin caerá en sus propias tentaciones. Timchuk coincide con jóvenes diputados
de diversos partidos como Hanna Hopko o Mustafa Nayyem. No se quejan. Saben que
nadie va a hacer esta guerra por ellos.
Forman un frente generacional para la defensa de Ucrania
dentro y fuera de sus fronteras. Fuera, demandan ayuda de Occidente. Saben que
no es aún consciente de la calidad de la amenaza de Rusia para toda Europa.
Dentro, la lucha se dirige contra la corrupción. Esta daña a toda sociedad
moderna y democrática. Pero en las sociedades exsoviéticas ha sido un hábito
general que corroe todo lazo de lealtad, confianza y deber imprescindibles en
un Estado. De ahí que la lucha contra la corrupción en Ucrania sea vista por
estos jóvenes políticos como parte central también del esfuerzo de guerra
contra el invasor ruso.
El movimiento del Maidan derribó al presidente Victor
Yanukóvich cuando este, a instancias de Putin, quiso secuestrar a Ucrania,
alejarla de Europa y ponerla de nuevo bajo la bota de Moscú. Hoy, a través de
estos diputados, exige criterios europeos y lucha contra la corrupción y los
oligarcas, aun muy poderosos, pero ya mucho menos que hace un año. Oleg
Rybachuk, uno de los líderes del Maidan, cree que los oligarcas se defienden
pero afrontan su ocaso.
Un pulso diario
Para que no se hundiera Ucrania en el caos de la guerra, de
la infiltración rusa, naufragio económico, corrupción y desmoralización han
sido necesarios raudales de generosidad y valentía, entrega y voluntad,
creatividad e iniciativa. Eso en una sociedad lastrada por un largo y terrible
pasado soviético y lustros de parálisis, violencia y oscurantismo en luchas
entre oligarcas. Esa parte oscura de la realidad ucraniana aún existe. Y
resiste. Pero ya no es dueña de la situación. Y está en permanente retroceso.
En plena guerra, la sociedad civil no ceja en su presión contra las viejas
estructuras y costumbres. Y avanza. El pulso es diario y agotador, dice Taras
Hataliak, que dirige un equipo de abogados en lucha por la transparencia.
Asegura que las nuevas generaciones conocen Occidente y saben que hay otra
forma de vivir. Que la política no es ni puede ser vía para enriquecerse ni
para proteger el enriquecimiento familiar. Para los mayores era lo normal. Como
dice un diplomático, hay funcionarios que ganan 300 euros y acuden al trabajo
en un Audi6 o en un Porsche Cayenne. Que tengan el pudor de dejarlo en casa es
un avance. El año que viene quizás ya el funcionario tema que su soborno no sea
impune.
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