HAZAÑAS EJEMPLARES
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes,
27.11.15
El juego del poli bueno, poli malo, de Iglesias y Monedero
no oculta la siniestra vocación real
ESTÁ muy ufana y satisfecha la opinión publicada –que en
España es más líquida, ilusa y faldicorta si cabe que la opinión pública– con
la «transformación política» que ven sus grandes gurús en Pablo Iglesias y su
partido. Con lo que consideran su rápida aproximación a una izquierda moderada.
«Ya lo anuncié yo», oigo decir y leo a mucho analista. «Yo ya dije que Podemos
acabaría integrado en el sistema. Ya han abrazado la moderación». Muchos que
aún hace poco se reían o dudaban de la sinceridad de la conversión a la
socialdemocracia de quienes todavía hace dos años bailaban con la bandera roja
y retratos de Lenin están convencidos de que se han rendido a la lógica del
sistema. De que ya han sido integrados quienes presumían de ser la
quintaesencia leninista, convertidos en una izquierda convencional democrática
de la que, más allá de alguna excentricidad, nada hay que temer.
Algunos, en cambio, vemos a Iglesias y a Monedero, a Colau y
a Bescansa, mucho más cerca que nunca de los sicarios de Nicolás Maduro que el
miércoles mataron a un candidato de la oposición en un mitin. En presencia de
Lilian Tintori, la mujer del líder opositor que se pudre en la prisión militar
de Ramo Verde. Sí, en Venezuela. Nada han dicho de ese nuevo crimen ni del
terror en la campaña estos supuestos conversos de Podemos. Cuando es hoy y
ahora el crimen y lo perpetran sus socios. Ellos están solo preocupados por
evitar represalias militares contra Estado Islámico. Iglesias ha dicho que está
demasiado ocupado en España para ocuparse de lo que pasa «en un país tan lejano
como Venezuela». Un atisbo de decencia le habría impedido hablar así cuando
sabe lo que sabemos. De su íntima hermandad con quienes han convertido aquel
«remoto país» en un infierno. Hay cientos de grabaciones de actos de apoyo y
manifestaciones de entusiasmo, perruna sumisión y lacayuna obsequiosidad hacia Hugo
Chávez y el régimen que hoy aterroriza a la nación venezolana. Maduro amenaza
ahora en televisión a su pueblo con tanta violencia, advierte, que la oposición
se arrepentiría de ganar las elecciones. Le dice a la oposición que rece por
perderlas para no sufrir las represalias que prepara. Esa es la realidad de la
que proceden Monedero e Iglesias. De la que han cobrado y según algunas fuentes
siguen cobrando para su proyecto político en España.
La conversión de Iglesias y Monedero a una izquierda
democrática solo sería creíble con una abierta y pública condena al régimen con
el que colaboraron en Venezuela. Igual que la integridad personal de Iglesias
solo es asumible si no homenajea a su abuelo en Villafranca de los Barros
intentando perpetuar la mentira del resistente militar. Y, por el contrario,
tiene el valor para una proclamación política de grandeza que sí le daría otra
dimensión personal. Sería el franco y sincero reconocimiento de los crímenes
que cometió su abuelo, con una manifestación de luto por sus víctimas, entre
ellas el marqués de San Fernando, Joaquín Dorado y Rodríguez de Campomanes. Sin
una ruptura con el crimen no se puede pretender formar parte de la comunidad
democrática. Se ha visto con Bildu y demás franquicias etarras. Se ve con Podemos.
No hay alejamiento real de los postulados totalitarios y el crimen que siempre
han defendido. Todo lo contrario. El juego del poli bueno, poli malo, de
Iglesias y Monedero no oculta la siniestra vocación real. La agresión a Albert
Rivera con una campaña de difamación sin precedentes en la democracia española
es el intento del asesinato civil propio de sicarios de las peores dictaduras.
Es el asesinato virtual de quienes no condenan los crímenes reales porque
siguen siendo para ellos hazañas ejemplares.
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