The Unending Gift

domingo, julio 05, 2015

CÓLERA Y RABIA SE APODERAN DEL IMPREVISIBLE VOTO DE LOS GRIEGOS

Por HERMANN TERTSCH
 Enviado Especial a Atenas
 ABC Domingo, 05.07.15


EL VOTO DE LA IRA EN GRECIA


Los populistas de la extrema izquierda de Syriza han convertido las privaciones, los agravios, la humillación cotidiana de la pobreza y la corrupción en capital político a su favor

                                                                                                                            AFP
Un ciudadano griego intenta arrancar un cartel a favor de Sí

No habrá un voto racional. Sea cual sea su sentido, sea cual sea el que se imponga, será un voto decidido, secuestrado por los sentimientos. Por la rabia o el miedo, por el odio o la angustia. Quizás esa sea la mayor certeza, o la única, de que se dispone ante el referéndum de hoy. En él, los griegos habrán de optar por el «sí» o el «no» ante una pregunta larguísima, de 72 palabras, incomprensible para el gran público y sin ningún sentido para nadie. Nadie sabe lo que la pregunta significa y nadie sabe qué consecuencias reales tendrá un triunfo del voto afirmativo, ni de lo contrario.
Lo único que saben todos los griegos es que el primer ministro, Alexis Tsipras, pide el «no» y todos sus adversarios piden el «sí». Pero la pregunta críptica al final solo viene a interrogar al votante si está de acuerdo con sus acreedores. Y la respuesta natural del griego es que no. ¿Cómo va a estarlo?
Pero hay algo más. Los griegos saben que sus acreedores, que Europa, quieren que voten «sí». Y esto podría ser decisivo. Cada llamamiento al «sí» de un burócrata europeo o de políticos de países de la UE es recibido con entusiasmo por los partidarios del «no».
Desde hace más de cinco años están los griegos en abierta batalla con los acreedores. Con todos los anteriores gobiernos también. Aunque es cuando gana las elecciones Syriza hace cinco meses cuando los acreedores, es decir, los países socios de Grecia en la Unión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo, pasan a ser tratados oficialmente por su Gobierno como enemigos del pueblo griego. Para convertir en capital político el odio que crean la rabia, las privaciones, los agravios, la corrupción y la humillación cotidiana de la pobreza.
Con ese mensaje llegó al Gobierno el movimiento ultraizquierdista de Tsipras, el primer partido neocomunista que llega al poder en Europa en elecciones democráticas limpias. Tras los durísimos momentos de 2012 y 2013, hace un año había comenzado a mejorar levemente la situación. La economía había comenzado a crecer y los griegos habían empezado a pagar impuestos. Pero para entonces se había roto ya demasiado tejido social y se partió el hilo de paciencia en una masa crítica que se volcó en la oferta política de la ira.
Con el triunfo de esa combinación de viejos comunistas y nuevos antisistema que encabezan Syriza llegaba al poder el primer populismo radical en Europa desde los años treinta. Con la bandera del «fin del ahorro y del austericidio». ¿Quién no podía verse tentado? Aún recordamos los asistentes el mitin victorioso tras conocerse los resultados en jornada electoral, cuando Tsipras declaró extinguida no solo la troika, sino también la pobreza.

Desvergüenza
Pero la realidad ha sido terca en desmentir a Tsipras y a su locuaz ministro de Hacienda, Yanis Varufakis, que han combinado ineptitud, provocación, desvergüenza y osadía hasta aislar totalmente a Grecia. Hoy ya pocos creen a Tsipras y a su gente cuando dicen que tienen una solución inmediata para después del triunfo del «no». Pero pueden en muchos la rabia y el odio.
Muchos votarán que «no» porque no pueden soportar la idea de que triunfe una opción que le guste a Alemania. Y su prioridad será un gesto de rechazo a esa conspiración que millones de griegos ven en las demandas alemanas de disciplina.
No ven a los votantes y al pueblo alemán que exigen se cumplan las condiciones por las que ellos aceptaron prestar dinero a Grecia. Ven a una Alemania que tras dos guerras perdidas ha elegido a Grecia como campeón de la libertad para escarmentar a todos los pueblos en su asalto a la dominación de todo el continente. Personas relativamente cultas y una masa estudiantil parada se unen a los sectores menos educados en la firme creencia en esta cruel conspiración alemana sin la cual ellos vivirían felices. Se sienten víctimas. Y piden venganza. Y si en enero fue votar Syriza, la venganza ahora es votar no. Y que después, si es necesario, se hunda el mundo.

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