ENTREVISTA A VIKTOR ORBAN, PRIMER MINISTRO DE HUNGRÍA
Por
RAMÓN PÉREZ-MAURA y HERMANN TERTSCH
ABC Domingo, 25.10.15
«Si
mantenemos la política de invitación a los inmigrantes, la aceptarán»
«No somos una
nación que ame las vallas. La valla responde a una obligación internacional. Y
es efectiva, como lo son otras que hay en Europa»
El papel de Merkel
«Mientras no tengamos palabras muy claras de la canciller de que no se
permitirá ya el paso no controlado, este flujo no va a parar»
¿Cuántos se han
quedado en Hungría? «Ninguno. Esta es una inmigración a la carta que nada tiene
que ver ya con la seguridad. Y no existe el asilo a la carta»
IGNACIO GIL
Orban, en un céntrico hotel de Madrid en el que tuvo lugar
la entrevista con ABC
Viktor Orban
(Székesfehérvár, 1963), llegó a la jefatura del Gobierno húngaro en 1998 y fue
derrotado en las elecciones de 2002. Pero recuperó el Gobierno en 2010 y todo
indica que hay pocas posibilidades de que lo pierda a corto plazo. Es la bestia
negra de la izquierda europea y la derecha políticamente correcta prefiere no
fotografiarse a su lado.
– Hungría ha estado
en el centro de la crítica por parte de muchos con la construcción de la
valla con Serbia. ¿Ha sido efectiva?
– Nosotros tenemos
una obligación legal de cuidar nuestra frontera exterior para proteger la
libertad de movimiento dentro del espacio del tratado de Schengen. Este tratado
dice que los países que tengan fronteras exteriores tienen que defenderlas por
sus propios medios. Esto quiere decir que quienes pretendan entrar deben
hacerlo de forma controlada. Por sitios concretos, por los pasos fronterizos y
en ciertos momentos. No pueden cruzar por los campos. Si dejas hacerlo puedes
perder tu pertenencia a Schengen. Pero la invasión de los inmigrantes nos llegó
por esos campos y de ahí la valla.
No somos una nación que ame las vallas. La
valla responde a una obligación internacional de Hungría. Y de hecho es
efectiva, como lo son otras que hay en Europa aunque no se hable de ellas. La
nuestra es la quinta. Están las españolas (Ceuta y Melilla), en Calais, en la
frontera de Grecia y Turquía y en la de Bulgaria con Turquía y son eficaces
todas. Nadie dice que esto sea la solución ideal, pero sí debemos admitir que
es la siguiente a la ideal.
– Ha tenido en esta crisis diferencias claras
con Merkel que es de su Partido Popular Europeo (PPE) y una líder incontestada
durante casi una década ya. Después de la decisión de Merkel de aceptar a todos
los inmigrantes sin procedimiento previo se ha intensificado el flujo. ¿Cree
que fue un error?
– Por partes. Lo primero que hay que decir es
que es Grecia quien no cumple sus obligaciones internacionales. La labor de los
griegos debía ser proteger la frontera exterior de Schengen como está haciendo
Hungría. Si lo hicieran con eficacia no habría habido ninguna cuestión sobre
decisiones de Merkel. Ahí está el origen. Y es una cuestión de voluntad
política. Si no son capaces solos, que pidan ayuda. Se les está ofreciendo y la
han rechazado. Hungría pidió ayuda a Polonia, Eslovaquia y Chequia para
afrontar la situación. Nos la mandaron; humana y técnica para la construcción
de la valla. Y lo paramos con ellos. Los griegos tienen suficientes amigos
dispuestos a enviar ayuda material y personal. Pero Grecia se niega a aceptar
estar ayuda. Sé que tienen muchos problemas económicos. Pero es un hecho que su
negligencia en la defensa del espacio común está en el origen. Respecto a
Merkel, cuando decidió que dejaría a todos los inmigrantes ir a Alemania de
forma no regulada ni controlada, Hungría estaba en serios problemas. Porque los
inmigrantes habían invadido nuestra frontera meridional, pero para respetar el
Tratado nosotros no podíamos dejarlos seguir al siguiente país del espacio
Schengen por nuestra frontera occidental. Así fue aumentando masivamente la
cifra de inmigrantes en Hungría. Desde ese punto de vista Merkel nos ayudó
mucho. En Hungría la situación se había vuelto muy incómoda y aunque estábamos
decididos a cumplir nuestras obligaciones y teníamos capacidad para ello, el
precio era alto. Los inmigrantes se negaron a obedecer a nuestras autoridades,
se negaban a ir a los campos, rechazaron cumplir las regulaciones, hubo ataques
a los guardas.
