EL ODIO COMO IDENTIDAD
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 13.10.15
Hoy vivimos tiempos no ya antiheroicos, sino cabe decir de
fin de raza
LO contaba maravillosamente ayer Gabriel Albiac en estas
páginas. Fue entonces, en 1492, cuando cambió por completo la forma de pensar y
ver el mundo. Y fue en España donde se inició aquella inmensa gesta, la de
mayor épica, la de mayores consecuencias de la historia de la humanidad. Por si
alguien dudaba, la primera tierra que Colón se encontró en su ruta hacia las
Indias la bautizó con el nombre de La Española. Sí, señores, La Española. Hace
más de 500 años de aquello y aún hoy siguen científicos y poetas dedicados a
repensar, analizar, investigar, estudiar o inspirarse en el descubrimiento de
un continente que se antojaba infinito en una gesta que no deja de asombrar al
mundo. Un continente que, solo décadas después de haber sido pisado por
pequeños grupos de soldados y navegantes aventureros españoles, contaba ya con
ciudades comunes de indígenas y conquistadores, con niños de sangre de aquí y
de allí, con universidades y catedrales, con archivos y escuelas, con unas
fuerzas de inmensa voluntad de superación y creatividad inauditas. La conquista
de América es una increíble hazaña de una insólita comunidad de fuerzas humanas
movidas por la fe en la trascendencia.
Jamás podría ser superada por ninguna fuerza rival de
España. Por ello había que vencerla desde dentro, debilitarla y
desprestigiarla. Pronto comenzó a ensombrecerse la inaudita proeza española por
parte de los enemigos del imperio. Se exageraron errores y excesos y se
ridiculizaron u ocultaron los éxitos, la grandeza, la bondad, la generosidad y
los triunfos. Lo que era anécdota se convirtió en categoría y la mala fe cubrió
de sospecha e insulto hasta las páginas más brillantes, los actos más bellos y
hechos inauditos. Nunca se hizo frente a las interminables oleadas de
maledicencias interesadas. Siempre fueron más activos y más eficaces los
maledicentes que los defensores de aquella proeza sin igual. En 1913 Julián
Juderías, funcionario del Ministerio de Estado, ganó un concurso literario de
«La Ilustración Española y Americana» con un trabajo que tituló «La Leyenda
Negra y la verdad histórica». Así se acuñaba el término que engloba el conjunto
de esas maledicencias y la visión negativa sobre la acción española en América,
cuajada de falsedades, forjada tanto por ingleses, holandeses o franceses como
por españoles. Juderías murió joven y su trabajo cayó en el olvido. Hoy vivimos
tiempos no ya antiheroicos, sino cabe decir de fin de raza. Extirpada y
combatida con sistema y sin piedad toda atracción por la grandeza del individuo
ante la historia, despreciada la dignidad trascendental, se forma a los
individuos para emociones y sentimientos moldeables y romos. Y son sometidos a
adoctrinamientos blandos que les hacen sentirse bondadosos y satisfechos en su
mediocridad con la mera activación de un odio primitivo a enemigos de diseño
ideológico. Sucede con el odio del animalista al torero. Cree que su bondad
crece en la medida en que desee más sufrimiento a su semejante, al torero.
La izquierda, impotente y sin ideas, se ha cargado de mitos.
Ha asumido estas perversiones como parte de su acervo ideológico. Otra es el
indigenismo, basado en la torpe mentira del buen salvaje y en la leyenda negra.
Y otra el nacionalismo, fomentado en diversas regiones españolas también por la
izquierda. En el odio como identidad. El odio a España. De ahí que
personajillos como Ada Colau, «Kichi» o los Bardem y demás desecho de la subcultura
de la izquierda lancen su palabrería contra la conquista de América. Contra la
gesta única en la historia de la humanidad. Estos tipos existieron siempre. Lo
peor es que gentes así intoxican impunemente a los niños españoles con una
permanente leyenda negra contra España.
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