SENTIMIENTOS Y REALIDADES PARALELAS
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 04.09.15
Si no se cambian radicalmente las realidades en los países
de origen, Europa se verá sometida a un río migratorio que destruirá la Unión y
quién sabe si el sistema
EL exprimer ministro británico Tony Blair ha publicado en el
diario The Guardian un artículo sobre el nuevo líder carismático de ese Partido
Laborista. «La política de Jeremy Corbyn es fantasía, igual que Alicia en el
País de las Maravillas», titulaba Blair, muy poco halagüeño, un artículo en el
que deja claro lo limitado que es su entusiasmo por Corbyn, que a muchos
recuerda a Pablo Iglesias y otros extremistas europeos. Más allá de su crítica
al líder laborista, el artículo de Tony Blair contiene una frase para describir
el «zeitgeist» que nos toca sufrir. Y que considero el más atinado y bello
diagnóstico sobre la permanente debilidad intelectual y a la postre quiebra
moral en la política actual, de tan nefastos efectos. «Estamos ante una
política de realidad paralela, en la que la razón es molestia, la evidencia es
distracción, reinan los efectos emocionales y lo único importante es sentirse
bien con todo ello». Así es. La cabecita de Corbyn parece combinar marxismo y
magia con todo el voluntarismo del mundo e infinita generosidad, eso sí siempre
con recursos de otros. Las realidades, los hechos tercos, no pueden interferir en los planes benéficos y piadosos. Porque son irrelevantes en el mundo de las
buenas intenciones. Y además se ignoran, desprestigiados como están los hechos
frente a la soberbia intratable de las opiniones bondadosas. Los adalides de
esta política, que arrastran a las opiniones públicas y televisadas, son puro
sentimiento, emoción permanente que los ennoblece hasta hacer incuestionables
sus afirmaciones y sus actos. Sus intenciones son tan buenas que toda
discrepancia ha de ser producto de seres malvados. Delictiva o no, la
disidencia del bien absoluto es siempre inmoral, despiadada, sin corazón,
criminal y despreciable. Ya lo sabían los Dominicos en la Inquisición.
La política en el mundo real exige mínimas verdades y hechos
para no ser una locura colectiva suicida. Algunas afectan al drama migratorio.
En Europa no pueden vivir todos los millones de no europeos que quieren
hacerlo. Europa no puede devolver a huidos de países en guerra. Luego tiene que
discriminar. Europa tiene que defender sus fronteras. Y todos los Estados
miembros han de controlar sus territorios, el orden público, las comunicaciones
y la seguridad. También si se triplican o cuadriplican las cifras de
inmigrantes que pretenden, sin respetar ningún procedimiento, imponer su
voluntad de llegar a Alemania, como sea. Europa es rica y puede alimentar a 10,
15 o 20 millones más. Pero quizás no todas las democracias sobrevivan a la presencia
de cientos de miles de inmigrantes. Los tejidos sociales y la convivencia
pueden saltar por los aires. Y la unidad europea también. Eso con un reparto de
cuotas. Que será inviable con Schengen vigente.
Todos quieren ir a Alemania y considerarán un agravio no
hacerlo. Son en su inmensa mayoría seres humanos inocentes con ganas de vivir.
Pero si no se ha integrado la inmigración musulmana paulatina de cinco décadas,
costará que lo haga la que llega al aluvión y sin intención de hacerlo. Otra
verdad que no gusta oír: las fotos son del niño y de otros niños y mujeres y
ancianos y seres indefensos siempre, pero lo cierto es que la inmensa mayoría
de los que llegan son hombres jóvenes. Y otra certeza está en que si no se
cambian radicalmente las realidades en los países de origen, Europa se verá
sometida a un río migratorio que destruirá la Unión y quién sabe si el sistema.
Si Europa no quiere resignarse a que sus muchas décadas de paz y libertad sean
un paréntesis, tendrá que ver las fotos con toda su crudeza, hacer frente a las
verdades y saber que la bondad en política exige responsabilidad sobre sus
efectos.
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