Dicho esto, mientras no tengamos palabras muy claras de la
canciller alemana de que no se permitirá ya el paso de forma no regulada ni
controlada, este flujo no va a parar. Porque ya no se trata solo de la tragedia
humana que es ahora un gran negocio. Y mientras se sepa que en Alemania se
puede entrar sin control, los traficantes tienen abierto un negocio que es
criminal. Y acabar con el negocio solo es posible cuando los traficantes no
puedan cumplir su oferta de llevar hasta Alemania a los refugiados. Por eso
estamos expectantes a ver qué decide Alemania.
– ¿Usted cree que esto amenaza la identidad
europea?
– Lo primero que se plantea son cuestiones
sobre la democracia. De legitimidad. Uno se pregunta ¿quién votó que suceda
esto? Qué pueblo, ¿el húngaro, el alemán, el español? Por eso yo creo que no
tiene legitimidad democrática lo que está sucediendo ahora. Y en algún momento
habrá que preguntarles a los pueblos europeos si quieren esto que está
sucediendo. Por tanto primero es un problema de democracia. Lo segundo es que
los países son muy diferentes. También en su forma de reaccionar. En algunos
los líderes dicen que la inmigración no es peligrosa, que es buena y es una oportunidad.
Los líderes de la izquierda y los liberales dicen eso regularmente en Europa.
Nosotros los húngaros tenemos otra opinión. No queremos vivir en sociedades
paralelas. Y así habrá sociedades cristianas e islámicas paralelas. Yo creo que
toda nación tiene el derecho de elegir esa fórmula. Y toda nación tiene derecho
a no elegirla. Y Hungría lo ha decidido. No queremos imponer a nadie nuestra
opinión pero defendemos el derecho soberano de Hungría de organizarse sin
sociedades paralelas.
– ¿Cuántos de esos inmigrantes se han quedado
en Hungría?
– Ninguno. En realidad quienes pasan por aquí
no están buscando seguridad ni dignidad. Todo ello lo tenían en los países por
los que han pasado: Serbia, Hungría... Pero ellos no se quieren quedar ni en
Austria siquiera. Quieren ir a Alemania o a Suecia. Es una inmigración a la
carta que nada tiene que ver ya con la seguridad y que claramente no permiten
las regulaciones internacionales. No existe el asilo a la carta.
– Es usted la bestia negra de la
socialdemocracia en Europa. Ha sido demonizado por muchos. Y sin embargo en el
grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, Chequia y Eslovaquia) las relaciones son
fluidas. ¿Se siente como el malo?
– En el grupo de
Visegrado tenemos unas raíces históricas comunes que hacen que las diferencias
ideológicas apenas tengan relevancia. Entendemos las cosas de la misma forma,
con sentido de pertenencia común. En cuanto a la izquierda europea, hay dos
razones por las que no me quieren. Primera: nosotros somos un partido
cristianodemócrata que ha derrotado abrumadoramente después de veinte años de
pulso a la izquierda húngara que era heredera del poscomunismo. La izquierda
europea quería más a la izquierda húngara y esa es muy débil y me echan la
culpa. La segunda es ideológica. La izquierda tiene una visión y una agenda.
Ellos creen que hay que deshacerse de las identidades existentes para tener
mayor libertad. Que hay que desmantelar la identidad religiosa, la nacional y
hasta la sexual porque eso es la libertad. No estamos de acuerdo. Nos parece
legítimo, pero no lo aceptamos. Nosotros no lo queremos y en 2011 aprobamos con
la mayoría de dos tercios una constitución que considera claramente a la
cristiandad como su referente, que respeta la nación, la defiende y mantiene.
Que defiende la familia, con una mujer y un hombre. Los socialistas me
consideran un representante medieval. Pero les guste o no, tengo el derecho
legítimo de defender nuestras opiniones. Nadie puede privar al pueblo húngaro
de representar sus ideas en esa discusión europea. Sucede con la inmigración
que encaja en los planes de privar a las naciones de toda influencia para crear
una sociedad global en la que los intereses estén representados por esos entes
supranacionales y no por el estado nación. Nosotros creemos que eso es un
malentendido, que solo creará dificultades y no somos partidarios. Por eso
estamos en una lucha ideológica con la izquierda europea y en una confrontación
total. No es que me guste. No me gusta que mis hijos lean continuamente que su
padre es un loco.
– Y durante los
últimos años ¿no se ha sentido también cada vez más aislado dentro de su propio
Partido Popular Europeo?
