The Unending Gift

martes, octubre 13, 2015

TRES DISCURSOS Y LA PESTE

 Por HERMANN TERTSCH
  ABC  Viernes, 09.10.15

 El Rey hizo llegar a Europa el mensaje claro de que España forma parte de la solución de los retos que debe afrontar Europa

A nadie debe extrañar que se ausentara el miércoles del hemiciclo del Parlamento Europeo en Estrasburgo un grupo de comunistas españoles de diverso pelaje. Carece de importancia que lo hicieran para faltar al respeto a la Corona española y a España. La intervención del Rey de España tuvo tanta calidad, claridad y oportunidad histórica que solo aumentó el ridículo y la marginación de esos grupos de ultraizquierda y de separatistas españoles. Una triste anomalía. Los españoles antiespañoles son siempre los españoles más recalcitrantes. Están rodeados nuestros ultras comunistas y separatistas en el Parlamento Europeo por una inmensa mayoría de fuerzas con firme voluntad de asegurar que en el resto de Europa esos ultraizquierdistas y otros totalitarios no salgan de la marginalidad. De marginalidad e irrelevancia en que también deberían seguir en España y a las que deberán retornar algún día. En España, el tradicional prestigio de lo peor ha alcanzado niveles esperpénticos. En Cataluña ahora mismo, como en tantas ocasiones a lo largo de nuestra historia el más español de los rincones de España, se consuma una farsa con la que habrían reído todos nuestros clásicos. A mandíbula batiente. Resulta que toda la burguesía catalana, incluida la alta tan cosmopolita y sofisticada, se ha entregado en cuerpo y alma a un grupúsculo de desgarramantas que se hacen llamar la CUP, cuyos ideales e ídolos son todo crímenes y criminales. También hay que reconocer que los canallas del lodo ideológico, que se creían capaces de asaltar el poder desde la pureza y radicalidad inmaculada, también pierden. Se abrazan a la corrupción de la tropa de Mas como a los muslos de una prostituta momificada, con náusea reprimida por el cálculo más cínico.
El miércoles, a ellos y a otros extremistas españoles les tocó digerir una seria ración de mensajes inequívocos. Muy cargadas de verdad y por tanto enormemente peligrosas para todos aquellos que alimentan sus discursos de ideología, medias verdades y mentiras enteras. Hubo palabras muy claras, muchas de ellas pronunciadas con emoción, en tres discursos importantes pronunciados por el Rey Felipe VI, la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés François Hollande. El Rey hizo llegar a Europa, en presencia de los líderes del eje franco-alemán, el mensaje claro de que España forma parte de la solución de los grandes retos que debe afrontar Europa. Y que se niega a ser un problema añadido. Y menos el principal. Porque si los españoles enemigos de España, de la democracia y la libertad tuvieran éxito y pudieran romper España en dos, Europa a medio plazo estallaría en cien pedazos. Eso haría que 500 millones de ciudadanos de la mayor comunidad de derecho en libertad y prosperidad del mundo se degradaran en 500 millones de súbditos de cien miserables taifas en guerras y cuitas permanentes. Y unas décadas después, probablemente bajo vasallaje de poderes islamistas o convertidos en parque temático chino. Como en Europa aún existe un cuerpo electoral adulto que no está envenenado por la industria mediática ultraizquierdista y separatista española, es improbable que quienes buscan la destrucción de nuestra Europa actual tengan éxito. Al menos de inmediato. Pero es necesario que los españoles seamos conscientes de que nos corresponde hoy un papel capital en esta guerra que declaraban el miércoles tanto Merkel como Hollande a los nacionalismos y populismos, la peste y el cólera de nuestra era. El futuro de Europa demanda que España sea el primer campo de batalla y también de la derrota de los nacionalismos y los populismos, los dos proyectos totalitarios que amenazan nuestras libertades. Acabar con el prestigio de lo peor y enviar a los peores a la marginalidad es por tanto un reto histórico y un deber patriótico español y europeo.

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