– Hubo intentos de lograrlo. Porque los
cristianodemócratas sufren presiones. Las tienen desde el centrismo
«políticamente correcto», carecen de instrumentos suficientemente fuertes como
para representar sus propias ideas, así que intentan acomodarse en función de
las circunstancias. Así que hemos perdido la oportunidad de discutir cuestiones
ideológicas de fondo. Eso podría ser peligroso para el PPE. Yo no lucho sólo
por Hungría y por mí mismo –aunque me gustaría sobrevivir, ése no es el
objetivo último– lucho, a nivel europeo por lograr una identidad más definida
para el PPE. Hubo intentos de aislarme dentro del PPE. Pero los grandes dirigentes
veteranos, los «abuelos» del partido, siempre nos han defendido. Maertens
siempre nos defendió, Joseph Daul nos defiende ahora. No sé cómo actuará la
nueva generación, pero la vieja creo que entiende que merecemos ser defendidos
de la izquierda.
– ¿Cuál es su
sugerencia respecto a cómo hay que resolver el problema de la inmigración en
origen, en Siria?
– El problema no es sólo Siria. Cuando vemos
las cifras en Hungría, Siria pesa mucho, pero ahora crece Pakistán, Afganistán,
aparece Bangladesh y ahora se mueven los africanos. La región subsahariana y el
África Negra. Si mantenemos la política de invitación a los inmigrantes, estos
pueblos aceptarán la invitación. Hay que ser conscientes de que el volumen del
reto es mayor de lo que se ve en la actualidad. Por otra parte, Turquía es un
socio estratégico, y sin un acuerdo con ellos de cómo consolidar Siria, no lo
lograremos. En los últimos años no hemos conseguido hacer de ese país un lugar
habitable. Y ahora no queremos cooperar con los rusos, por lo que veo. Y los
rusos lo están intentando solos. Sólo veo signos de interrogación.
– La nueva relación de
Merkel con Turquía llevando al cambio de sus posiciones de los últimos años,
entreabriendo las puertas de la Unión Europea a Turquía, ¿no es permitir un constante chantaje
por parte de Erdogan?
– Ante todo Turquía es un socio estratégico de
la Unión Europea. Yo respeto mucho a Erdogan aunque sea una oveja negra para la
Prensa internacional. Si se quiere una sociedad turca que se desarrolle,
necesita un líder fuerte, nos guste o no. Porque en la UE no gustan los
liderazgos fuertes. En la Unión Europea el buen líder es el líder débil. El
líder fuerte es considerado peligroso. Se quiere el liderazgo de las
instituciones. Las frases «yo propongo» o «a mí me gustaría» son inaceptables.
Hay que decir «yo sugiero discutir que…» o «las instituciones deberían
considerar…»
Los liderazgos
personales son necesarios en tiempos de crisis. La dirección colectiva puede
funcionar en tiempos de prosperidad, pero no en los de crisis. Las
instituciones no son buenas gestoras de las crisis. Eso corresponde a las
personas, a los líderes. Y Erdogan es ese tipo de persona. Yo le aprecio mucho.
Pero no me gusta el enfoque actual de las cosas. Europa hoy es un continente
rico y débil. Y ésa es la peor combinación posible. Si se quiere defender lo
que tenemos, si queremos negociar con alguien y lograr que nos ayude, tenemos
que tener una posición de fuerza para hacerlo. Mi posición es que antes de una
negociación estratégica con los turcos la Unión Europea tiene que defender la
frontera griega por sí misma. Si somos capaces de hacerlo y restablecer la
aplicación de los Acuerdos de Schengen, entonces tendremos una posición de
partida para negociar con los turcos. Si no partimos de esa base, no habrá
ningún equilibrio en la negociación. Yo no lo llamaría una posición de
chantaje, pero las negociaciones son importantes y hay que ir al sur unidos a
defender nuestras posiciones. Lo importante es que los griegos no quieren
hacerlo. No aceptan unos guardafronteras europeos en lugar de los griegos. A
pesar de que esa sería la mejor solución. Tener una valla en Hungría no lo es.
Ésa es la segunda mejor solución que se convierte en la primera línea de
defensa. Y la primera línea de Schengen debería estar en Grecia.
– Usted ha hecho una constitución que ha sido
criticada por algunos en Occidente y en la UE y especialmente por su oposición.
Y se le acusa de que en su política de medios ha aplicado mecanismos que violan
la libertad de Prensa…
Estoy seguro
de que soy el primer ministro más criticado de Europa y con mayor dureza por la
prensa de su país. Y eso es una realidad, no una teoría. Es la realidad
cotidiana. Vean la televisión. Los medios favorables al Gobierno son menos de
un 30 por ciento. Si se examina la interpretación de la crisis migratoria en
los medios occidentales, se generan algunas preguntas. No puedo decir que fuese
justa. Las fotografías mostraban mujeres y niños. Pero el 80 por ciento de los
inmigrantes, según nuestras estadísticas, eran varones adultos que más bien
parecían soldados. Así que éste puede ser el momento de debatir sobre la
calidad de nuestra democracia, sobre la libertad de expresión pero no en un
contexto húngaro, sino europeo.
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